Capítulo 4: Los celos y el desconcierto.

El aire de New York, se sentía tan denso y pesado como Charlotte lo recordaba. La nieve había comenzado a caer, y de a poco, el suelo y las altas copas de los árboles comenzaban a pintarse de blanco hacia el exterior del aeropuerto, mientras esperaban por sus maletas y por Eugenia quien había ido a los sanitarios, la habían traído consigo para que cuidase de los gemelos. Hacía frío, aunque quizás, no tanto como en Londres, donde había estado viviendo casi los últimos siete años de su vida…sus hijos, habían nacido en aquel país al que decidió marcharse junto a su padre para comenzar una nueva vida…y para preparar su venganza.

— Cielos, los estadounidenses sí que son extravagantes, mira todas esas luces que se ven en la ciudad en esa fotografía, seguro las personas que viven en los departamentos cercanos en el centro de New York, no deben de lograr un sueño reparador por las noches. — dijo Jasper Evans quien sostenía entre sus brazos a la pequeña Aria.

Charlotte sonrió por el comentario.

— Existen cortinas que no dejan entrar la luz, Jasper, yo soy norteamericana y no creo ser tan extravagante como imaginas que somos. — respondió Charlotte.

En su lujoso auto deportivo, Samuel atravesaba a toda prisa la ciudad de New York, para llegar al aeropuerto internacional Kennedy. Su corazón latía desbocado, mientras sus vividos recuerdos de aquellas apasionadas noches que una vez compartió con Charlotte Williams, lo golpeaban sin piedad. Quería verla, aun y cuando ella ya no fuese nada más que su ex esposa y hubiese formado junto a otro hombre una familia, quería verla de nuevo.

La nieve caía sin detenerse, y a pesar del frio invierno, Samuel Russell sentía su corazón calentarse.

Después de casi cuarenta minutos, y de recoger sus maletas y esperas a la vieja nana Eugenia, todos caminaban hacia el exterior del aeropuerto, sin percatarse ninguno de que eran sigilosamente seguidos por Leonel Russell.

—Entonces, pasado mañana se realizará el desfile de modas en el que mostraras tus nuevos diseños. Es bastante curioso que sea realizado justamente el día de tu cumpleaños, ¿Harás algo para celebrar después del desfile? — cuestionó Jasper.

Charlotte negó. — No me gusta celebrar mi cumpleaños, quizás solo beba un poco de chocolate caliente con mis niños mientras miramos películas infantiles. — respondió la rubia entre risas.

Jasper sonrió. Aquella mujer le había gustado desde el primer momento en que la había conocido hacia cinco años atrás, y poco a poco se había enamorado perdidamente de ella. Secretamente Jasper esperaba volverse más cercano a Charlotte en aquel tiempo que pasaría con ella en New York.

—Bueno…eso suena a un buen plan para mí, espero estar invitado. — dijo Jasper.

—Si mamita, tomemos chocolate caliente y veamos al ratón. — pidió Asher siendo secundado por su gemela Aria.

—¿Quiere que le prepare lo mismo de siempre para su cumpleaños señora? — cuestionó Eugenia.

Charlotte sonrió. — Si, eso sería bueno. — respondió.

Sin embargo, una vez que salieron completamente del aeropuerto, Charlotte frunció el entrecejo al mirar como varios hombres que llegaban en autos negros, les impedían avanzar hacia el vehículo que había previamente rentado para trasladarse a su lujoso departamento en la ciudad.

—¿Qué significa esto? — cuestionó Charlotte.

—lo siento señora, pero tenemos la orden de no permitirle salir de esta área. — dijo uno de aquellos hombres.

Dejando a Aria en los brazos de su madre, Jasper avanzó un par de pasos, colocándose protectoramente delante de la rubia y sus gemelos.

—Esto es ridículo, ¿Quién tiene la autoridad de permitir semejante atropello?, nos iremos de aquí ahora mismo. — dijo Jasper con enojo, empujando a uno de aquellos hombres.

Charlotte miró a su alrededor, y molesta, admitió para sí misma que solo conocía a una persona con la “autoridad” para ordenar semejante acto. Ocultando aún mejor los cabellos de sus hijos, la rubia tomó la mano de Jasper, y lo miro a los ojos.

—Por favor, Eugenia, toma a los niños y llévalos dentro para comprar dulces. — dijo Charlotte más como una orden que como una petición.

Eugenia asintió, y sin demora, la vieja nana tomó a los pequeños y caminó con ellos de vuelta al interior del aeropuerto, sin percatarse nadie de que Leonel Russel seguía atento observando.

Leonel había llamado a los hombres de su hermano para impedir que Charlotte Williams se marchara, y siguiendo a Eugenia, el hijo menor de los Russel notó lo peculiares que eran aquellos ojos azul zafiro que poseían los presuntos ojos de Charlotte. Una punzada cargada de un presentimiento, le había atravesado el pecho.

Jasper miró y le asintió a Charlotte mientras ella seguía sosteniéndole la mano, ya intuyendo que algo más serio estaba pasando.

En ese momento, un lujoso auto deportivo llegaba, y aquellos hombres de negro hacían una formación para recibir a su jefe. Charlotte, mantuvo su porte serio y distinguido, mientras esperaba ver el rostro de aquel miserable después de casi siete largos años. De aquel costoso automóvil, emergió Samuel Russell, quien arrogante, caminó hacia aquella mujer vestida tan elegante y de porte distinguido.

Los ojos azul zafiro y los ojos verdes esmeralda, se miraron fijamente por primera vez en demasiado tiempo, manteniendo en su mente aquel último momento en que estuvieron juntos…manteniendo en su mente el supuesto engaño y la humillación.

—Cuanto tiempo sin verte, Charlotte Williams, ¿A dónde crees que vas con tanta prisa? — cuestionó Samuel mirando fijamente a aquella mujer de cabellos rubios.

Los recuerdos de aquel amor que por Charlotte Williams aun sentía, se avivaron como un fuego que le lastimaba el pecho. Allí, finalmente, su ex esposa estaba delante suyo…de la mano de un hombre desconocido.

Charlotte miro a los ojos de aquel hombre que tanto daño le había hecho, y callando su propio corazón, enterró en lo más profundo aquel amor que una vez sintió hacia Samuel Russell, para darle una mirada gélida aún más helada que la nieve que sobre ellos estaba cayendo.

—Samuel Russell, el importante magnate, se ha dignado a aparecer ante aquellos que considera inferiores. No es un placer volver a verte. — respondió Charlotte con frialdad.

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