Capítulo 62

Para cuando llegué a la casa de la manada, el sol ya había comenzado a ponerse, derramando luz dorada a través de los árboles que rodeaban la finca. Mis hombros dolían, mis piernas sentían como si hubieran caminado el doble de la distancia, y todo lo que quería era cerrar los ojos y olvidar lo difíc...

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