



1. Desde un millón de mundos de distancia, mi precioso regalo para ti
Era una noche frÃa y tormentosa.
Debido a la ubicación del nuevo reino de los cinco pilares, habÃa una frecuencia de tormentas climáticas imprevistas.
Sin embargo, esta era diferente; era ominosa.
Una cosa era que una de las cinco islas temblara en un terremoto, pero era otra cosa completamente distinta que las cinco islas que representaban los Cinco Pilares de los sobrenaturales se estremecieran como una hoja.
Por primera vez en décadas, la barrera que ocultaba las islas Sobrenaturales del mundo humano se rompió.
Las brujas del equilibrio se congelaron, sacudidas sin esfuerzo por la realidad de su fracaso.
El Rey miró a su Reina, con los ojos azules temblando de terror.
—Hay una anomalÃa en nuestro mundo. Alguien ha violado y roto el equilibrio.
Glasgow, Escocia,
El dormitorio de la doctora más venerada del clan del Dragón Rojo era simplemente exquisito.
Con paredes altas que parecÃan lo suficientemente altas como para albergar una biblioteca y cortinas de un carmesà sangriento, era bastante claro que la pelirroja tenÃa sentimientos por el color de su cabello.
La decoración reflejaba el tipo de persona que era. Sus paredes carmesÃ, cortinas, alfombras e incluso sábanas tenÃan intrincados remolinos negros impresos en sus superficies planas y sutilmente lustrosas.
En un lugar equidistante de una majestuosa cama con dosel tamaño King, la doctora estaba sobre sus codos y rodillas.
Justo encima de ella, el Alfa Castiel la embestÃa furiosamente, justo como a ella le gustaba.
GemÃa y jadeaba, luchando por mantenerse unida mientras su pequeño cuerpo se sacudÃa violentamente con sus embestidas.
Sin embargo, tenÃa algunas quejas.
No solo estaba lamiendo su punto de marcado, sino que estaba a punto de liberarse dentro de ella.
Le habÃa informado de antemano que tenÃa un condón, incluso arrojó un paquete plateado de señuelo sobre el tapiz carmesÃ.
Pero cuando sus colmillos se clavaron en su punto de marcado y su miembro se estremeció dentro de ella, pudo darse cuenta de que no llevaba protección.
Con razón la tomó por detrás.
—Castiel —gruñó Reya, golpeando beligerantemente los colmillos en su cuello—. Sal de mÃ. Ahora. Me gustas lo suficiente como para dejarte ayudarme con mis deseos, pero no soy estúpida —gruñó.
El Alfa Castiel obedeció la petición de Reya, sacando su hombrÃa y metiéndola en una servilleta para contener su liberación.
Reya llevó su cuerpo al borde diametral de la cama y lo miró, simplemente apasionada por el hombre imposible.
De alguna manera pensó que tenÃa que deshacerse de él y encontrar otro amante.
Este idiota estaba demasiado ocupado persiguiendo sus ambiciones egoÃstas como para siquiera hacerla llegar al clÃmax.
—¿Por qué me miras asÃ? —se rió, acostándose sobre sus acabados carmesÃ.
Golpeó sus dedos contra su colchón, haciendo eco de suaves golpes en el vacÃo de su dormitorio.
Reya envolvió su cuerpo desnudo en una bata color burdeos y frunció el ceño al perfecto Alfa.
Hace años, la vista de su desnudez la habrÃa vuelto loca de deseo, pero ahora simplemente la irritaba.
Era increÃblemente atractivo, por supuesto, pero últimamente sacaba lo peor de ella.
TenÃa que deshacerse de él.
—Esta es la segunda vez este mes que intentas hacerme concebir, ¡tercera! —juró acaloradamente—. Que has intentado marcarme. ¿Adivina qué? Nunca me atarás a ti atrapándome en un embarazo tonto y tampoco me forzarás tu marca. Lo digo en serio y no lo repetiré.
—Nunca seré tu Luna.
Castiel se rió, claramente imperturbable por su furia, y se giró hacia su lado.
Ese era uno de sus muchos problemas con él. Nunca consideraba sus sentimientos, nunca le importaba cómo reaccionaba a sus acciones.
—Padre sabe que hemos estado follando. Han pasado tres años desde que decidimos ayudarnos mutuamente de los cinco que fingiste no quererme. Quiere que te honre y me empareje contigo adecuadamente, considerando que no he encontrado y puede que ni siquiera encuentre a mi compañera —dijo seriamente.
Reya suspiró y se pasó los dedos por sus mechones rojos delirantemente mientras Castiel besaba su cuello y envolvÃa sus suaves pechos con sus manos.
No otra vez.
Esto se suponÃa que era un arreglo sin ataduras. Ahora el Alfa estaba desarrollando sentimientos y emociones absurdas hacia ella.
—No deseo tu patético honor. Solo tienes sesenta y cinco años y eso apenas es 'viejo' para un dragón. PodrÃas encontrar a tu compañera pronto y no me gustarÃa ser expulsada...
—Te aseguro que eso nunca sucederá —la interrumpió, empujándola de nuevo contra la cama.
Sus mechones rojos se aplanaron suavemente alrededor de la almohada, imitando una nube roja y brumosa.
—No necesito tus promesas vacÃas, Castiel. Todos sabemos lo que el vÃnculo de pareja nos hace, cómo nos vuelve simplemente locos. Encuentra a tu propia compañera y déjame en paz —dijo en un tono cortante, uno que indicaba que la conversación no estaba abierta a más discusión.
—Te domaré —dijo acaloradamente, sus ojos brillando en rojo mientras su bestia se agitaba en él.
Reya simplemente puso los ojos en blanco y apartó las manos que intentaban distraerla al complacer su cuerpo.
—Has dicho eso durante los últimos ocho años. Pero sabes, un espÃritu libre nunca puede ser domado.
—No entiendo cómo nunca has considerado la idea de un mundo que he creado para los dos. SerÃamos poderosos juntos. Serás el objeto de la envidia de todas las mujeres y del deseo de todos los hombres. Me has tenido envuelto alrededor de tus dedos durante un tiempo dolorosamente delicioso, Rey, te deseo tanto —Castiel besó el interior de su palma tiernamente, mirando sinceramente en sus profundidades marrón dorado.
Rara vez podÃa controlarse de mirar ardientemente el anillo blanco y los iris de sus ojos que revelaban el tipo de dragón que era.
Ella era especial y, simplemente, tenÃa que ser suya.
—Solo por ser un dragón blanco, soy la mujer que todos los Alfas desean. Tú solo me quieres porque otros me anhelan. Hace años, cuando no podÃa transformarme, ciertamente no te sentÃas tan apegado a mà cuando me llevaste a un cuarto de suministros de limpieza y me follaste hasta que perdà mi virginidad —Reya lo miró con furia mientras se levantaba.
Castiel suspiró y se sentó, pasando una mano amargada por su cabello castaño.
Lo que sucedió claramente no fue un caso de violación ya que ella estaba dispuesta, pero Reya deseaba que hubiera sido un poco más 'romántico' ya que era su primera vez.
—Y te lo he dicho una y otra vez. Lo siento por eso. Me disculpé y te cuidé, incluso cuando no te habÃas transformado. Haré lo mismo y aún más. Solo sé mi Luna, Rey, cásate y emparejate conmigo.
Reya resopló de manera poco femenina, se quitó la bata y se dirigió al baño.
Mientras llenaba la bañera esmeralda con agua tibia, no pudo evitar preocuparse por su labio inferior.
Este era un gran problema.
El Alfa Charles sabÃa que tenÃan relaciones sexuales.
Soltó un suspiro de desprecio mientras se sumergÃa con cuidado en su baño.
Mujeres como ella, que fueron arrojadas al caldero de poder y riqueza del imperio del Dragón, se suponÃa que debÃan ser corteses, atractivas, educadas, tener una pasión por la literatura y, quizás, aprender a tocar uno o dos instrumentos, y lo más importante, ser vÃrgenes.
EntendÃa que lo racional era casarse con el Alfa, pero no podÃa hacerlo.
Castiel ciertamente no era el tipo de persona con la que uno deberÃa involucrarse románticamente.
Despreciaba todo lo que habÃa en él, con la excepción de su miembro y sus manos.
SabÃa cómo le gustaba, sabÃa y se preocupaba por los deseos de una dama.
Estaba con él únicamente por el placer y no por la corona.
Cualquier otra mujer matarÃa por estar aquÃ, y no solo porque estaba durmiendo con el heredero del Alfa, sino por sus logros.
Hablando del heredero del Alfa, él entró en su baño.
Su miembro se habÃa levantado muy por encima de su ombligo mientras la miraba en la bañera.
—Puede que no desees casarte conmigo, pero creo que tengo un deber contigo —declaró.
Reya levantó una ceja perfecta hacia él y él sonrió, disfrutando de su gloria desnuda.
SabÃa que era un hombre atractivo con un cuerpo increÃble que aún tenÃa un efecto en Reya.
Tal vez, solo tal vez, podrÃa convencerla de ser suya.
Ya la amaba tanto. Castiel y su dragón apenas podÃan pensar en otra mujer o acostarse con las esclavas de amor del clan.
Intentó meterse en la bañera con Reya, pero ella lo detuvo con una palma aristocrática levantada en el aire.
Dios, era hermosa.
—Fóllame mientras estoy de pie. Me gustarÃa asegurarme de que no te liberes dentro de mà —se refirió a la naturaleza complicada del sexo en la bañera.
Cuando salió, él la inclinó sobre la bañera y no perdió tiempo en enterrar su miembro en sus paredes húmedas.
—Me aseguraré de que llegues esta vez —gruñó, envolviendo sus puños alrededor de sus suaves rizos familiares.
TenÃa que olvidarse de intentar hacerla quedar embarazada por el momento.
Nota al margen.
Los dragones son una especie antigua y sesenta y cinco años es lo mismo que tener veinticinco para ellos.