Capítulo 2: Solicitud de divorcio.

Un año había transcurrido desde aquella farsa, un año desde que Isabel se había convertido en tan solo una esposa olvidada.

—Firme aquí, con esto, estará completa su solicitud de divorcio señorita Spencer. — decía el abogado con seriedad.

Fuera de aquella vieja y hermosa mansión, había un clima maravilloso. Los cielos celestes estaban despejados, y el cantar de las aves animaba el joven espíritu de Isabel. Pronto, volvería a recuperar su libertad, pues para sorpresa de nadie, su desconocido esposo no había cumplido con su parte del contrato, y ella no había sido feliz dentro de aquel matrimonio.

—Entonces, señor Gardner, ¿Con esto estaré libre? — cuestionó Isabel esperanzada.

El abogado asintió. — Así es señorita Spencer, tan solo hará falta la firma del señor Baskerville, pero dado su incumplimiento del contrato, no será difícil conseguirla, pronto usted volverá a ser soltera, no tiene nada de qué preocuparse. — aseguró.

Isabel sonrió. Finalmente, y después de un año completo, dejaría de ser la esposa de Vincent Baskerville.

—Por aquí señor, le mostraré la salida. — ofreció el mayordomo.

La bella pelinegra salía hacia la piscina para nadar un rato antes de marcharse. Quizás, lo único que extrañaría de todo aquel asunto, seria aquella bella mansión que había sido su hogar durante un año completo, sin embargo, no se quejaba de aquel pequeño departamento al que se mudaría dentro de tres días, pues aquel lugarcito lo había pagado con su propio esfuerzo.

—Señorita, el abogado se ha ido. — dijo el mayordomo con un tono evidentemente molesto.

Isabel miró a Giuseppe, el fiel mayordomo que siempre buscaba la manera de hacerle ver que su joven amo era un hombre honorable, no estaba conforme con su decisión, se notaba a leguas.

—Se lo que vas a decirme, y la respuesta es no, no voy a detener el divorcio, y por favor, Giuseppe, no me digas de nuevo lo buena persona que es Vincent Baskerville, no puedo pensar eso del hombre que durante todo un año no mostró interés alguno en conocerme. Ni una llamada, ni una carta, nunca he hablado con mi esposo, es casi lo mismo que estar casada con un fantasma, y aun podría creer que al menos el fantasma mostraría algo de interés por mí, así que como te dije el día en que llegue a esta casa, no quiero tener nada que ver con él, además, dentro de poco tiempo deberá de recibir la notificación de la solicitud. — aseguro Isabel.

El viejo mayordomo guardo silencio, y se retiró tan solo negando con la cabeza, mientras Isabel soltaba una risita por lo bajo; finalmente sería libre de comenzar de nuevo…esta vez, sin nada doloroso en mente.

En Dubái, Vincent revisaba sus correos. Igual que siempre, mil ofertas de negocios, fechas con las reuniones que tendría con inversionistas, y demás. Su vida era en realidad bastante sencilla, o al menos, lo había sido de tal manera desde que se había alejado de su padre y su patético medio hermano; no tenía intención alguna de regresar pronto a Inglaterra, pues la vida en Dubái era una delicia placentera a la que no quería ni iba renunciar. Repentinamente, el sonido de una nueva notificación entrante había capturado momentáneamente su atención. Aquel mensaje que llegaba a su bandeja de entrada tenía por asunto algo que lo había dejado paralizado en su sitio.

“Solicitud de divorcio en proceso”

Consternado, el apuesto hombre de cabellos castaños y ojos ambarinos abría aquel correo con la premura que lo haría un desahuciado ganando la lotería; el correo era de un abogado londinense, y procediendo a leerlo, con cada párrafo crecía más y más su intriga y su consternación.

“Deberá presentarse el día 15 de julio del año en curso, para comparecer ante el juez…la señora Isabel, apellido de soltera Spencer, ha solicitado que su matrimonio con el señor Vincent Baskerville, por incumplimiento de contrato…”

Aquella mujer, su olvidada esposa, ¿Acababa de solicitarle el divorcio?

Tomando el teléfono, ordenaba a su contador personal el revisar los estados de cuenta de la tarjeta que había enviado para aquella mujer con la que estaba legalmente casado. Si ella quería divorciarse de él, le daría exactamente lo que quería, pero no sin antes hacerla pagar cada maldito lujo que a sus costillas se hubiera pagado. Creía saber cuál era su plan; seguramente se había comprado mil lujos, incluso alguna propiedad; después de todo le había dado carta abierta a comprarse lo que deseara, y con ello en mente, seguramente su flamante esposa había gastado millones para luego divorciarse de él y quedar con la vida resuelta disfrutando con algún amante.

Vincent creía conocer como trabajaba la mente de las mujeres; ellas tan solo y sin fallar, iba tras el dinero, aquello era todo lo único que realmente les importaba en la vida…su madrastra era la prueba viviente de ello.

—Si, señor Baskerville, he revisado minuciosamente cada movimiento en la tarjeta, y…

—Espera, ¿Tan rápido? — Vincent, interrumpiendo, imaginaba que aquello demoraría horas, pues una mujer con una tarjeta de crédito sin límites, seguramente hacia miles de compras diarias.

—Si señor, verá, he revisado la tarjeta a nombre de la señorita Spencer, y hemos detectado que no presenta movimiento alguno, la tarjeta no ha sido utilizada ni una sola vez desde que fue emitida, ¿Hay algo más que necesite? — cuestionó el contador.

Sin palabras, Vincent tan solo terminaba aquella llamada; estaba tan sorprendido que apenas y si podía creerlo. ¿Era verdad que aquella mujer no había utilizado la tarjeta que le envió ni siquiera para pagarse un café? Aquello era simplemente inaudito. Tomando nuevamente su teléfono, Vincent pedía averiguar todo sobre aquella mujer, pues era simplemente imposible que ella no hubiera gastado un solo dólar de su cuantioso dinero. Tenía que averiguar a fondo, no creía que una mujer, simplemente dejara en el olvido una tarjeta de crédito. Aquello, era simplemente imposible. Llamando a su secretaria, había tomado una decisión. Aquello era algo que debía de ver por el mismo.

—Consígueme un vuelo para Londres, lo necesito para hoy mismo. —

Días después, en Londres, aquella joven se notaba cabizbaja. El día había terminado, y Isabel caminaba cruzando el campus de su universidad. Las clases para el nuevo semestre comenzarían pronto. Había a duras penas completado la matricula; una carrera de medicina era costosa, y mucho más en aquella prestigiosa universidad para millonarios. Su padrastro, difícilmente y aun con la ayuda de Jeremías Baskerville el padre de su casi exesposo había logrado salir de su crisis financiera, pero no deseando mortificarlo, ella había asumido sola la responsabilidad de sus estudios. Su padre…sus amigos, todos ellos la habían ayudado para lograr salir del pozo en que aquel cruel hombre de su pasado la había dejado, y por ello, era necesario demostrarles a todos que ella sola era capaz de lograrlo.

Isabel deseaba convertirse en médico; aquel era su mayor sueño desde que era una niña. Algún día, estaba segura, ayudaría a su hermano pequeño, y muchas otras personas a sanar. Sin embargo, regresar a aquel lugar, no era sencillo; aquel hombre, aquellas palabras, la hacían regresar a aquel trauma que tanto dolor le había costado poder superar. Apresurándose, se subió a su automóvil, y manejando hacia la vieja mansión Baskerville, pudo divisar un accidente. Alguien estaba herido en el suelo y, sin dudarlo, Isabel se orillaba con su viejo auto para ver en que podía ayudar. Aquel niño estaba tendido en el suelo, su madre, lloraba a su lado desconsolada.

—Por favor, ayúdeme a sostenerlo, soy estudiante de medicina y parece ser una falla en el corazón, ¿Qué es lo que ha pasado? — cuestionaba la pelinegra esperando respuestas rápidas.

Cerca de allí, Vincent Baskerville, en su auto de lujo, regresaba después de tantos años a aquella ciudad que representaba a los peores años de su vida, el recuerdo de su amada madre seguía latente. Aquella vieja mansión llena de fantasmas del pasado lo estaba esperando, y el, se preguntaba si realmente había valido la pena regresar tan solo para conocer a la esposa que de él deseaba divorciarse. Mirando aquel tumulto en la calle, podía mirar que la vialidad había sido cerrada. Molesto, ordeno a su chofer que se detuviera y bajó del vehículo para ordenar que se movieran a un lado y lo dejaran pasar; entre más rápido diera por terminado aquel asunto, sería mejor para él, así podría salir rápido de aquellas tierras malditas.

Acercándose a mirar que era lo que había ocurrido, sus ojos ambarinos se quedaron fijos en aquella hermosa mujer de cabellos negros que con tanto esfuerzo reanimaba el corazón de aquel niño. Era realmente bella, casi como un ángel guardián que hacia lo imposible por ayudar a ese pequeño. En poco tiempo, aquel infante había dado un fuerte y profundo respiro, y aquella joven hermosa había sonreído. Los padres del niño se acercaban a ella para darle las gracias y ofrecerle dinero, pero aquella joven lo había rechazado cortésmente asegurando que era su deber ayudar.

¿Quién era aquella joven tan hermosa? Casi embelesado, Vincent se había acercado a ella notando que era dueña de unos hermosos ojos azules, tan azules como el color del cielo.

—Que gran hazaña de una chica tan joven, dime, ¿Cuál es tu nombre? ¿Me permites invitarte una copa? — ofreció Vincent entusiasmado por lo que había visto.

Isabel observo a aquel apuesto extraño. Era un hombre demasiado elegante, tanto que no parecía ser de los alrededores, su porte y elegancia, tan solo le sumaban a su belleza, y aquellos ojos ámbar, parecían ser tan profundos y misteriosos como nunca hubiese visto.

—Lo siento señor, pero no bebo alcohol, además, una mujer aun casada no suele salir con desconocidos. — dijo Isabel entre risas risueñas.

—Tu esposo debe de ser un hombre afortunado, ¿Al menos podrías regalarme tu nombre? Has salvado la vida de ese pequeño, sin duda, eres una heroína. — dijo Vincent deseando elogiarla.

Sonriendo, la hermosa pelinegra sintió sus mejillas arder ante aquel cumplido.

—Mucho gusto, soy Isabel Spencer, ¿Y usted es? — respondió Isabel con una amable sonrisa.

Vincent se había quedado paralizado, aquella hermosa mujer, resultaba ser su desconocida esposa a la que descaradamente había estado ignorado. La sangre se le había congelado en las venas en ese momento.

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