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Capítulo 4
Mi trasero rebotaba encima de Leonel, el no se apartaba de mis senos, le gustaba meterlos a su boca y ver mi reacción, era mi punto g.
Me gustaba sentir su dominación, me agarraba del cuello y me asfixiaba un poco.
—Asi...justo ahí —suspiraba fuerte mientras me pedía gemir más duro.
Yo movía mi cadera con rapidez, cuando hacia el amor con el era candela, pero la mía estaba apagada.
—Montame amazona —gruñia mientras me jalaba del cabello y me daba una que otra nalgada
Nuestros encuentros eran intensos, mis orgasmos más fuertes solo los había sentido con el.
Me agarró con fuerza de la cadera y empezó a subirme y bajarme al ritmo que deseaba.
Se vino con una gran sonrisa y yo fingí que también había logrado el orgasmo.
—¿Te gusto? ¿Te veniste rico? —me dijo mientras me acostaba en su pecho y acariciaba mi espalda.
—Si... Fue... Ufff
Menti, y me quedé consumida en esa mentira.
Tomé un sorbo de whisky. No era fuerte, pero lo suficiente para quemarme un poco la garganta y recordarme que estaba viva.
Siempre tenía un orgasmo cuando lo hacía con Leonel, pero esta vez mi cabeza solo pensaba en José, en su maldita boda.
Leonel se vistió y se fue, me beso y me prometió regresar la próxima semana, yo solo sonríe, al cerrarse la puerta,
Me miré en el espejo del privado del club.
El maquillaje, las pestañas postizas, los labios rojos… todo era una máscara. Respiré hondo y saqué una toallita húmeda. Al limpiarme el rostro, sentí que Georgina volvía. Esa que había quedado enterrada debajo de los tacones, las luces y los apodos.
Marisol irrumpió en la habitación como una tormenta.
—Mira, estúpida, sé que ahora tienes la “protección” de Leonel, pero no te confundas. Aquí la jefa soy yo —espetó con los ojos llenos de celos.
No respondí. No me hacía falta. Mi silencio fue suficiente para que entendiera que ya no era la misma chica sumisa de siempre
—Despideme, si eres la jefa atrévete.
Marisol tenso el mentón, cerro la puerta del camerino, me cansé de ser una sumisa, si quería justicia mi carácter tenía que ser otro
Muy temprano en la mañana, caminé varias cuadras hasta el centro financiero. Me detuve frente a ese edificio que parecía un monumento a la impunidad. El logo dorado de Manrique Inversiones brillaba en la entrada como un recordatorio de todo lo que mi padre perdió.
Esperé.
Y entonces la vi. Karen.
—Hola —dije, con una sonrisa que apenas me sostenía.
Se detuvo en seco, su rostro empalidecio, me jalo del brazo mirando a todos lados para no ser vista conmigo.
—¿Qué haces aquí? ¿Sigues en el club?
—Sí. Y gracias a ti —respondí con sarcasmo.
Ella fue quien me metió en ese mundo. Pero también fue la única que, en su momento, me escuchó, dejo de trabajar en el club al terminar la universidad, pero se olvidó por completo de quienes dejo atrás .
—Necesito entrar a esta empresa. Ayúdame.
Karen palideció.
—¿Estás loca? No puedo.
—El dueño de esta empresa es quien dejó en la ruina a mi padre —decidi contarle la historia, confiaba en ella y en nuestra separada amistad.
—Por eso, ¿Y si te descubre? Estarás en riesgo.
—Lorenzo no sabe quién soy. Yo era una niña, Ayúdame —le supliqué con la voz rota —Ese maldito tiene la culpa que yo terminará en ese bar.
—Lo siento, no debí llevarte a ese trabajo y dejarte sola —susurró —Pero esta gente tiene dinero, poder, eres un mosquito ante ellos.
—Entonces, ayúdame a destruirlo —Le pedí tomando sus manos.
Karen asintió con la cabeza
—Están buscando una nueva asistente. Para el hijo de Lorenzo. Puedes entrar por ahí. Pero tendrás que falsificar todo. ¿Estás segura?
—Más que nunca.
Horas después, me llevó con un tipo de aspecto extraño. Andrés. Obeso, sudoroso, con lentes oscuros y una hamburguesa en la mano. Al parecer, un hacker.
—Haz con ella lo mismo que hiciste conmigo —le dijo Karen mientras le daba un puñado de billetes.
—Sabes que nunca te cobraría —respondió él, rechazando el dinero.
Me miró sin morbo. Solo profesionalismo.
—Con ese escote nadie te va a creer que eres ejecutiva. Necesitas otra ropa, otro peinado… otra actitud.
Asentí. Sabía que tenía que borrar todo rastro de Salomé.
Volví a casa, revolví el armario hasta encontrar un vestido de los tiempos felices, recorté mi cabello hasta los hombros y lo pinté de negro. Me miré al espejo una última vez. No parecía yo, pero por dentro… seguía siendo la misma chica llena de fuego.
A la mañana siguiente, Karen me confirmó todo. Andrés me envió el perfil falso que debía memorizar: universidad, experiencia, referencias. Lo estudié como una actriz que se aprende su papel más importante.
Cuando llegué a la entrevista, sentí las manos heladas. Pero eso no fue lo más impactante.
La mujer que me recibio me dejó con la boca abierta , era Antonia.
La misma que me había insultado aquella noche, la novia que José amaba con intensidad.
Me hizo pasar, revisó mi hoja de vida y frunció el ceño.
—No cumples el perfil. Gracias por venir —dijo, sin miramientos.
—Puede verificar las referencias —respondí, fingiendo sorpresa.
—No tengo por qué darte explicaciones. Tu currículum es demasiado bueno para este cargo —cerró el expediente y señaló la puerta.
Y justo cuando me levanté para marcharme, una voz me paralizó.
—¿Ella es la candidata?
Me giré. Era él.
José.
Tan impecable como esa noche, tan malditamente irresistible. Tomó mi carpeta de las manos de Antonia y la revisó. Su mirada se cruzó con la mía. Fue como un cortocircuito.
—No me preguntaste —le dijo a Antonia, firme—. Ella tiene una gran currículum, será mi asistente.
—Yo la rechace
—Yo decido —dijo el con firmeza.
—¿Me estás desafiando? —su rostro se desfiguró de rabia.
José me tomó de la mano.
—Bienvenida, Georgina. Desde hoy, eres la asistente del CEO de Manrique Inversi
ones, específicamente del heredero de esta empresa.
La vida no podía see tan cruel, el era hijo del maldito que mato a mi padre.