Prólogo

Me dolía mirarlo. Me dolía estar cautivada por su belleza etérea. Me dolía saber que me amaba. Me dolía porque sabía que ningún tiempo con él sería suficiente, que algún día todo me sería arrebatado y entonces, ¿con qué me quedaría?

El recuerdo de este hombre, este ser excepcional que me dio todo mientras no me daba nada. Este hombre que vio mi verdadero yo, todas mis imperfecciones y exasperantes idiosincrasias y me amó aún más por ellas.

El recuerdo de su toque eléctrico en mi piel y la forma en que la luz del sol capturaba el oro líquido en sus ojos. La manera en que sus ojos me capturaban y me desafiaban a mirar hacia otro lado.

Me enamoré de sus ojos, me enamoré de su alma, me enamoré de su risa y de su llanto, me enamoré de la forma en que decía mi nombre, me enamoré de la manera en que me abrazaba por la noche, me enamoré de su terrible café, me enamoré de todo sobre él y me dolía saber que algún día me quedaría solo con recuerdos porque él era mi todo.

Algunos dicen que el amor es solo una reacción química, yo creo que es mucho más que eso. El amor no es algo que se pueda forzar o crear con la ciencia. El amor es cuando dos personas se encuentran y de repente, tu mundo cambia.

El amor es cuando la tierra deja de moverse y él es lo único que te mantiene firme, el amor es cuando todos a tu alrededor desaparecen y solo lo ves a él y te deja sin aliento.

Él se convierte en tu sol y tu luna, tu comida y tu agua, el aire que respiras, tu vida.

El amor es inexplicable.

Y es la tragedia más hermosa de todas.

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