DOS: 83

Emeriel no podía obligarse a mirar a sus ojos. Miraba sus manos como si tuvieran todas las respuestas para calmar la tormenta violenta que la rodeaba. Cogiendo la cuchara, se obligó a tomar un pequeño bocado de comida.

El momento en que la comida caliente tocó su lengua, su estómago gruñó hambrient...

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