Luchar

El mar golpeaba suavemente las rocas al pie del acantilado. El aire olía a sal, a madera húmeda y a silencio. Dante estaba allí, de pie, contemplando el horizonte como si las olas pudieran responderle la única pregunta que se repetía a cada instante:

¿Quién soy?

Llevaba días —¿o semanas?— en la pe...

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