CAPÍTULO 5

Capítulo 5

No podía creerlo. Luca... el maldito Luca. ¿Cómo se atrevía a siquiera sugerirlo? Entre nosotros solo existía una enemistad declarada. ¿Qué clase de locura era esa?

—No lo haré, papá. No puedo casarme con ese idiota. Lo odio —escupí las palabras con la voz quebrada por la rabia. Las manos me temblaban, y el corazón me retumbaba en el pecho como si fuera a salirse.

Mi padre no dijo nada al principio. Se limitó a dar un sorbo más a su whisky, la mandíbula apretada, los hombros rígidos, mirando el suelo como si esperara que una respuesta mágica emergiera de allí, una que no fuese la boda.

—No sé qué vamos a hacer... Si no cerramos el acuerdo con los Mondragón, la empresa se va a pique —soltó por fin, con ese tono seco que usaba cuando sentía que todo se desmoronaba.

—Yo hablaré con él. No voy a permitir que se salga con la suya —afirmé, recogiendo mi bolso con rabia contenida.

Salí del estudio sin mirar atrás. En la entrada me topé con Clara. Me abrazó y me besó la mejilla como si todo siguiera igual. Como si no hubiera roto algo en mí que nunca sabría cómo reparar.

—Hermana... sé que hablaste con Vincenzo y te lo agradezco, pero no quiero que hagas ese sacrificio por mí —susurró con dulzura.

Clara había sido mi debilidad. La niña mimada, la consentida de todos, mi adoración... hasta ahora. De pronto ya no podía verla con los mismos ojos. No era la hermanita frágil. Era una mujer. Una que me había traicionado con él. Y eso... dolía.

—No es un sacrificio, Clara. Un hombre que engaña a su novia con su propia hermana no merece absolutamente nada de mí —le respondí firme, mirándola directo a los ojos, negándome a bajar la mirada.

Su rostro se descompuso. Supongo que no esperaba que le hablara así. Antes la protegía de todo, incluso de sus propios errores. Pero ya no.

—No tenías por qué irte de la casa. Sé que debe ser incómodo después de todo, pero tú también eres parte de esta familia —me dijo, tomándome las manos. Una lágrima rodó por su mejilla.

Antes me habría quebrado. Me habría culpado. La habría abrazado, diciéndole que no pasaba nada. Pero hoy no. Hoy sentía que me liberaba de la carga de ser la hermana mayor

Solté sus manos con suavidad.

—Clara, debes descansar —intervino mi madre, acercándose para rodearla con el brazo.

—No puedo. Necesito que mi hermana me perdone, que sea todo como antes, Sé que no merecía el daño que le hice...

—No, no lo merecía —la interrumpí, la voz me temblaba, pero no podía callar —Ustedes dos se burlaron de mí. De mis sentimientos. Me usaron de la peor manera, las dos personas que yo más quería.

La cara de Clara se volvió aún más pálida. Estaba sorprendida. Quizás por primera vez en su vida, yo le hablaba fría, con la verdad, no la condecendia, no me manipularia más.

—¡No le hables así a tu hermana! Está enferma. No puede alterarse —me regañó mamá, con ese tono que usaba cuando yo tenía seis años y rompía algo sin querer, pero siempre protegiendo a la hermana menor.

Tuve que morderme la lengua. ¿En serio ella era la víctima? ¿Ahora tenía que cuidarla a ella, cuando fue quien me apuñaló por la espalda?

—Entonces dile que no me hable de Vincenzo nunca más —susurré, con la garganta apretada—. No quiero escuchar ese nombre. No quiero saber que harán con sus vidas, para mí todo cambio así que Clara no esperes que nuestra relación sea como antes.

Salí sin esperar respuesta. Corrí al auto. Arranqué sin pensar. No sé a qué velocidad iba, pero sé que me estaba rompiendo por dentro. El dolor, la rabia, la humillación... Todo se mezclaba en el pecho como una bola que no paraba de crecer.

Cuando me di cuenta, ya estaba frente a las oficinas Mondragón.

Ese lugar tenía historia. Nuestra historia. Vincenzo y yo... sus besos, sus abrazos en los pasillos, las promesas... Todo eso se había esfumado. Me forcé a respirar y a caminar con dignidad.

—Señorita Alicia, qué sorpresa —me saludó la secretaria con una sonrisa amable —El señor Vincenzo ya no está aquí. Ahora está en el piso de administración ¿Quiere que la acompañe?

—No. Vengo a hablar con el nuevo CEO. Con Luca Mondragón —respondí, cruzando la puerta sin pedir permiso.

Y me arrepentí al instante.

Luca tenía a una mujer sobre él, medio desnuda, el vestido arremangado, sus labios todavía húmedos por el beso que le había dado. Ella me miró como si fuera una intrusa. Yo me limité a sentarme en su sillón de cuero y sacar el celular.

—Vengo a hablar contigo. Dile a tu juguete que se vista y se largue —dije con frialdad.

Ella le exigía explicaciones. Yo no tenía tiempo para escuchar. Él terminó sacándola con una amenaza de llamar a los guardias pero con el cinismo de prometerle llamarla al otro día.

—¿A qué viniste? Ya tu papá te contó, así que dime... ¿cuándo es la boda, querida esposa? —burló con esa sonrisa que siempre me hizo querer golpearlo.

Y lo hice. Una cachetada seca, sin pensarlo.

Luca giro el rostro, me miró con una sonrisa burlona, el sabía que tenía el control de la situación, que las empresas de papá dependían de la suya y que estábamos en sus manos.

—Si empezamos así el matrimonio, creo que te demandaré por maltrato intrafamiliar —sonrio.

—¡No estoy para tus bromas! Solo quiero saber porque piensas en esa estúpida locura de casarte conmigo, yo no voy a caer en tu juego ¿Que es? ¿Una venganza para demostrar algo a Vincenzo.

—Si quisiera vengarme de Vincenzo, me caso con Clara —bromeo, Pero su chiste fue oscuro y me dolió.

Creo que el lo noto, me ofreció una copa que acepte, a mí nunca me gustó el alcohol, prefería algún cóctel, pero me tomé ese whisky de un solo sorbo.

—No has pensado que no hay nada átras, que una mujer tan hermosa y maravillosa como tú sencillamente merece un hombre que la quiera y que la ame.

Me miró fijamente, levanto la ceja derecha, y me sonrió, pero yo solte una carcajada, el no creía eso solo estaba manipulandome

—No Tengo todo el día ¿Que es lo que quieres? Porque no vas sacar nada de una unión entre los dos —Habia algo en Luca que me alteraba, quizás que el tenía todas las ganas de vivir del mundo y yo las había perdido.

—Mi padre te quiere en exceso, te ve como una hija, y no es para menos, observé el trabajo que hiciste en esta empresa el tiempo que estuviste aquí —empezo Luca.

—Luciano, es alguien que quiero, pero no por eso me atare a Vincenzo.

—Lo se —sonrio —Papá me puso como condición para seguir siendo el CEO casarme contigo, creo que te quiere como su nuera.

Negué con la cabeza, mientras me tomaba otro trago

—¡Es una locura! Yo no me voy a casar.

—Hay está el problema, me dijo que venderá la empres

a si no lo hago, y créeme que muchas vidas se verán afectadas incluida la de tu familia.

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