Mi hermosa y salvaje chica

LINCOLN

—¡Oh! ¡No!— El calor del aliento de algodón de azúcar de Ginger se expandió bajo mi barbilla, los ocho dedos eléctricamente conductores y los dos pulgares muy codiciosos dejando la caricia de mis pectorales para envolver sus garras alrededor de mi antebrazo. Cortando el resplandor mo...

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