Capítulo 1: Humillación de cumpleaños.

El pastel de cumpleaños, estaba tirado sobre el suelo y el rostro de Samuel Russel, estaba completamente rojo por la ira. Sus puños estaban apretados, tan enrojecidos como su cara, mientras miraba con un gran desprecio a Charlotte Williams, que incrédula, y con lágrimas en los ojos, miraba a su esposo, el único hombre al que ella se había entregado y al único al que había amado, mientras el parecía contener la furia que estaba sintiendo.

— ¿Me quieres decir que significa esto? — cuestionó Samuel arrojando sobre su esposa aquellas fotografías que le habían sido entregadas por Sofia Vega, su ex prometida, apenas unos momentos antes.

Charlotte tomó una de aquellas imágenes, en donde pudo verse a ella misma completamente desnuda y entre los brazos de un hombre al que ella jamás antes había visto. Derramando las lágrimas que ya no pudo contener, la hermosa mujer de cabellos rubios y ojos verdes, apenas podía creer que alguien tuviese la maldad de crear imágenes tan terriblemente falsas y crueles.

— Samuel…yo jamás… —

— ¡Silencio! — gritó Samuel ya sin reprimir su furia. — ¡Te saqué de la vida miserable en la que vivías, por mi comiste y vestiste de manera decente por primera vez en tu vida! Y, aun así, ¿Te atreves a engañarme?, ¡Me has demostrado que no eres más que una mujerzuela como cualquier otra! — afirmó el, golpeando la mesa en donde los regalos de cumpleaños se encontraban, haciendo caer varios de estos al suelo.

Charlotte sollozó, y tocándose su pequeño vientre, sintió como el alma y el corazón se le iban partiendo en miles de pedazos. Tomando la mano de su esposo, Charlotte lo miró suplicante, rogando con la mirada que la escuchara.

— Samuel, yo jamás te traicionaría, estas fotografías son falsas…yo jamás… —

El estruendoso sonido de una bofetada, resonó en aquel saloncito. Sofia Vega había abofeteado a Charlotte, obligándola a apartarse de Samuel, y callándola del golpe, haciéndola también caer sobre el suelo ante la mirada indiferente de Samuel.

— ¿Como te atreves a decir que yo inventé esto?, ¡No eres más que una cualquiera que nunca debió de casarse con Samuel, las mujeres de tu clase no buscan nada más que el dinero de hombres como el…es momento de que conozcas tu lugar y te largues de esta casa! — gritó Sofia dibujando una sonrisa maliciosa en su rostro. — Si lo que quieres es dinero, ¡Entonces tómalo! — ella volvió a gritar sacando un fajo de billetes de su costoso bolso, para luego arrojarlos todos sobre Charlotte.

Los invitados de aquella fiesta de cumpleaños, murmuraban entre si dejando escuchar sus risas burlonas, mientras señalaban a la rubia que nunca habían terminado de aceptar por ser “de clase baja”.

Pronto, una mujer regordeta y de cabello oscuro, se posó frente a Charlotte, dándole a la infortunada rubia una mirada cargada de odio y de desprecio. Aquella era Samantha Russel, la madre de Samuel, y quien siempre había despreciado a Charlotte por ser la hija de una familia ordinaria.

— Quiero que te quites esa ropa, mi hijo gastó mucho dinero en ella y alguien como tú no merece llevarla puesta, vas a devolver cada cosa que Samuel te ha comprado, y saldrás de mi casa tal cual y como llegaste, sin nada. — dijo Samantha, mirando con desprecio a su nuera, mientras daba un par de aplausos para llamar a dos de sus sirvientas, quienes rápidamente tomaron a Charlotte para someterla y comenzar a arrancarle la ropa.

Sofia Vega sonrió triunfal; en su mente concluía que había valido la pena pagar varios cientos de miles de dólares, por aquellas ediciones perfectas que finalmente habían arruinado el matrimonio de su ex prometido, con aquella mujer a la que consideraba una miserable. Charlotte Williams se había casado con el hombre que le había sido prometido a ella desde muy joven, y jamás la había perdonado.

Las risas de los invitados resonaron en los oídos de Charlotte logrando marearla, y mirando aquel hermoso pastel que Samuel tiró hacia el suelo, supo que aquel era el peor día de su vida…y el cumpleaños más doloroso desde la muerte de su madre. Aquel día de enero, era su vigésimo quinto cumpleaños, y Charlotte sentía como las lágrimas calientes se le derramaban sin césar desde sus ojos verdes, viendo cada momento hermoso entre ella y Samuel destruirse por completo, mientras sus sueños y esperanzas se derrumbaban con crueldad.

Lo había conocido hacia cinco años atrás, cuando ella era aún una estudiante universitaria llena de sueños y esperanzas en un futuro prometedor, y él ya era un consolidado estudiante de último año que sería el heredero de su prestigiosa y adinerada familia. Ella no era pobre, sin embargo, no era una mujer considerada al mismo nivel que Samuel, y desde el comienzo de su relación, habían sido cruelmente señalados por todos a su alrededor. Sin embargo, la gentileza y pasión de su esposo, la habían hecho caer irremediablemente enamorada y Charlotte se negaba a creer que aquel dulce hombre del que ella se había enamorado, la estuviese tratando con tanto desprecio e indiferencia mientras permitía que otros se burlaran y la humillaran.

Samuel miraba con dolor como las sirvientas desnudaban a su aun esposa, mientras ella sollozaba en silencio.

— Es suficiente. — dijo el magnate de cabellos castaños y ojos azules, ordenando a las sirvientas que se detuvieran. Amaba a Charlotte, pero aquella traición que para él era tan cierta y evidente, lo había destrozado.

Tomando el tobillo de Samuel, y con su cuerpo apenas cubierto con su ropa interior, Charlotte le dio una última mirada de súplica a su esposo, mientras tocaba con cuidado su pequeño vientre.

—Samuel…soy tu esposa, me conoces, yo jamás te engañaría, para mí, tú eres el mundo entero…no quiero tu dinero, no quiero nada más, tan solo a ti. Por favor…no permitas que me hagan esto. — dijo Charlotte entre lágrimas.

Mirando una de las fotografías que yacían en el suelo, aquel magnate vio a su Charlotte desnuda en los brazos de otro hombre. Samuel sintió que la rabia y el dolor lo invadían de nuevo, y zafándose con brusquedad del agarre de Charlotte, la levantó sin contemplación del suelo, tomándola con fuerza por uno de sus delgados brazos.

— Lárgate ahora mismo…Charlotte, nunca más quiero volver a verte. — exigió Samuel.

Ante las miradas y las burlas de la familia y amigos de los Russell, Charlotte era arrastrada por su esposo hacia la salida de aquella enorme y lujosa mansión, mientras sus suplicas y llanto no eran escuchados por su esposo. Mirándola un momento, Samuel no se permitió creer ni un segundo en su aun esposa, y con fuerza, la empujó con crueldad por las pequeñas escaleras de la entrada.

—Tu ya no eres mi esposa, espera por los papeles de divorcio, nunca más quiero volver a saber de ti. — dijo el magnate, viendo a su esposa al final de aquella escalera por la que había caído.

Charlotte sintió el frío de aquella noche golpearla, así como el helado adoquín en donde había caído. Su alma estaba hecha pedazos, Samuel no había creído en ella, y el…la había traicionado y humillado de la peor manera. Las risas de las personas que habían salido a verla en medio de su desgracia, volvieron a resonar como mil ecos a la vez dentro de su mente, y una rabia atroz dio lugar tras aquel sufrimiento que estaba padeciendo.

— Eso es lo que mereces, maldita embustera y trepadora, me encargaré de que todos sepan la clase de mujer que eres. — gritó Samantha, la madre de Samuel.

Sofia Vega vio con orgullo lo que su cruel calumnia había logrado, y dando un sorbo a su copa de champagne, se sintió dichosa al sentir finalmente el camino libre para recuperar al hombre que deseaba para sí misma. Su mentira, había destrozado la vida de la mujer a la que más odiaba en el mundo, y estaba feliz con ello.

Escuchando las burlas y los insultos, y sintiendo el alma y corazón destrozados por la pena y el odio, Charlotte se levantó del suelo, y dando una última mirada a Samuel Russell, el poderoso magnate que le había demostrado no ser el hombre que ella creía, alzo con orgullo su mirada, decidiendo tomar la dignidad que aún le quedaba para volverla su fuerza…junto a aquel secreto en su vientre que revelaría ese día, pero que ahora callaría para siempre.

— Te vas a arrepentir de esto, Samuel, todos ustedes se van a arrepentir de lo que me han hecho. — dijo Charlotte con determinación.

Dándole la espalda a su aun esposo, Charlotte caminó semi desnuda, tan firme como le permitieron sus piernas temblorosas, y secando su última lágrima, dirigió sus pasos fuera de la enorme propiedad de los Russell entre las burlas e insultos de aquellas crueles personas que la habían humillado.

De alguna manera, se prometió a sí misma, se vengaría de los Russell, y les devolvería cada humillación sufrida. Tocándose el vientre, Charlotte también se juró, que aquel niño o niña que ya crecía dentro de ella, no sabría jamás que el despreciable magnate Samuel Russell, era su padre.

La camioneta de su padre estaba fuera, y mirando a su hija, el señor Charlie Williams, corrió hacia ella para cubrir su casi desnudez del frío de aquella terrible noche.

— ¿Que ha pasado mi niña? — cuestionó el pobre hombre que recién llegaba a la fiesta de su hija.

Charlotte negó. — Vámonos padre, vayámonos lejos y sin mirar atrás, mis lazos con la familia Russell, se han roto. — dijo la joven de cabellos rubios con frialdad.

Una semana después, Samuel recibía los papeles de divorcio firmados por Charlotte, ella había renunciado al dinero que él estaba dispuesto a proporcionarle si aceptaba divorciarse con rapidez. Bebiendo directamente de su costosa botella de whisky, Samuel derramó lágrimas por aquella mujer que lo había, en su creencia, traicionado. Aquellos tres años de feliz matrimonio, se habían terminado…y con ellos, su capacidad de amar.

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