La verdad tiene voz

La sala del juzgado parecía más fría esta vez, aunque no era invierno. Tal vez era el aire tenso, espeso, que se respiraba antes de una tormenta. Tal vez era yo. O tal vez era que, por primera vez, el miedo no era mío.

Ya no temblaban mis manos. No necesitaba esconder los ojos ni reprimir mis p...

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