DOS. 18

Ella temblaba, apretando sus pechos desesperadamente, pellizcando sus pezones, sus gemidos escapaban como una melodía de éxtasis.

—Es bueno. Oh dioses... —sus palabras se volvieron incomprensibles, deslizándose en sonidos sin sentido de placer.

El almizcle de la chica lo volvería loco. El aroma se...

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