No me hagas enfadar

—¡ELENA!...

—¡Ve y acuéstate con ella, hijo de puta! —grité más fuerte que él, pero luego me arrepentí porque en un abrir y cerrar de ojos me encontré siendo estrellada contra la pared con sus manos sujetando firmemente mis muñecas—. Cuida cómo hablas, Elena. No dudaré en romperte el frágil cuello....

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