DOS. 37

Su voz temblaba. —Estoy asustada, Lord Herod. Aterrada de no poder manejarlo.

El corazón de Herod se encogió por ella y extendió la mano, su mano callosa flotando justo por encima de su brazo, dudando en tocar su piel sobrecalentada.

—No permitiré que te lastimen. Confía en mí en eso —prometió, su...

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