



Capítulo 1: Acuerdo
Bianca.
Y ahí estaba yo, en medio de una cena familiar con el líder de la mafia enemiga. Mi mirada estaba centrada en mi padre, el hombre que me acababa de vender por millones de dólares.
¿Por qué lo hizo? Era simple: alianza, poder y muchísimo dinero.
Papá era el líder mafioso de la familia Morelly, y había una guerra entre dos organizaciones, los Morelly y los Rinaldi...
—Una vez que entregues el dinero, mi hija será tuya —informó mi padre—. Esto confirmará nuestra alianza. La guerra entre nosotros se detendrá, y si alguna de las dos partes rompe el acuerdo y ataca al otro, ya sabes lo que pasará...
—Por supuesto. Me encargaré de avisarle a mis hombres para que no lo arruinen.
Mi padre tenía el cabello oscuro, escaso en las sienes, anunciaba una calvicie inevitable. Pero no era su aspecto lo que imponía, sino su mirada: afilada como una bala que no buscaba un blanco, sino una mente lo suficientemente fuerte para resistir su impacto.
Papá daba miedo... incluso a mí me daba miedo. ¿Y cómo no? Si pasó toda su vida enseñándome sobre un mundo ilegal y a servir a los más fuertes. Yo estaba lista para casarme con un desconocido con tal de salvar a la familia y parar la guerra que me arrebató a mi madre años atrás.
—Por mi parte, ningún Morelly te atacará de nuevo, siempre y cuando mi hija esté con vida —Entre cerró los ojos.
Tragué saliva.
¿Viva? ¿Era en serio?
—No hay problema con eso —respondió Luca.
Luca Rinaldi, se veía bastante joven para ser un líder.
Quise protestar, pero me enseñaron a mantenerme callada incluso cuando yo no estaba de acuerdo en algo.
Me mordí el labio y bajé la cabeza. Vi mi reflejo en el vaso de vidrio, y mi escote resaltaba el poco busto que tenía. Mis labios estaban pintados de un rojo parecido a la sangre.
Los cubiertos chocando con los platos rompían el silencio incómodo que se formó. Un tono de llamada ruidoso me hizo fruncir el ceño.
Era el celular de papá.
—¿Hola? —Esperó, luego se levantó y salió del comedor.
Vale.
Me encontraba sola con el enemigo, genial.
Lo observé de reojo, sin atreverme a girar del todo.
Su cabello negro, aún húmedo, sugería que se había duchado justo antes de llegar. Sus ojos azulados, rasgados y penetrantes, no se despegaban de la copa de vino entre sus dedos. Pero justo cuando creí que no lo notaría, alzó la mirada... y me atrapó en pleno acto de espiarlo.
—Cuéntame, Bianca... —habló, su gruesa voz me hizo estremecer—. ¿Cuántos años es que tienes?
Uff, pensé que me regañaría.
—Veinte.
—Eres bastante joven... —murmuró, ladeando una sonrisa.
Tenía curiosidad por saber la suya, pero me contuve para no parecer desesperada.
—Puedes hablar, no te voy a comer —bromeó, se le formaron unos lindos hoyuelos—. Quiero que sepas que en este matrimonio no habrá amor, así que no tienes que esforzarte por impresionarme con tu sumisión.
Carajo.
¿La había cagado y sin decir nada?
—Lo lamento.
—No te disculpes. Detesto que las personas se disculpen cuando no hacen nada —bufó, arrugando la frente—. Tenemos que llevarnos bien si queremos parar esta puta guerra. Tengo bastantes enemigos con los que lidiar, así que quitarme a los Morelly de encima me ayudará un montón en mis objetivos.
—Comprendo, señor —Asentí.
—Señor... ¿Cuántos años crees que tengo? —Juntó las manos sobre la mesa, espectante.
Por su apariencia...
—¿Veinticinco?
Soltó una carcajada profunda que me hizo parpadear.
—Me halagas, Bianca, pero no. Tengo treinta años —Sus blancos dientes se asomaron un poco.
Treinta...
Oh, por Dios. Me llevaba diez años. Aunque he de admitir que no los aparentaba.
—¡Muy bien! Tengo cosas importantes que hacer —informó papá, por su culpa me sobresalté—. Lamento tener que acabar con nuestra reunión.
—De hecho, yo también me iba —Luca se levantó.
—Bianca, tus maletas ya fueron llevadas al auto de Luca hace un rato —dijo mi padre, acercándose a mí cuando me puse de pie.
¿Eh?
¿Ya me iba a ir con él?
—Te irás con Luca hoy mismo, cariño —añadió, colocando la palma de su mano sobre mi hombro—. Así que te deseo suerte. No lo mates, tampoco dejes que te mate, y haz caso en todo lo que te pida, ¿comprendes?
Vaya... Qué buenos consejos los de mi padre.
Siempre me entrenaron para este destino: convertirme en la esposa de un hombre temido por todos. Un mafioso con sangre en las manos y poder en cada palabra. Y aunque había repetido ese futuro en mi mente hasta convencerme de que podía soportarlo… una parte de mí, la más callada, no estaba lista. No para todo lo que vendría.
Traté de abrazar a mi padre, pero él me rechazó, como siempre. ¿Acaso me quería? Porque sus acciones no lo demostraban.
Incliné ambas cejas, un poco furiosa.
—Un placer hacer negocios con usted —Luca le estrechó la mano—. Espero que no volvamos a vernos.
—Yo espero lo mismo, Luca. Trata de cuidar de mi hija —respondió mi viejo.
Nos despedimos y me fui al lado de mi prometido del que alguna vez llamé hogar. Me esperaba una vida junto a un extraño con apellido temido y mirada impenetrable. El futuro que me aguardaba estaba envuelto en sombras; no sabía si debía temerlo o esperarlo.
Solo una cosa era clara: ya no tenía regreso por la expresión de mi padre... Él ansiaba con venderme lo antes posible.
Cuando me subí al auto, vi una última vez esa enorme mansión blanca. Extrañaría cada momento que estuve leyendo en la biblioteca para alejarme del mundo en el que fui obligada a estar.
—Se nota que tu padre no te ama —habló Luca, dejándome en shock.
—¿Q-qué? —balbuceé.
—Te acaba de vender al hombre más peligroso del país y está feliz por eso —se mofó, con la mano en el volante—. Sólo porque se librará de mis ataques.
—Da igual... —murmuré.
—No, no da igual. Se nota en tu cara que deseas que alguien te ame por primera vez en tu vida —Se detuvo en un semáforo y sus ojos se clavaron en los míos—. Pobre niñita... No sabes lo que te espera.
La incertidumbre me invadió, porque ese tipo ya no se mostraba tan compasivo como antes...
¿Qué sería de mí?