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Se inclinó, sus labios rozando mi oído.

—Quizás solo necesites que papi te enseñe una maldita lección.

Grité cuando su mano bajó con una nalgada fuerte sobre mi pequeño trasero. Gemí, sintiendo el calor y el escozor recorriendo mi cuerpo mientras él se retiraba y lo hacía de nuevo, y luego una ter...

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