Seducida por el Diablo

Download <Seducida por el Diablo> for free!

DOWNLOAD

Capítulo 3 3

POV Dante:

—¿Me vas a decir quién fue? —me preguntó Luca.

Lo miré fijo. Luca era mi mano derecha desde hacía ocho años. Si no podía confiar en él, no podía confiar en nadie. Y no confiar en nadie... bueno, esa era mi realidad de cualquier forma.

—Marco Tessaro —respondí finalmente.

Los ojos de Luca se estrecharon.

—¿El Capo de la zona norte? ¿Estás seguro?

—Completamente.

—Hijo de puta —dijo—. ¿Cómo lo supiste?

—Porque es el único lo suficientemente estúpido para intentarlo y lo suficientemente inteligente para casi lograrlo —le expliqué—. Ha estado inquieto en los últimos meses. Cree que se merece más territorio, más porcentaje. Y tiene contactos con esa basura de los Zanetti.

Luca se frotó la cara con ambas manos.

—¿Qué quieres que haga? —me preguntó.

—Nada todavía.

—¿Nada? Dante, casi te mata. No podemos...

—Si actuamos ahora, será obvio. Marco está esperando una reacción, quiere ver si sobreviví, si sé que fue él, y si voy a moverme contra él. Mientras no hagamos nada, tendrá que seguir esperando. Y mientras espera, se pondrá nervioso. Los hombres nerviosos cometen errores.

Luca asintió despacio. No le gustaba, lo veía en su cara, pero entendía la lógica.

—¿Cuánto tiempo vamos a esperar?

—Un mes, o tal vez dos —le dije—. Déjalo hundirse en su propia paranoia. Luego nos encargaremos de él y de todos los que lo ayudaron. Incluso de los de adentro, sobre todo de ellos.

—Como digas.

Luca se puso de pie y guardó su teléfono.

—Ah, otra cosa —dijo de repente—. Tenemos un problema menor, la mujer que te ayudó...

Mi atención se agudizó, aunque mantuve mi rostro neutral.

—¿Qué hay con ella?

—Los paramédicos la mencionaron en su reporte inicial, antes de que yo lo borrara. Dijeron que te había sacado del auto, que te llevó a su casa y que te mantuvo vivo hasta que llegaron. Fue toda una heroína, aparentemente.

—¿Y? —pregunté.

—Y no sé si deberíamos... no sé, ¿agradecerle? ¿O asegurarnos de que no hable? No vio mucho, pero vio algo. Vio el auto, vio el accidente. Si alguien le pregunta...

—Nadie le va a preguntar porque nadie sabe que hay algo que preguntar —dije—. Déjala en paz.

—¿Estás seguro?

No lo estaba, pero asentí de todas formas.

—Sí. Solo... averigua quién es. Su nombre, dirección, trabajo. Ya sabes, lo básico.

Luca me miró con esa expresión que ponía cuando creía que estaba siendo estúpido, pero no iba a decírmelo directamente.

—Como quieras —me dijo—. Te traigo la información mañana.

—Hoy —apunté.

—Dante, necesitas descansar. Los médicos dijeron...

—Me importa una mierda lo que dijeron. Tráeme la información hoy, Luca.

Él suspiró, pero asintió y salió de la habitación. La puerta se cerró con un clic y me quedé solo otra vez.

Intenté concentrarme en Marco, en planear mi venganza y en hacer el tipo de cálculos estratégicos que había perfeccionado durante los últimos doce años. Pero mi mente seguía volviendo a ella.

Recordaba su rostro sobre el mío bajo la lluvia. Sus manos manchadas de mi sangre. La rabia en sus ojos cuando me dijo que no me atreviera a morirme en su sofá.

¿Quién dice algo así?

¿Quién arriesga su vida por un extraño y luego se enoja con él por casi morir?

No tenía sentido. En realidad, nada de ella tenía sentido.

La gente en mi mundo actuaba por tres razones: dinero, poder o miedo. Esa mujer no me conocía, no podía querer nada de mí, y definitivamente no tenía miedo. Había visto su cara. Había visto cómo me había mirado esa última vez antes de que todo se volviera negro.

No había miedo en esos ojos.

Debía haberlo, cualquiera con un mínimo de instinto de supervivencia miraba a un hombre como yo y sentía un escalofrío recorrerle la columna.

Pero ella me había mirado como si yo fuera un proyecto arquitectónico que necesitaba salvarse. Un problema que resolver. Una columna estructural que no podía eliminarse sin consecuencias.

Me reí, lo cual fue un error porque el dolor aumentó en mis costillas y tuve que apretar los dientes hasta que pasó.

Luca regresó seis horas después con un sobre de papel. Lo abrí antes de que terminara de sentarse.

Su nombre era Amaya Morel y tenía veintiocho años. Era arquitecta, y bastante exitosa al parecer. Vivía en la zona residencial norte de la ciudad, una casa pequeña pero en un buen vecindario. Estaba comprometida e iba a casarse en seis meses con un abogado llamado Leonardo Vega. Por último, tenía una mejor amiga, Marina Cordero, una diseñadora.

Había varias fotos, Luca había sido minucioso, como siempre. Algunas de Amaya en su estudio, Amaya con su prometido en algún evento social, Amaya riendo con su amiga en un café.

Me detuve en una foto particular: ella estaba inclinada sobre una mesa de trabajo, estudiando unos planos. Tenía el cabello recogido en un moño algo desordenado, un lápiz detrás de la oreja, y esa expresión de concentración absoluta que algunas personas ponen cuando están completamente absortas en algo.

Se veía... tranquila y ordenada. Como si su vida fuera una serie de líneas perfectamente trazadas, todo en su lugar, todo bajo control.

Nada como la mujer que había visto esa noche bajo la lluvia, cubierta de sangre y lodo, gritándome que no me muriera.

Cerré el sobre.

—¿Eso es todo lo que necesitas? —preguntó Luca.

Asentí.

—Sí. Ya puedes irte.

Pero cuando se fue, abrí el sobre otra vez. Saqué la foto donde ella reía con su amiga y la miré por mucho tiempo, preguntándome qué demonios estaba haciendo.

Debía olvidarla, tenía cosas más importantes en qué pensar. En Marco Tessaro, por ejemplo. En la traición dentro de mi organización. En los negocios que se habían retrasado por mi ausencia.

Pero seguía viendo su cara. Seguía escuchando su voz.

Seguía preguntándome por qué alguien como ella, alguien con una vida perfectamente estructurada, con planes y futuro y estabilidad, había decidido salvar a alguien como yo.

Previous Chapter
Next Chapter