Camila II
POV de Camila
. . .
—¿Así que te vas de esta casa para mudarte a una aún más grande? —murmura Mason, dejándose caer sobre mi ahora vacío colchón.
Suspiro por enésima vez y le lanzo una mirada de desaprobación, pero por suerte Ava se adelanta a decir lo que ambos estamos pensando.
—¿Puedes callarte de una vez y empacar? En serio, has estado sosteniendo esa caja todo el tiempo. Mientras que nosotras —señala entre nosotras— hemos hecho todo el trabajo pesado.
Las cejas oscuras de Mason se levantan.
—¿Y se supone que yo debo hacer el trabajo pesado porque?
Entrecierro los ojos ante el niño grande que tengo delante. Mi mejor amigo estaba a punto de volverme loca.
Aunque había pasado las últimas tres semanas de mi descanso de la escuela sola, un minuto con él y ya deseaba tener una aguja e hilo para cerrar su gran boca.
¿Por qué elijo perder mi tiempo con un idiota así? No lo sé, pero Mason fue el primer amigo que hice cuando llegué a América, y simplemente conectamos.
Y nuestra amistad solo se fortaleció el año pasado cuando ambos descubrimos que nos habían retenido y no podíamos graduarnos. Así que, mientras todos los demás en nuestro año —incluyendo a Ava, mi única otra amiga— tenían dieciocho, Mason y yo teníamos diecinueve.
Y su presencia había disminuido la vergüenza que sentía cuando entraba en la atrocidad que era la escuela.
Lanzo una mirada entre Ava y yo, notando nuestros cuerpos relativamente delicados en comparación con el suyo.
—Porque haces estas cosas de levantar pesas en el gimnasio —razono cruzando los brazos, solidarizándome con Ava.
Ava podría haber sido la estrella del equipo de fútbol de la escuela, pero no era tan fuerte como Mason y su físico musculoso.
Mason frunce los labios y nos mira.
—No es justo, ustedes siempre se ponen en mi contra.
Ava resopla a mi lado, recogiendo su cabello trenzado en un moño.
—No. Siempre es nosotras contra la actitud de mierda de Cam.
—Vete al carajo —digo rodando los ojos, solo para abrirlos de par en par al ver a Mason levantarse y abrir el primer cajón de mi cómoda.
El que le dije a los mudanceros que no tocaran.
Me lanzo hacia adelante, pero ya es demasiado tarde, y me quedo viendo con horror cómo Mason saca el dispositivo de silicona rosa brillante.
Me detengo y frunzo los labios, lanzando una mirada de reojo a Ava cuyo rostro me dice que está a punto de estallar en carcajadas.
Él lo mira y luego nos mira a nosotras, sus cejas se fruncen en confusión mientras juguetea con el objeto extraño, distraídamente.
—¿Qué es esto? —mira el rostro de Ava, y veo cómo lo entiende. —Oh, mierda— Su cara se transforma en una de disgusto mientras lo arroja a la cama y Ava y yo estallamos en carcajadas. —¿Por qué demonios tú, de todas las personas, tienes un vibrador?
Me encojo de hombros caminando hacia mi cama.
—Porque aún no puedo meter nada ahí y este bebé es el que lo hace —digo recogiendo el vibrador.
—No, quiero decir, ¿por qué demonios necesitas tú—una virgen—un vibrador? Sin mencionar que podrías reemplazar eso por cualquier chico de la escuela en un abrir y cerrar de ojos—dice él, observándome mientras lo guardo en mi bolso de mano, lejos de la vista de cualquiera.
No solo fue caro, sino que fue extremadamente difícil de conseguir sin que nadie descubriera que yo—su dulce y pequeña Camila—quería explorar mi cuerpo.
—Sí, ¿no eres la misma chica que no dejó que Rodney Richardson pasara de segunda base en el viaje de esquí en las vacaciones de Navidad?—interviene Ava, saltando en mi cama ahora vacía.
Mi cara se frunce en disgusto al recordar a ese baboso. —Rodney ni siquiera pudo follarme la boca adecuadamente, ¿crees que podría hacerlo mejor ahí abajo?—digo, y luego me vuelvo hacia Mason—. Y además, soy virgen por elección. No voy a dejar que cualquier hombre ponga sus manos sucias en mi Coochie. Esta cosa es una mina de oro—respondo.
Me enorgullezco de mi autocuidado y nadie va a tener el privilegio de ser el primero en tocarme ahí a menos que esté segura de que lo merece.
Mason me mira con pucheros burlones y sé que va a decir algo estúpido al respecto. —¿Ah, la princesa Cam está esperando al hombre perfecto para que meta su dedo en su coño de millón de dólares?
Frunzo mi cara ante su comentario vulgar. —Sí, ¿y qué pasa, problemas con mamá? No me ves por ahí burlándome de ti por solo excitarte con la idea de tetas arrugadas—escupo mientras Ava y yo nos estremecemos de asco.
Los ojos de Mason se entrecierran. —No son viejas. Son maduras—se defiende, antes de encogerse de hombros—. Y te sorprendería lo bien que me cuidan a mí y a lo mío—dice, dándose una palmada en la entrepierna.
Pongo los ojos en blanco y Ava se sienta en la cama, mirándonos. —¿Soy la única persona aquí con una vida sexual normal?
—Probablemente—asiento, antes de sonreírle—. Apuesto a que consigues más pussy que nuestro amigo Mason aquí.
Mason pone los ojos en blanco y me manda el dedo mientras yo me río disimuladamente de mi mejor amigo, que resulta ser demasiado atractivo para estar interesado en mujeres mayores. Específicamente, mujeres casadas, de mediana edad y ricas que no les importa consentirlo.
Oigo la puerta principal abajo abrirse y me apresuro a esconder el vibrador sabiendo que Ethan, junto con todos los demás, me ven como su angelito inocente y no quiero arruinar esa imagen en ningún momento.
Mason y Ava se despiden mientras Ethan entra en mi habitación, besándome la mejilla a modo de saludo.
—¿Lista para irnos, Principessa?—me pregunta, su suave acento italiano impregnando el apelativo cariñoso.
Asiento, agarrando mis bolsas mientras los mudanceros se llevan el resto de mis pertenencias y sigo a Ethan hacia el coche que nos espera.
Pero me detengo por medio segundo para despedirme de mi hogar de la infancia.
El lugar donde mamá me crió y el lugar que siempre atesoraré.
Pero es tiempo de cambiar.
