



CAPITULO 3
Capítulo 3
Sus palabras no me rompieron de golpe. Me mataron lento, despacio, como si cada sílaba fuera una puñalada al corazón. No era solo el hecho de que Vincenzo se hubiera acostado con mi hermana. Era el momento. Horas antes de nuestro compromiso. Y peor aún, ella… ella lo amaba.
—¿Por qué no me lo dijiste? —susurré, con la voz hecha polvo.
Ni siquiera sé cómo logré hablar. Todo en mí temblaba. Intentaba mantenerme serena, recordar que Clara tenía una afección cardíaca y que cualquier escándalo podía ser fatal. Pero el dolor... ese no sabía de cuidados.
Me quedé mirando un punto fijo en la pared blanca de esa habitación de hospital. Sentí las lágrimas correr sin permiso, sin pausa.
—¿Cómo querías que te lo dijera? Vincenzo es el amor de tu vida... pero yo lo amo también. Y sí, lo deseaba. Quería sentirme amada, aunque fuera por una noche. Pero ahora solo me queda el vacío de saber que lo perdí para siempre…
Las máquinas comenzaron a pitar con fuerza. Los pitidos eran agudos, desesperantes. Las enfermeras entraron apresuradas y me pidieron que saliera. Tenían que sedarla.
No sé cómo logré caminar. Arrastré los pies por el suelo frío del pasillo, sintiéndome ajena a todo. Vacía. Rota. Muerta en vida.
—¿Qué pasó? ¿Qué te dijo? —mamá me sujetó con fuerza de los brazos, sacudiéndome.
—Está sedada —murmuré, apenas sintiendo mis labios moverse.
Vincenzo estaba ahí, con los ojos brillosos, pero no fue capaz de sostenerme la mirada. Cobarde.
—¿Por qué? —pregunté. Mi voz se quebró delante de todos. —Dímelo… necesito una maldita explicación.
Luca, que fingía estar de acompañante, levantó la vista. Todos estaban esperando que dijera algo más. Yo solo quería desaparecer.
—¿Qué pasa, pequeña? —Luciano se acercó, apoyándose en su bastón, y me tomó las manos. Sus ojos buscaban respuestas sobre mis reclamos a su hijo.
—Clara y Vincenzo… —tragué saliva—. Ellos durmieron juntos. Mi novio se acostó con mi hermana.
El silencio explotó. El rostro de papá cambió en segundos. Se lanzó sobre Vincenzo, pero mamá logró detenerlo justo a tiempo.
—Puedo explicarte. Los dos podemos hablarlo. Solo… escúchame. Lo nuestro aún no está perdido —Vincenzo me agarró de las manos, desesperado, ignorando el caos a su alrededor.
Lo miré. Ese hombre que alguna vez quise más que a mí misma. Ese mismo que ahora me revolvía el estómago.
—Es mi hermana… —le dije con rabia—. Te metiste con mi hermana.
Le lancé el anillo a la cara y salí corriendo. No sé cómo llegué al estacionamiento. Solo sentí mis rodillas ceder, el cuerpo rendido, y un grito desgarrador saliendo de mi pecho.
Llovía. Una lluvia fría, densa, que apenas podía esconder las lágrimas. Me empapé entera, pero ni el agua podía apagar el incendio que tenía dentro.
Sentí unos brazos alrededor de mi cintura. Era Luca.
—Si vienes a burlarte de mí, ¡cállate! —lo empujé con rabia.
—Voy a llevarte al hotel. Necesitas descansar.
No dije nada. Me subí a su auto en silencio, con el alma hecha trizas. Solo quería irme. Alejarme de todo. De todos.
Al llegar, suspiró.
—Siento lo que pasó.
—Dile a tu hermano que no quiero volverlo a ver —le dije, mirándolo directo, conteniendo la furia que aún me quemaba la garganta.
—Te lo advertí. Él es un idiota. Hoy era tu día, Te veías preciosa con ese vestido... por eso te lo compré.
Me congelé.
—¿Fuiste tú?
Así que el era el señor Mondragón… era Luca. El hombre que me regaló el vestido que tanto soñé.
—No quiero nada de los Mondragón. Son iguales. Por eso tu papá engañó a su esposa con tu mamá. Lo llevan en la sangre.
No sé por qué lo hice. Pero me quité el vestido ahí mismo, en su auto, y se lo lancé a la cara.
Me bajé del coche en lencería: una tanga roja y un sostén casi transparente. Lo había comprado para perder mi virginidad esta noche. Qué estúpida.
No lo pensé. No me importó. Sentí las miradas clavarse en mi piel. Luca corrió tras de mí y me cubrió con su saco.
Entré a mi habitación, preparé la tina. Y me derrumbé.
Lloré hasta que el cuerpo dejó de responderme. Acurrucada en el rincón de la ducha, con las piernas pegadas al pecho, dejé que el agua helada me limpiara todo... menos el dolor. No supe en qué momento me rendí y me quedé dormida ahí, con la piel arrugada y el corazón hecho trizas.
Me despertó el roce cálido de unos brazos. Mamá. Me envolvió con una toalla gruesa, sin decir nada al principio, solo me sostuvo mientras temblaba como una hoja. Me ayudó a ponerme de pie, a caminar de vuelta a la habitación. Me metió en la cama con cobijas calientes y me miró con esa ternura suya.
—Hija… sé que esto duele, pero eres fuerte. Vas a salir de esto. En cambio, tu hermana…
—Mamá, no —susurré, cerrando los ojos con fuerza—. No quiero hablar de esto. No puedo pensar en Clara… ni en él.
Pronunciar su nombre se me atoraba en la garganta. Vincenzo. Aún dolía demasiado.
Sabía que Clara estaba enferma. Y por más rabia que me invadiera, eso no borraba la culpa que sentía al pensar en ella. Pero...
¿por qué tenía que ser yo la que tenía que tragarse su frustración?
Mamá me dió un vaso de agua. Sus ojos brillaban en medio de las lágrimas.
—Alicia, tienes que hablar con Vincenzo —dijo, con una firmeza que no daba lugar a discusión.
—¿Perdón? ¿Qué estás diciendo? No. No voy a hablar con él. No después de todo lo que pasó, no pienso regresar.
—No es para que regreses con él —aclaró de inmediato—. Tu papá y yo lo hablamos… La salud de tu hermana es lo más importante ahora.
Sentí que el estómago se me apretaba. ¿Por encima de mí? ¿De lo que yo sentía?
Claro que sí, lo de Clara era de vida o muerte y yo ya estaba muerta en vida.
—Lo sé… No le voy a reclamar nada. Te lo juro.
Mamá suspiró. Caminó un par de pasos por la habitación y luego se detuvo, dándome la espalda.
—Ella lo ama, Alicia. Le confesó a tu padre que lo ama desde siempre. Y creemos… que quizá este sea su último deseo.
Mi corazón se detuvo por un segundo. El silencio se volvió insoportable.
—¿Qué están queriendo decirme? —pregunté, sintiendo el nudo en la garganta hacerse más grande—. No le des vueltas. Dímelo ya.
Mamá giró despacio.
Su voz tembló apenas, pero fue clara.
—Queremos que hables con Vincenzo… y le pidas que se case con Clara.