



CapĂtulo 3- Bola en un palo.
Nunca me habĂan tratado tan bien en mis diecisĂ©is años de vida. La manada de Brennon, mi nueva manada, era tan amable y acogedora, no les importaba que yo no fuera nadie, aĂşn asĂ me trataban con cuidado y amor. ÂżAsĂ era como debĂa ser una manada?
Me sentĂa tan tonta. Me habĂa acostumbrado a las maneras de mi antigua manada y pensaba que asĂ era en todas partes, que la gente era tratada mal por los problemas que tenĂan pero no podĂan solucionar. Esta manada no era asĂ, todos eran tratados como iguales, incluso Brennon era extremadamente libre con los miembros de su manada y a veces, era fácil olvidar que Ă©l era el Alfa.
Él era tan amable, cariñoso y cálido, todas las cosas que habĂa deseado en un compañero. Era tan desafortunado que la diosa me hubiera dado a Jax, cielos, quiĂ©n sabe en quĂ© estaba pensando cuando nos creĂł para estar juntos. No Ă©ramos nada parecidos, Ă©l era frĂo, abrasador y un completo idiota mientras que yo era casi como Brennon, casi. No creo que nadie pudiera igualar la cantidad de bondad que Brennon tenĂa en su corazĂłn y ÂżquĂ© lo hacĂa mejor? Era el polo opuesto de mi compañero tanto en caracterĂsticas como en carácter. SĂ, admitirĂa que encontraba a Jax mucho más atractivo que Ă©l, pero eso era solo el vĂnculo de compañeros hablando, Âżverdad?
Incluso tuve que burlarme de eso. Todos en el planeta que conocĂan a Jax Montero sabĂan que probablemente era el hombre más guapo que jamás habĂa caminado sobre la faz de la tierra y ni siquiera pensaba que estaba exagerando. Su cuerpo alto, delgado pero musculoso se encontraba en mi mente y tuve que detenerme para no tomar una respiraciĂłn profunda, su cabello castaño oscuro estaba desordenado como de costumbre y parecĂa que se habĂa pasado la mano por Ă©l una y otra vez. Su mandĂbula, ¡mierda!, algo dentro de mĂ se despertĂł y estaba segura de que no era el bebĂ© que llevaba. Su mandĂbula podrĂa cortar papel, lo juro, y sus labios, ¡santo cielo! Lo que darĂa por besar esos hermosos labios de nuevo. Su voz, profunda, ronca y de barĂtono; el tipo de voz que toda chica soñaba con escuchar por la mañana.
Y finalmente, la parte más cautivadora de Ă©l que me habĂa hecho suspirar en secreto desde el dĂa en que dejĂ© de pensar que los chicos tenĂan piojos, sus ojos. Esos hermosos ojos verdes eran la naturaleza misma; eran irrepetibles y Ăşnicos, un contraste agudo con los remolinos marrones y chocolatosos de Brennon.
IntentĂ© controlar mi respiraciĂłn mientras pensaba en Jax, "Piensa cosas malas de Ă©l" me dije a mĂ misma, "Recuerda cĂłmo te rechazĂł, recuerda cĂłmo lo hizo sin remordimientos, sin pestañear. Recuerda que es todo belleza y nada de personalidad". Eso funcionĂł, por ahora, era como si hubiera un momento del dĂa en que mi mente decidiera pensar en Ă©l y a veces, apartaba los pensamientos de Ă©l como lo habĂa hecho hoy, mientras que otras veces simplemente me acurrucaba en la cama y lloraba al pensar en cĂłmo no era lo suficientemente buena para mi compañero hasta que Brennon venĂa a animarme con mi helado, lo que más anhelaba.
Hablando del rey de Roma, escuché un golpe en mi puerta.
—¿Puedo entrar? —preguntó Brennon, y me acomodé en la cama antes de responder.
—SĂ. —PresionĂł el picaporte y la puerta se abriĂł suavemente, revelándolo en toda su gloria de seis abdominales, con sudor goteando de cada poro de su cuerpo, haciĂ©ndolo lucir más tonificado de lo necesario. Mis ojos se abrieron de par en par mientras observaba una gota de sudor en particular viajar desde su cuello hasta su delicioso pecho, bajando hasta su perfectamente esculpido abdomen, pasando por su lĂnea V y desapareciendo cuando llegĂł al borde de sus shorts. IntentĂ© aclarar mi garganta, pero saliĂł como un trago audible en su lugar. Prácticamente lo estaba devorando con la mirada, ÂżquĂ© demonios me pasaba?
—Umm... —sonaba nervioso, lo habĂa hecho sentir incĂłmodo, genial—. Solo me preguntaba si te gustarĂa dar un paseo —hizo una pausa por un segundo y tomĂł una respiraciĂłn profunda—. Quiero decir, no tienes que hacerlo si no quieres, es solo que... —caminĂł más hacia la habitaciĂłn y se detuvo solo cuando estuvo al borde de la cama—. Has estado aquĂ casi un mes y solo has salido de la casa un par de veces, el doctor dijo que deberĂas dar paseos frecuentes —frunciĂł los labios y suspirĂ©.
—SĂ, lo sĂ© —quedarme en casa era parte de mĂ, era una forma de evitar ser acosada mientras estaba en la casa de la manada, aunque a veces, cuando mis acosadores sentĂan la necesidad, venĂan a mi habitaciĂłn y destrozaban el lugar sabiendo que si el Alfa se enteraba de que algo se habĂa destruido bajo mi cuidado, me harĂa pagar negándome mi fondo fiduciario.
—Está bien, solo necesito tomar una ducha rápida, estarĂ© de vuelta en veinte minutos, Âżde acuerdo? —AsentĂ lentamente y le di una pequeña sonrisa antes de que saliera de la habitaciĂłn. Si habĂa notado que lo estaba mirando, no dijo nada y lo apreciĂ© de todo corazĂłn porque si lo hubiera señalado, me habrĂa muerto de vergĂĽenza.
Como prometió, Brennon regresó veinte minutos después, esta vez con una camiseta puesta y no pude ocultar mi decepción.
—¿Estás lista? —me preguntó.
—SĂ, ÂżpodrĂas ayudarme a levantarme? —LevantĂ© los brazos y Ă©l los sostuvo, levantándome suavemente y equilibrándome en mis pies. Una vez que estuvo seguro de que no me caerĂa de cara, me soltĂł. Cuando dije que estaba muy embarazada, no estaba bromeando. ParecĂa una bola en un palo si me lo preguntabas y ni siquiera podĂa levantarme sola, el embarazo era tan grande y lo culpo por aparearme con un Alfa y llevar a su hijo.
Salimos de la casa y mi piel fue golpeada instantáneamente por la fresca brisa del exterior. Inhalé profundamente, disfrutando del aire fresco antes de sentir que Brennon tomaba mi mano delgada en la suya más grande.
—Por si te sientes cansada —explicó, ajustando su agarre en mis manos a un toque más suave y gentil.
—Gracias —le sonreĂ. Era tan considerado, a diferencia de otros hombres que habĂa conocido, que solo se preocupaban por sĂ mismos, un grupo de egocĂ©ntricos, dominantes y controladores, pero la verdad seguĂa siendo; los necesitábamos.
Comenzamos a alejarnos de la casa, deteniĂ©ndonos para saludar a los miembros de la manada en el camino un par de veces hasta que llegamos al parque de la manada. Estaba vacĂo hoy, ya que era un dĂa escolar y todos los niños que realmente visitaban el lugar estaban en la escuela, uno de los lugares a los que temĂa volver.
Me ayudĂł a sentarme en uno de los bancos antes de tomar asiento a mi lado.
—Estaba pensando que deberĂamos visitar al Doctor Miller más tarde hoy —sugirió—. DespuĂ©s de todo, tu parto es dentro de un mes —y yo estaba aterrorizada. A menudo era reprendida por las mujeres mayores de la manada porque no comĂa lo suficiente, y mucho menos tenĂa el cuerpo adecuado para llevar a un niño lobo dentro de mĂ, como dije, una bola en un palo. No lo decĂan en un tono condescendiente para avergonzarme ni nada, solo me aconsejaban como madres, lo cual me sorprendiĂł profundamente ya que ni siquiera esperaba que se involucraran o se preocuparan por una adolescente embarazada de diecisĂ©is años.
Ese no era mi punto, sin embargo, mi punto era que no tenĂa el cuerpo adecuado para dar a luz, era demasiado pequeña y delgada. Mis caderas no eran lo suficientemente anchas y mis curvas no eran lo suficientemente prominentes, una bola en un palo.
—¿Quieres llamar a tus padres, hacerles saber que estás a salvo? Quiero decir, ha pasado mucho tiempo, estarĂan buscándote —¿a veces tal vez un poco demasiado considerado?
Me mordà los labios mientras una capa de lágrimas nublaba mi visión.
—Están muertos —su rostro palideció y una expresión cautelosa apareció en él.
—Lo siento mucho, Brea, no lo sabĂa —tomĂł mi mano una vez más y frotĂł cĂrculos en el dorso con su pulgar de manera reconfortante. Estaba a punto de decirle que estaba bien, pero no me dejĂł soltarlo.
—Mis padres tambiĂ©n están muertos, mi madre cuando tenĂa seis años y mi padre cuando tenĂa quince —decidĂ no hablar, iba a escucharlo como Ă©l siempre lo habĂa hecho conmigo—. Me hicieron Alfa de la manada a una edad muy joven —riĂł, pero pude notar que el dolor lo acompañaba. Me preguntĂ© cuál era su edad y, como si pudiera leer mi mente, dijo—: Tengo un poco más de diecinueve años ahora, asĂ que eso fue hace como cuatro años.
ÂżTenĂa diecinueve años? Solo un año mayor que Jax, y me hizo darme cuenta de lo afortunado que era. Si estuviera en mi antigua manada, ser un año mayor que Jax significaba que no pasaba la edad para asistir a ninguna de sus estĂşpidas fiestas de cumpleaños a las que obligaba a todos a ir.
Brennon tenĂa diecinueve años, lo que significaba que habĂa tenido tres años completos para encontrar a su compañera. Mi curiosidad me ganĂł.
—¿Y tu compañera? ÂżNo la has encontrado? —una familiar capa cubriĂł sus ojos y supe que no deberĂa haberle hecho esa pregunta. Diosa, sentĂ ganas de golpearme a mĂ misma—. No tienes que responder si no quieres —añadĂ rápidamente, no querĂa hacerlo sentir incĂłmodo en su propia manada.
—No, está bien —puso una triste sonrisa en sus labios y parpadeĂł rápidamente, tratando de contener las lágrimas, pero una logrĂł escapar. La atrapĂ© rápidamente con mi mano libre y la limpiĂ©. Su sonrisa se volviĂł instantáneamente más brillante, pero su estado de ánimo no habĂa cambiado realmente—. Mi compañera... —exhaló—. Katlyn, falleciĂł una semana despuĂ©s de encontrarla, fue asesinada por los renegados —gruñó la Ăşltima parte y el miedo recorriĂł mi cuerpo. Nunca habĂa visto a alguien cambiar de humor tan rápidamente, estaba enfadado—. Descubrieron que era mi compañera y la mataron por eso —¿cĂłmo iba a consolarlo? SentĂa que era mi deber devolverle el favor por todas las veces que habĂa estado a mi lado cuando yo estaba en dolor debido a que mi compañero dormĂa con otra mujer.
MĂrame, siempre quejándome de lo difĂcil que lo tengo porque mi compañero me rechazĂł, ¡su compañera muriĂł una semana despuĂ©s de conocerla! Me pregunto cĂłmo se sentĂa. El miedo recorriĂł mi columna vertebral al mero pensamiento de perder a Jax más de lo que ya lo habĂa perdido, y aunque era un imbĂ©cil, recĂ© para que la diosa de la luna lo mantuviera a salvo y lo cuidara.
ColoquĂ© mi mano libre sobre la suya, que ya estaba entrelazada con la mĂa.
—Lo siento mucho, Brennon. Realmente no puedo decir que siento tu dolor porque no creo que sienta ni la mitad de lo que tĂş sientes ahora, pero puedo prometerte que ella está en un lugar mejor, con la diosa de la luna, y sonriendo desde arriba. Está orgullosa del hombre en el que te has convertido y estoy muy segura de que te ama —realmente no sabĂa si lo que dije tenĂa sentido, pero funcionĂł y eso era lo que importaba. Me abrazĂł, con mucho cuidado para no aplastar mi vientre.
—Gracias —susurrĂł en mi oĂdo—. Me haces más feliz de lo que he sido en mucho tiempo, Brea. Realmente lo aprecio, te aprecio a ti —se apartĂł de mĂ y capturĂł mis ojos con los suyos—. TambiĂ©n me gustas un poco.