La Obsesión del Ceo Dominante

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Capítulo 6 Señor White

Quiero preguntarle a la montaña de hombre que tengo delante, lo que significa eso, pero no me atrevo y tampoco creo

que él vaya a contestarme.

Él no se voltea ni por un segundo para asegurarse de que yo lo sigo, pero el sonido de mis zapatos al pisar detrás de él

se lo comprueban.

Llegamos hasta la estructura de cristal de un gran león que parece desafiante e imponente; el grandulón da un giro a la derecha y luego se detiene.

-La oficina del señor White -dice y llama a la puerta con una suavidad sorprendente que no creía que él pudiera

tener.

Él abre la puerta y yo me quedo en el umbral, atacada por los nervios. ¿Por qué me siento así? Ni que fuera a ver a mi

futuro esposo.

Obligo a mis pies para que se muevan y así paso a la lujosa oficina del dueño del hotel.

-La señorita Addison Carter, señor.

-Perfecto, gracias, Mark.

Cambio mi estado de admiración a uno de alerta. Espero ver al señor White, pero el cuerpo del grandulón me lo

impide.

Aun así, no puedo evitar que su voz gruesa y sexy me dejé helada. No parece que esa voz pertenezca a un hombre obeso

y calvo.

Mark, como ahora sé que se llama, se aparta, dejando que yo observe al señor White.

¡Oh, Dios mío!

Siento cómo el latido de mi corazón golpea mi esternón, haciendo que alcance una velocidad peligrosa. Mientras mi respiración se va haciendo irregular.

¿Qué me pasa?

Por un momento, me siento mareada, y por más que le grito a mi boca para que diga algo, estoy totalmente petrificada.

Me quedo ahí mirando al hombre que tengo enfrente, mientras a su vez, él me mira a mí. Su voz gruesa me ha dejado pasmada, pero verlo...

¡Santos Dioses del Olimpo!

No creo haber visto a hombre más guapo en el mundo.

En mi estado tembloroso, soy incapaz de dar señales de vida inteligente. Es así como conozco al misterioso señor White, o como pronto lo llamaré: Mr. Sexo.

-Señorita Carter.

Él se levanta de la silla detrás de su escritorio; lo sigo con la mirada hasta que está completamente erguido. Es muy alto. Su camisa de vestir parece desordenada, llevando las mangas recogidas y la corbata floja.

Aun así, no deja de verse increíblemente atractivo. Rodea el escritorio y se acerca a mí. Es ahí cuando lo veo de cerca y casi me desmayo. Trago saliva; el hombre es tan perfecto que casi me resulta irreal.

Tiene el cabello oscuro y húmedo, como si acabara de salir de la ducha y hubiera desistido de arreglárselo.

Sus ojos son otro claro encanto en él; brillantes a pesar de tener un color oscuro e intenso. El tenue vello en su mandíbula cuadrada no logra ocultar los hermosos rasgos que hay debajo.

Su piel está ligeramente bronceada y tiene un pequeño lunar justo debajo de...

¡Ay, Dios mío!

-¿Señorita Carter? -Vuelve a decir, levantando su mano.

Debo parecer una tonta. Mi cuerpo no consigue moverse y responder su saludo. Sigo sumergida en su belleza. Cuando no ofrezco mi mano, él pone las suyas en mis hombros, se acerca más a mí y besa ligeramente mi mejilla ardiente.

Su acción hace que me tense por completo. Escucho los latidos de mi corazón en mis oídos, y aunque nunca he sido de las que tienen contacto físico con un desconocido, y menos de esta manera, no hago nada para detenerlo.

-Mucho gusto en conocerla. -Susurra en mi oído.

Su voz casi hace que suelte un gemido, y él está totalmente consciente de mi estado. Baja su cara hasta mi altura y me observa satisfecho y engreído.

¿Satisfecho por qué?

¿Acaso sabe lo que provoca?

Oh sí, claro que lo sabe.

-¿Se encuentra bien? -Me pregunta con una de las comisuras de sus labios levantada, como si escondiera una sonrisa.

Quisiera darle una patada, directo en el rostro y borrarle esa sonrisa, pero él no tiene la culpa de ser tan guapo y solo por eso ya lo detesto.

Salgo de mi ridículo estado y miro a mi alrededor, notando que el grandulón ya no se encuentra ahí. ¿En qué momento se fue?

Doy un paso hacia atrás, alejándome del señor White y de su potente cercanía que no me deja pensar con normalidad.

-Hola, señor White. Me llamo Addison. -Aclaro mi garganta.

Él baja la mirada observando sus zapatos mientras esconde una sonrisa más amplia.

-Llámame Nick, Addison. -Sus labios susurran tan bien mi nombre que al instante deseo que lo vuelva a decir. Pero sé que es mejor que no lo haga.

-Mucho gusto, Nick. -Extiendo mi mano y él duda en tomarla, pero cuando lo hace, puedo notar que tiembla un poco al apretarla.

Ahora es él quien parece haberse ido de este universo, mientras yo soy cada vez más consciente del calor que hace en ese lugar.

De pronto, regresa y recobra el sentido. No deja de mirarme y luego mueve ligeramente la cabeza y se retira hacia atrás.

Estoy a solas con este hombre que me ha dejado inmóvil, sin habla, y prácticamente en un estado de vegetación vergonzosa. Ni siquiera le he preguntado por qué estoy ahí.

Señala un sofá detrás de mí para que tome asiento, y él hace lo mismo con el que está enfrente. Lo único que nos divide es la mesita café del centro, la cual está llena de varias botellas de alcohol.

-¿Gustas algo de beber? -me ofrece, pero espero que no se refiera al alcohol. Es mediodía.

-No, gracias -digo, pero también muevo la cabeza por si acaso no soy consciente de que las palabras no me salen.

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