La dulce miordida de la venganza

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Capítulo 3 Capítulo 3: Al Filo del Abismo

La música estridente de la gala se clavaba en el cerebro de Ethan como astillas. Se sentía perdido, como un jodido fantasma en una fiesta a la que no pertenecía. Los trajes de seda, las sonrisas falsas, las copas de champán… todo le daba puto asco. Y Maya, joder, Maya… era el jodido centro de todo ese circo.

La había visto, como un jodido halcón acechando a su presa. La sonrisa en su rostro, esa puta sonrisa, lo había desnudado por completo, revelando la miseria que se avecinaba. Ella sabía. Sabía que estaba al borde del puto abismo.

Se tambaleó entre la multitud, buscando un respiro, un puto escape. Necesitaba hablar con ella, aunque fuera para rogarle piedad, para entender qué coño estaba pasando.

Finalmente la encontró en una terraza, fumando un cigarrillo con una elegancia que le resultaba insultante. La puta parecía una reina, rodeada de admiradores que colgaban de cada palabra.

"Maya", soltó, su voz ronca y desesperada. "Necesito hablar contigo."

Ella lo miró como si fuera un insecto. "Ethan, qué sorpresa. Pensé que estarías demasiado ocupado lamiendo las botas de tus acreedores."

Sintió la sangre hervirle en las venas. "No seas una jodida zorra, Maya. Esto es serio. Mi empresa… mi vida… está en juego."

Ella soltó una carcajada que le heló la sangre. "Oh, Ethan, ¿ahora te das cuenta? ¿Ahora que estás en la mierda te acuerdas de mí?"

"Yo… lo siento", balbuceó. "Sé que la cagué, pero… por favor, ayúdame. Te lo suplico."

Maya apagó su cigarrillo con una furia contenida. "Suplicar no te va a servir de nada, Ethan. Ya no soy la imbécil que te cocinaba la cena mientras te follabas a otra en mi propia cama. Esa puta se murió."

Se acercó a él, tan cerca que podía sentir su aliento en el rostro. "Ahora soy Maya Deveraux, y voy a disfrutar cada segundo de tu jodida caída. Voy a ver cómo te arrastras, cómo lo pierdes todo, cómo te conviertes en el puto don nadie que siempre fuiste."

La tomó por el brazo, con la esperanza de encontrar un resquicio de humanidad en sus ojos. "Éramos felices, Maya. ¿Lo recuerdas? ¡Éramos una familia!"

Ella se zafó de su agarre con una fuerza sorprendente. "Éramos unos jodidos ilusos, Ethan. Y tú destruiste esa puta ilusión con tus propias manos."

"Te amo, Maya", soltó, desesperado. "Siempre te he amado."

Ella soltó una carcajada que le partió el alma. "¡No me vengas con esa mierda! El amor no existe, Ethan. Solo hay poder, ambición y un jodido deseo de venganza que me carcome por dentro."

Lo empujó contra la pared, con una fuerza que lo dejó sin aliento. "Y ahora, lárgate. No quiero verte más. Disfruta de tu jodida caída, Ethan. Te aseguro que va a ser espectacular."

Se quedó allí, aturdido, mientras ella se alejaba con una sonrisa fría y calculadora. Era como si lo hubiera abofeteado con un guante de acero.

La rabia, la desesperación y el miedo se mezclaron en un cóctel explosivo. Tenía que hacer algo, joder, tenía que parar esta puta locura.

Decidió seguirla, aunque fuera hasta el puto infierno. La vio subir a un coche negro, conducido por un chófer con cara de pocos amigos.

Sin pensarlo dos veces, se subió a su propio coche y la siguió, como un puto perro rabioso siguiendo el rastro de su amo.

La siguió por las calles laberínticas de la ciudad, con el corazón latiéndole a mil por hora. La vio entrar en un edificio de apartamentos de lujo, uno de esos lugares donde solo viven los putos ricos.

Se quedó aparcado en la calle, observando el edificio con una mezcla de fascinación y terror. ¿Qué coño estaba tramando? ¿Acaso tenía un nuevo amante, un nuevo peón en su jodido juego?

La espera se hizo eterna. Pasaron horas, y el sueño comenzó a hacer mella. Justo cuando estaba a punto de rendirse, la vio salir del edificio.

Caminaba con la misma elegancia depredadora que lo había atormentado toda la noche. Su mirada se clavó en él como un puñal.

"¿Me estás siguiendo, Ethan?", preguntó, su voz cargada de desprecio.

"Necesito hablar contigo", insistió. "Por favor, dame una oportunidad."

Ella suspiró, como si estuviera harta de su puta existencia. "Bien, sube. Pero te advierto, no tengo mucho tiempo."

El coche arrancó y se adentró de nuevo en las calles de la ciudad. Ethan se sentó en silencio, con el corazón latiéndole a mil por hora. No sabía a dónde lo llevaba, pero estaba dispuesto a seguirla hasta el fin del puto mundo.

Después de un rato, el coche se detuvo frente a un club nocturno con un nombre en letras de neón que le resultaba vagamente familiar: "El Infierno".

Maya salió del coche y lo miró con una sonrisa que le puso la piel de gallina. "Bienvenido a mi infierno personal, Ethan. Espero que disfrutes de la estancia."

Entraron en el club, y el estruendo de la música y el hedor a alcohol y sudor lo golpearon como un puñetazo. El lugar estaba lleno de gente bailando, bebiendo y follando sin pudor. Era un jodido antro de perdición.

Maya lo condujo a través de la multitud hasta una zona VIP, donde los camareros servían champán a raudales y las putas se contoneaban al ritmo de la música. Se sentaron en un sofá de cuero rojo, rodeados de caras desconocidas y miradas lascivas.

"¿Qué es este lugar?", preguntó Ethan, sintiéndose cada vez más incómodo.

Maya se encogió de hombros. "Es mi patio de recreo, Ethan. El lugar donde vengo a relajarme después de un largo día de jodiendo vidas."

Pidió una botella de champán y sirvió dos copas. Le ofreció una a Ethan, pero él la rechazó.

"No quiero beber", dijo. "Quiero saber qué estás planeando. ¿Por qué me estás haciendo esto?"

Ella se llevó la copa a los labios y bebió un sorbo con delectación. "Ya te lo dije, Ethan. Quiero verte sufrir. Quiero verte arrastrarte. Quiero ver cómo lo pierdes todo."

"Pero… ¿por qué?", insistió. "¿Qué te he hecho?"

Maya dejó la copa sobre la mesa con un golpe seco. "¡Me preguntas qué me has hecho! ¿En serio tienes la puta cara de preguntarme eso? Me humillaste, me engañaste, me desechaste como si fuera un puto trapo viejo. Destruiste mi vida, Ethan. Y ahora, voy a destruir la tuya."

La tomó del mentón con fuerza, obligándolo a mirarla a los ojos. "Voy a quitarte todo lo que amas. Tu empresa, tu dinero, tu reputación… y luego, voy a dejarte solo, abandonado y olvidado. Vas a desear estar muerto, Ethan. Y ese, mi querido exmarido, será mi mayor placer."

Lo soltó y se levantó del sofá. "Ahora, si me disculpas, tengo que irme. Tengo una cita con un inversor que está muy interesado en comprar tu empresa. Adiós, Ethan. Que tengas una buena noche."

Se alejó, dejándolo solo en medio de la multitud enloquecida. Se quedó allí, paralizado por el miedo y la desesperación. Era como si hubiera entrado en el puto infierno, y Maya Deveraux era el puto diablo.

Y sabía, en lo más profundo de su ser, que su pesadilla apenas había comenzado. La guerra había empezado, y estaba a punto de perderlo todo.

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