



Capítulo 3 -Parte 2-
Klaus:
—Pronto, amor, seré yo quien te haga explorar el mundo, solo un poco más de paciencia.
Sacudí la cabeza ante su mente astuta, no entendía cómo se había relacionado conmigo, pero ella sonrió y se levantó agradeciendo al anciano y a la señora antes de salir de la panadería.
—Ve tras ella, hijo —dijo el anciano animándome. Me reí mientras miraba hacia abajo, agarraba mi billetera y ponía otros cien ducados en la mesa, sabiendo con certeza que era mucho más de lo que costaba cualquier cosa en su panadería, pero él y su esposa lo merecían.
Segundos después, encontré a la princesa sentada en uno de los bancos mirando las estrellas junto a una cabina telefónica. Me reí y caminé hacia ella, preguntándome qué encontraba tan atractivo en el cielo nocturno que siempre lo miraba cuando podía.
—¿Cómo supiste que era yo? —pregunté levantando una ceja.
—Tu voz te delató —dijo sin mirarme, sus ojos aún en el cielo por unos segundos más antes de bajar la cara para mirarme a los ojos.
—Aunque tengo curiosidad de cómo lograste entrar en mi habitación y salir sin ser atrapado todos estos años, especialmente porque está en el segundo piso, y nunca estabas cuando buscaba tu voz —dijo honestamente. Levanté una ceja ante su manera fría, ¿cómo no se sorprendía de esto?
—¿Cómo es que no te sorprende o asombra esto? —pregunté expresando mi confusión.
—Porque, acabas de probarme que todo esto era un sueño, y que estaba de vuelta en el palacio durmiendo en mi cama —dijo haciéndome fruncir el ceño en confusión—, pero es un sueño hermoso, me gusta y espero no despertar nunca de él.
—¿Por qué no? —pregunté sentándome a su lado. No pareció importarle, aunque creo que es solo porque no creía que lo que le estaba pasando en ese momento fuera real.
—Todos son muy amables, y finalmente te conocí. He estado escuchando tu voz en mi cabeza durante tanto tiempo que me preguntaba si eras real o no, al menos ahora te vi en mi sueño y sé cómo te ves —dijo sonriendo. No sabía cómo responder a lo que dijo, por lo que me quedé en silencio y miré al cielo encontrando el hermoso cielo nocturno lleno de estrellas y una luna llena. Era en momentos como este cuando sentía lo bendecido que era por ser un híbrido y no un hombre lobo normal que habría sido obligado a transformarse contra su voluntad.
—Ahora sé lo que encuentras en el cielo nocturno —dije sonriendo. Ella soltó una risa suave antes de mirar hacia arriba, admirando la belleza del cielo. Sin embargo, yo dirigí mi mirada hacia ella, admirando su belleza, lo libre que se veía estando fuera de esas paredes del palacio que le estaban drenando la vida.
—Es hermoso, ¿verdad? Todo está tan bien definido, tan libre y grande, no hay nada que bloquee tu vista —dijo explicando. Me quedé en silencio escuchándola, perdiéndome en ella, deseando poder llevármela conmigo, lejos de sentirse atrapada como lo hacía, lo cual era obvio en la forma en que hablaba.
—¡Oh! Mira, una estrella fugaz —dijo emocionada señalando el cielo. Seguí su mirada y sonreí al ver la estrella.
—Bueno, ¿qué esperas? Cierra los ojos y pide un deseo —le dije. Ella frunció el ceño confundida y me reí—. Se dice que cuando pides un deseo a una estrella fugaz, tu deseo se hace realidad.
—¿De verdad?
—Eso dicen las leyendas, puedes intentarlo si quieres, da una sensación hermosa hacerlo —dije mirándola a los ojos. Era cierto, esas estrellas fugaces venían de nuestro reino. Cuando nacía un hijo de un apareamiento, una estrella fugaz cruzaba los reinos concediendo a quien la viera y pidiera un deseo, su deseo. Era nuestra forma de celebrar el nacimiento de un hijo de un apareamiento.
Kiara cerró los ojos y sonreí mientras la miraba, admirando sus rasgos, su mandíbula afilada, sus labios rosados y carnosos, sus largas pestañas. Ella era todo lo que un hombre deseaba y más.
—¿Se supone que debo decir mi deseo en voz alta? —preguntó y me reí.
—No, solo piénsalo y cree que sucederá, luego abre los ojos —dije sonriendo. Ella asintió haciendo lo que le dije, su expresión se suavizó mientras pedía su deseo. Aunque tenía curiosidad por saber qué había pedido, sabía que no debía preguntar.
—¿No se preocupará tu familia porque te has ido? —le pregunté mirando la hora. Eran más de las once y ella había estado fuera casi dos horas.
—Si se enteran de esto, estaré en grandes problemas, pero de nuevo, esto es solo un sueño, ¿por qué preocuparse? —dijo sonriendo y asentí. Necesitaba una forma de devolverla al palacio sin que nadie se diera cuenta de que se había ido, y sin que ella descubriera que esto no era un sueño, al menos hasta que viniera a llevármela mañana. No había forma de que la dejara en ese palacio por más tiempo.
—Cierto, cierto —dije sonriendo. La miré y la encontré mirándome, levanté una ceja confundido. Ella sonrió y sacudió la cabeza, aunque no parecía incómoda al ser sorprendida mirándome, pero tenía que recordarme que ella pensaba que todo esto era un sueño.
—¿Todo bien, amor? —le pregunté suavemente. Ella asintió dándome una suave sonrisa, una que había estado deseando ver dirigida hacia mí desde el día en que la vi.
—Este es solo un hermoso sueño —admitió—. No quiero que termine.
—Podemos hacer que dure una eternidad si quieres —dije suavemente.
—Voy a despertar en unas horas en mi habitación, en ese palacio, sin poder caminar sin un guardia, o comer sin una criada vigilando cada uno de mis movimientos, no durará una eternidad —dijo tristemente. La miré con los ojos suavizados, me prometí a mí mismo compensarle todo lo que había pasado, dejarla sentir viva y feliz de nuevo. Pero por ahora, simplemente me quedé en silencio y la escuché.
Ella volvió su mirada al cielo y su expresión volvió a ser despreocupada mientras el viento nocturno golpeaba su rostro.
—Este es un cielo hermoso.