El jardín del engaño. Capítulo 19. Lo que el silencio no puede ocultar.

Rosemary

Así que me acomodé en el sofá, con la espalda recta y las manos sobre el regazo, como si mi cuerpo no temblara por dentro. No le di la espalda, no me encorvé, no huí. Esta vez no.

Si algo había aprendido de la primera vez que salí corriendo sin escuchar a Samir, fue que el silencio tamb...

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