



04 • No quiero ser tu esposa
Bajo la luz menguante de la luna y el cielo estrellado, el jardĂn se ve impresionante, especialmente en primavera. El cĂ©sped verde oscuro y exuberante y el suave y reconfortante aroma de las flores evocan una nostalgia que habĂa olvidado. Pero lo que realmente cautiva a cualquiera es la gran fuente, con agua que cae de un nivel a otro. Su sonido pacĂfico es casi hipnĂłtico, contrastando con el ruido amortiguado de la fiesta en el interior.
Los árboles se balancean con el viento, al igual que mi cabello castaño, que roza suavemente mi rostro. Esta fuente despierta muchos recuerdos, todos inundando mi mente a la vez, abrumando mis sentidos y trayendo una sorprendente sensación de paz y control sobre mi mente ansiosa y mi pecho casi hiperventilando.
La primera vez que estuve aquĂ, el sol de primavera brillaba intensamente y cálidamente, iluminando el cabello castaño de Christopher y dándole un resplandor rojizo que me dejĂł sin aliento. Pero ahora, despuĂ©s de tantos años de dolor y miseria, está bañado por la frĂa luz de la luna, que le da un aire elegante pero distante.
La presencia de Christopher aquĂ es algo inesperada pero no realmente sorprendente. SabĂa que odiaba fingir para mĂ. En mi vida anterior, habrĂa estado estresada, siguiĂ©ndolo por el salĂłn, rogándole por un baile de pareja o cualquier tradiciĂłn tĂpica de boda... ahora, me da igual.
Me doy la vuelta, lista para irme, pero la voz de Christopher me detiene, enviando un escalofrĂo por mi columna, —¿QuĂ© haces aquĂ?
PodrĂa hacerle la misma pregunta si me importara... Pero no me importa. AsĂ que simplemente me giro lentamente, en silencio, levantando la falda de mi largo vestido que arrastra por el camino de piedra, —Escapando de la fiesta, igual que tĂş, Âżno es obvio?
La expresiĂłn de Christopher se mantiene frĂa e indiferente mientras guarda su celular en el bolsillo de sus pantalones. Supongo que estaba haciendo una llamada, probablemente a Evelyn, asegurándole que, aunque ahora lleva un anillo de oro, su corazĂłn todavĂa le pertenece a ella.
—De todos modos, no planeo molestarte, asà que me voy —digo, girándome de nuevo, pero su voz me detiene por segunda vez, haciéndome mirar por encima del hombro.
—¿Escapando de la fiesta que tanto querĂas? —El tono de Christopher es serio, casi sarcástico. Sus amplios y firmes hombros, rectos en una postura autoritaria, son obvios incluso a travĂ©s de su elegante traje negro—. ÂżQuiĂ©n hubiera pensado que Charlotte Sinclair perderĂa interĂ©s tan rápido en las cosas que ha obtenido?
Llamarme Sinclair, el dĂa que tomĂ© su apellido como su esposa, está destinado a doler, pero no lo hace.
Es cierto... No negarĂ© que este matrimonio es mi culpa, de mi yo pasado y tambiĂ©n de la persona que soy ahora. Estoy siendo egoĂsta de nuevo, atando el destino de Christopher al mĂo, aunque sea solo por un tiempo... pero Ă©l me debe eso. Se lo debe a nuestro hijo, que falleciĂł antes de nacer, y Ă©l nunca derramĂł una lágrima.
Ese recuerdo me llena de disgusto. Me siento enferma, pero solo tengo que aguantar seis meses más.
Anteriormente, el abuelo Marshall habĂa fallecido, y el dĂa despuĂ©s de su muerte, mientras aĂşn estaba de luto y ocultando mi embarazo, Christopher deslizĂł los papeles del divorcio frente a mĂ y exigiĂł que los firmara.
Al igual que antes, esto está destinado a suceder: nuestro matrimonio está destinado a terminar.
Christopher me mira, su expresiĂłn ahora oscura y cautelosa, sus ojos afilados, midiendo mi silencio con desprecio.
—Te equivocas en algo —digo suavemente, girándome completamente hacia él—. No quiero ser tu esposa, Christopher.
Mis palabras lo sorprenden genuinamente, evidente por su postura rĂgida y sus ojos entrecerrados.
—Claro —se burla con una sonrisa sarcástica.
—Este matrimonio es beneficioso para ambos, especialmente para ti... Âżno es por eso que aceptaste? —Inclino ligeramente la cabeza, una leve sonrisa en mis labios que no llega a mis frĂos ojos—. Como hijo del primogĂ©nito de Marshall Houghton, eres el heredero legĂtimo. Pero incluso con tu derecho de nacimiento, las cosas no son fáciles, Âżverdad?
Los ojos de Christopher se endurecen; si no supiera que estamos en abril, pensarĂa que estamos en pleno invierno.
—Ryan es el nieto mayor, hijo del segundo hijo de Marshall, y también es arrogante y cree tener derecho. Además, tu hermano...
—No necesito que me expliques esto —me interrumpe, cortante, aunque sin alzar la voz—. Soy plenamente consciente de mi posición.
—Entonces seguramente entiendes que ganarte el favor de tu abuelo es la mejor manera de asegurar que la sucesiĂłn se lleve a cabo segĂşn lo planeado, para solidificar tu reclamo. Además, el abuelo Marshall es parte de la Cámara de los Lores, pero no hay garantĂa de que tĂş tambiĂ©n seas elegido.
Y Christopher no lo será. Otra familia ocupó el asiento dejado por Marshall Houghton, y no habrá vacantes en los próximos diez años. Christopher nunca logró su verdadero deseo.
—Este matrimonio puede haberte sido impuesto, Christopher, pero no finjas que no te beneficiará. Ambos podemos lograr nuestros objetivos si usamos este matrimonio.
—¿Y quĂ© es lo que quieres? —Christopher da un paso hacia mĂ, cada zancada reduciendo nuestra distancia y aumentando la tensiĂłn, espesa y palpable—. ÂżMi atenciĂłn, mi amor?
Nunca podrĂa querer su amor, no despuĂ©s de todo —eso es lo que quiero decir, pero cuando se detiene a solo unos centĂmetros, me contengo.
El aroma de Christopher es como lo recuerdo... una fragancia amaderada y masculina que una vez me dio mariposas, aunque rara vez estuvimos lo suficientemente cerca como para que lo oliera. El recuerdo más claro que tengo de este aroma es de la única noche que compartimos, pero estaba mezclado con whisky, sudor y placer.
Mi garganta se aprieta al recordar su cuerpo fuerte y esculpido sobre el mĂo, y mi rostro se sonroja. Aclaro mi garganta, logrando mantener la mirada en sus ojos marrones y afilados que parecen analizar cada parte de mi alma.
—Si no quieres ser mi esposa, ¿qué quieres de este matrimonio?
Las palabras de Christopher están tan cerca que parecen vibrar contra mis labios, aunque no se tocan... aunque nunca lo han hecho. Pero nuestras respiraciones se mezclan, y eso es una sensación extraña y molesta.
—No te preocupes, no quiero nada de ti —digo con una sonrisa seca, notando cómo su cuerpo se tensa y su ceño se frunce—. Seré tu esposa ante el mundo, Christopher, como mi deber, pero dejemos algo claro... no quiero tu amor ni tu atención, y me importa un bledo tu vida personal. De hecho, espero que ambos sigamos caminos separados tanto como sea posible durante este matrimonio arreglado.
Mis palabras son firmes, y las digo sin vacilaciĂłn ni parpadeo. La confianza en mi tono es tan obvia que veo la confusiĂłn parpadear en el rostro de Christopher.
—Asà que sigue adelante y vive tu vida como si yo no existiera. Usa este matrimonio para tu beneficio, y no te preocupes por cosas triviales y sin sentido como el amor.
Le doy la espalda, pero justo cuando empiezo a alejarme, siento los dedos de Christopher alrededor de mi brazo, sujetándome... una sensaciĂłn que no habĂa sentido en años.
—DespuĂ©s de todo, Charlotte... DespuĂ©s de años obsesionada con esto y pidiĂ©ndoselo al Conde, Âżdices que no quieres este matrimonio? —Aprieta un poco más su agarre, sus ojos fijos en los mĂos—. ÂżEs esto una especie de broma para ti? ÂżOtro capricho estĂşpido? ÂżEstás tratando de que te tenga lástima?
Abro los labios para replicar, ya sintiendo la ira burbujeando en mis venas, pero una voz familiar llama mi nombre suavemente desde atrás, —¿Lotte?
El rostro de Christopher se endurece por un momento mientras mira por encima de mi hombro.
Lentamente, libero mi brazo de su agarre y cruzo los brazos, añadiendo una distancia sutil y segura, y me giro para enfrentar al joven que se acerca.
No habĂa notado el significado antes, ni en esta vida ni en la anterior, pero Sebastian está vestido con un traje blanco extremadamente elegante esta noche. A primera vista, cualquiera confundirĂa al hermano menor con el novio, no con el que realmente dijo "sĂ, acepto" en el altar.
—Seb —ofrezco una sonrisa gentil, observando cómo se detiene entre Christopher y yo.
—El abuelo te está buscando. Estaba preocupado cuando te fuiste corriendo —dice Sebastian, enfocándose completamente en mĂ, con la espalda hacia Christopher, cuyo rostro lentamente vuelve a endurecerse—. ÂżEstás bien?
—DeberĂa preocuparse por sĂ mismo... —susurro, triste, y levanto tĂmidamente la mirada para encontrar los ojos amables de Sebastian, más claros que los de su hermano... y recuerdo por quĂ© hubo un tiempo en que encontrĂ© consuelo en Ă©l... DespuĂ©s de todo, la forma en que Sebastian me mira, nadie más lo ha hecho, especialmente no Christopher.
Hubo un tiempo en que le preguntĂ© a Dios si me habĂa casado con el hombre equivocado, especialmente cuando me di cuenta de que nunca podrĂa ganar el amor de mi esposo. Pero eso nunca fue justo para ninguno de los dos. Sebastian se dejĂł usar, sabiendo desde el principio que solo era una aventura. Pero eso me envenenĂł. Me volvĂ tan corrupta como Christopher, y me odiĂ© por ello. Me odiĂ© más que a nada.
—Volvamos a la fiesta —sugiere Sebastian, poniendo un brazo alrededor de mi espalda baja sin mirar a su hermano.
Suspiro y asiento, lista para seguirlo de regreso a esa reuniĂłn infernal y finalmente terminar este terrible dĂa, pero cuando nos alejamos, la voz calmada pero sorprendentemente firme de Christopher nos detiene...
—¿No crees que estás siendo grosero?
Sebastian se gira ligeramente hacia su hermano, una sonrisa sarcástica jugando en sus labios, —¿Perdón?
—Estás interrumpiendo mi conversaciĂłn con Charlotte —Christopher cruza los brazos, sus ojos oscureciĂ©ndose—. Madre estarĂa mortificada de verte comportándote tan groseramente.
—Creo que ya pasamos la etapa de preocuparnos por las lecciones de Madre... después de todo, ya no puede darlas —replica Sebastian, encogiéndose de hombros mientras su mano se desliza ligeramente sobre mi cintura. Este movimiento sutil capta la atención de Christopher, su mirada se detiene en los dedos que no tocan mi piel.
—¿Ves? No es porque seas dos años menor que no estás involucrado en negocios y polĂtica, Seb... es porque no has aprendido lo básico de la etiqueta. Mira ese traje. ÂżRealmente crees que el blanco es una buena elecciĂłn para la boda de tu hermano mayor? Conoces la tradiciĂłn de nuestra familia: el blanco es el color del novio. —A pesar de que el tono de Christopher se mantiene calmado y pulido, el desdĂ©n es palpable.
Sebastian sonrĂe maliciosamente, una sonrisa que no llega a sus ojos.
—Interesante, Christopher. Tienes razĂłn. El blanco es el color del novio... al menos, deberĂa serlo. Pero muchas cosas están cambiadas esta noche, Âżno crees?
Christopher no parece muy preocupado por las palabras de su hermano menor, apenas esboza una sonrisa cĂnica. —Ciertamente, no es asunto tuyo, Sebastian.
Me masajeo la parte superior de la nariz. Esa es una dinámica que no he presenciado en mucho tiempo. Sebastian siempre ha visto a su hermano mayor como un rival, pero Christopher, tal vez por arrogancia o simplemente porque sabĂa que nunca serĂa superado, nunca se preocupĂł por las palabras de Sebastian.
—Tienes razĂłn. No deberĂa preocuparme por tus asuntos... Pero estoy preocupado, hermano mayor... tienes una cita ahora, Âżno? —Sebastian me atrae ligeramente hacia Ă©l, marcando un territorio que a Christopher claramente le importa poco—. Disfruta... y no te preocupes, Charlotte está en buenas manos.
Los ojos de Christopher se agudizan... y por primera vez, algo provoca su expresiĂłn usualmente impasible.
Cansada de estar atrapada entre estos hermanos Houghton, un papel que he jugado demasiado tiempo, me aparto del agarre de Sebastian, causando que me mire con una mezcla de sorpresa y dolor. A pesar de no querer causar tristeza a alguien que solo me ha amado, necesito mantener mi distancia; nada bueno sale de involucrarse con los hermanos Houghton.
Afortunadamente, en seis meses, todo esto habrá terminado.
—Me reuniré con el abuelo Marshall para asegurarme de que sepa que estoy bien, luego me iré —digo con una sonrisa pulida y miro a Christopher, quien parece intrigado.
Sin decir una palabra más, levanto la pesada falda de mi vestido y me dirijo de regreso, ignorando el llamado de Sebastian, —¡Lotte, espera!
Regreso al salĂłn de baile, cada paso resonando en el frĂo suelo de mármol. Siento todas las miradas sobre mĂ como si me pincharan con agujas. Siento como si llevara el mundo sobre mis hombros, una carga hecha de las expectativas y juicios de todos.
La mĂşsica de la orquesta flota en el aire, un dulce contrapunto a mi incomodidad. Las risas y conversaciones parecen provenir de otro mundo, uno en el que ya no encajo. Las luces de las arañas brillan en las joyas y copas, creando pequeños arcoĂris en las paredes, pero la belleza de este lugar ya no me alcanza.
Respiro hondo, tratando de calmar la tormenta dentro de mĂ. Con cada paso hacia el centro del salĂłn de baile, la sensaciĂłn de ser observada se intensifica. Estoy segura de que los rumores sobre mi repentino regreso del jardĂn ya se están esparciendo.
Escucho un murmullo y me giro para ver a Christopher y Sebastian entrando juntos al salón de baile, fingiendo que la breve discusión no acaba de suceder. Ambos irradian un aura de autoridad que rápidamente atrae a una multitud de aristócratas buscando su atención.
Los ojos de Christopher se encuentran brevemente con los mĂos, y un millĂłn de cosas no dichas pasan entre nosotros en un pesado silencio. Él aparta la mirada primero, volviendo su atenciĂłn a los hombres a su alrededor, manteniendo su expresiĂłn habitual.
Trago con dificultad, amargura en mi garganta, mientras Sebastian me da una sonrisa de disculpa que no puedo devolver.
Agarro una copa de champán de la bandeja de un camarero que pasa y la bebo de un trago, sintiendo el lĂquido burbujeante deslizarse por mi garganta. La sala está llena de risas forzadas y conversaciones superficiales, y apenas puedo ocultar mi desinterĂ©s.
Hah... todavĂa tengo sed.
Antes de que el camarero se aleje con la bandeja llena de copas, lo detengo y le pregunto rápidamente, —¿Tienes algo más fuerte?
—SĂ, señora Houghton. Tenemos whisky, vodka, tequila y ron. ÂżCuál prefiere? —dice con su mejor sonrisa profesional.
—Tráeme whisky. Y vodka. —No parpadeo al pedirlo, con un tono firme.
Él me da una mirada curiosa, sus ojos se detienen en mi rostro un momento más de lo necesario. Pero no dice una palabra, manteniendo su comportamiento profesional mientras se aleja con una velocidad impresionante. No tarda mucho en regresar con la bandeja, ahora sosteniendo las dos bebidas que pedĂ.
—Gracias —no espero a que me las ofrezca; simplemente las agarro con manos ansiosas y me bebo la primera.
El whisky quema al bajar, una sensación cálida se extiende por mi pecho. La vodka sigue, enfriando mi garganta, contrastando con el calor que ya se extiende por mi cuerpo.
Respiro hondo, sintiendo el alcohol empezar a hacer efecto, mientras observo a mis invitados usando máscaras a mi alrededor. Las sonrisas falsas y las conversaciones superficiales parecen aún más irritantes ahora. El camarero reanuda su circulación por la fiesta, ofreciendo champán, pero noto que sigue dándome miradas curiosas... después de todo, ¿por qué la novia tiene tanta prisa por emborracharse? Lo que sea.
Ignoro su mirada, enfocándome en cualquier cosa que pueda distraerme. Con un suspiro pesado, me acerco a un grupo de mujeres que están más interesadas en el chisme que en cualquier otra cosa.
—Charlotte, quĂ© bueno verte de vuelta. Hemos estado discutiendo las Ăşltimas tendencias de moda de ParĂs... ¡necesitamos tu opiniĂłn! —La sonrisa de la joven no llega a sus ojos, dejándome sentir vacĂa aunque fuerzo una sonrisa en mis labios, deseando que esta noche termine pronto.
[…]
Finalmente, despuĂ©s de unas horas más de pies doloridos y dedos apretados, la fiesta llega a su fin. Ahora, en mi habitaciĂłn sola, todavĂa con mi pesado vestido, recuerdo cĂłmo esperĂ© toda la noche a Christopher en su habitaciĂłn. Han pasado años, pero el sabor en mi boca sigue siendo amargo.
La gran cama con sábanas suaves parece tentarme, una invitaciĂłn a deshacerme de esta fatiga, pero un escalofrĂo recorre mi espalda y un miedo se instala en mi pecho.
Justo cuando estoy a punto de darme la vuelta para buscar a Elodie, la puerta se abre, sobresaltándome, y la sorpresa que me invade es más fuerte que un golpe en el estómago, robándome el aliento...
Porque, contrariamente a mis recuerdos de la primera vida, Christopher está aquĂ.