



Capítulo 5: No la misma de antes.
—No es un placer volver a verte. — dijo Charlotte con una frialdad que hirió a Samuel.
Aquel apuesto magnate de cabellos castaños y ojos azules, vio a su ex esposa recorriendo con su mirada cada parte de ella sin perder detalle.
Charlotte había cambiado, admitió. Ella estaba tan hermosa como la recordaba, sin embargo, su porte estaba cargado de una elegancia distinguida y de un orgullo avasallador, y sus ojos verdes esmeralda, no lo miraban con aquella adoración y devoción como siempre lo habían visto…en su lugar, había frialdad, desdén y un desprecio devastador. Samuel sintió como un escalofrió lo recorrió por completo, pues, aunque no quería admitirlo ni siquiera para sí mismo, esperaba encontrarse con aquella hermosa y cálida mujer que lo había amado con adoración.
—¿Por qué has vuelto?, ¿Esperabas volver a verme? — cuestionó Samuel, mientras observaba a aquel hombre junto a su ex esposa. —¿Y quién es este hombre? — exigió saber sintiendo los celos carcomerle el pecho.
—Jasper Evans. — se presentó Jasper con brusquedad.
Samuel observo atentamente a Jasper Evans; aquel sujeto sin lugar a dudas, era un hijo de Inglaterra, su cabello rubio cenizo, sus ojos celestes y su barba bien recortada, así como su estatura y acento, lo delataban.
Notando aquella mirada en Russell, Jasper se apresuró a colocarse delante de Charlotte, soltando delicadamente su mano. La ira y los celos de Samuel le revolcaron sin piedad el corazón sobre sí mismo, y cuando su mirada de zafiro se volvió a cruzar con la de su hermosa ex esposa, aquella mujer, la musa de cabellos rubios, encontró aquella mirada de su ex esposo completamente furiosa y cargada de pasiones reprimidas y ahogadas.
Charlotte, por un momento, se paralizó. Sin embargo, no se permitió demostrar expresión alguna que no fuese indiferencia.
— Samuel. — musitó Charlotte sintiendo como su corazón deseaba latir con rapidez, aunque no se permitió perder el control de sí misma ante aquel miserable hombre que había permitido que la humillaran.
—Veo, que no perdiste el tiempo, y me has olvidado. Quiero hablar contigo, en privado, Charlotte. — dijo y exigió Samuel arrastrando dolor en sus palabras.
El corazón de la rubia ardió en el rencor al recordar aquel cumpleaños en que fue cruelmente humillada y expulsada de la mansión Russell.
—Las razones que tengo para estar aquí no son asunto tuyo, así que te exijo que termines con esta tontería y me dejes marchar. Tu y yo no tenemos nada de qué hablar. — respondió Charlotte.
El viento helado del invierno, en aquel instante, pareció desatar su furia. Y en los ojos de zafiro de aquel magnate, Charlotte vio de golpe aquel pasado que creyó olvidado y enterrado.
Samuel Russell sonrió. Finalmente, aquella musa que durante tantos años estuvo escondida de él, había regresado, y está vez, nada ni nadie, le iba a impedir tenerla. Charlotte debía de pagar la traición que le había hecho…y ella era suya, tan solo suya, para amar…o destruir, se dijo a si mismo Samuel.
—No te dejaré marchar de aquí, Charlotte, no hasta que hables conmigo. Sabes bien que tengo el poder de impedirte salir de este lugar. — respondió Samuel con arrogancia.
Charlotte sonrió con ironía, y tomando su celular, envió un mensaje de texto rápido.
—Por supuesto, ¿Cómo olvidarlo?, el gran magnate Samuel Russell, tiene el poder de hacer lo que quiera con quien quiera…pero esta vez, no lo harás conmigo. En unos minutos vas a recibir una llamada de alguien importante, y tu no tendrás más opción que hacerte a un lado para dejarme ir. No voy a hablar contigo hoy, ya tendremos la oportunidad de vernos cara a cara en otras circunstancias. — aseguró Charlotte. Ella ya no era la misma de antes, y sus amistades, eran otras.
Samuel soltó una risa. — Veo que ahora te crees mucho más valiente porque llevas Prada, pero no debes de olvidarte de quien soy yo. — amenazó Samuel.
Jasper se interpuso nuevamente entre Charlotte y Samuel, y dándole una mirada desafiante al magnate, habló.
—Creo que tal vez, señor Russell, usted debería de saber quién es ella. — respondió Jasper mirando desafiante a Samuel.
Samuel le dio una mirada furiosa a Jasper, y sonriendo, dio un par de pasos hacia Charlotte.
—Veo que tu nuevo hombre tiene pelotas, pero no es nadie comparado conmigo. — respondió Samuel.
Y tomando la mano de Charlotte, Samuel la besó, pero la mano fuerte de Jasper lo apartó de ella de inmediato. Charlotte miró a los ojos a aquel miserable magnate que la había despreciado, y mirando hacia abajo a Samuel, sonrió.
— Será mejor para ti no subestimarme, Samuel, ya no soy la misma mujer que fui un día. — dijo Charlotte con firmeza, mirando a los ojos azules de su ex esposo.
Samuel sonrió. — Eso está por verse Charlotte. No olvides con quien estás hablando, y la hija de un hombre casi arruinado, no puede superarme. — respondió.
Repentinamente, el celular de Samuel sonó en su bolsillo, y mirando a quien pertenecía la llamada entrante, le dio una mirada confundida a Charlotte quien le sonrió a cambio.
—Señor gobernador, ahora mismo estoy ocupado, ¿Puedo llamarle más tarde? — dijo Samuel respondiendo la llamada.
El rostro de Samuel palideció, y apartándose, dio una indicación a sus hombres de que se hicieran a un lado. Charlotte sonrió con orgullo, y mirando como Eugenia regresaba con sus hijos cubiertos con una manta como rápidamente le había indicado por mensaje, espero por ellos.
Samuel se quedó en silencio, mientras se preguntaba ¿Por qué el gobernador le había pedido dejar ir a Charlotte Williams en paz?
—Te dije, Samuel Russell, que no me subestimaras. — dijo Charlotte con orgullo.
Desde las puertas de salida del aeropuerto, Asher y Aria miraron a aquel hombre alto de cabellos castaños que hablaba con su madre, y los gemelos se miraron entre si con extrañeza. Aquel hombre, tenía el mismo color de cabello que ellos. Saliendo ocultos bajo la manta y de la mano de Eugenia, los gemelos del magnate llegaron con su madre, logrando mirar más de cerca a aquel hombre extrañamente familiar que parecía esforzarse por mirarlos debajo de su mantita.
Caminando imponente y orgullosa junto a sus hijos y Jasper, Charlotte subió a aquella camioneta de lujo que había estado esperando por ellos, y se alejó ante la mirada impotente de Samuel Russell, quien se sentía destrozado al confirmar que, efectivamente, aquellos niños que no pudo ver bien, parecían ser los hijos de la mujer que había extrañado cada segundo en aquellos casi siete años que no la había visto.