DESEO COSAS IMPOSIBLES

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MENSAJES

Liz

Abrí los ojos en cuanto entró la luz por la ventana, estaba empapada en sudor por mi sueño erótico, o mejor dicho, recuerdo erótico. Exactamente se cumplían cuatro años desde que terminé con Leonel en aquella habitación del hotel cuyo nombre ya no recuerdo. Desde que decidí ponerle fin a esa relación y a todo mi pasado sexual, las cosas eran más tranquilas, más silenciosas. No tenía que esforzarme por demostrar amor a alguien, ni arreglarme para una noche desenfrenada de pasión, incluso mi ropa pasó de ser encajes sensuales a ropa intima de algodón sin gracia, solo cumpliendo la función de protegerme de la fricción, aunque admito que en ciertos momentos mi libido se asomaba.

Fueron cuatro años en los que me desarrollé en mi carrera como ingeniera química, seguía trabajando en el Instituto de Investigaciones Nucleares aunque solo era por contratos cortos de casi seis meses para no generar antigüedad. No ganaba bien, pero tampoco era un sueldo miserable, aunque tuviera que ver a Leonel, el más prestigioso ingeniero en materiales, y su expresión de aversión casi a diario. Había cometido la falla de salir con alguien de mi trabajo y el error de continuar trabajando ahí mismo simplemente porque me fascinaba mi trabajo.

Me levanté de la cama y luego de una ducha fría que me trajo a la realidad tuve que buscar el atuendo correcto para la conferencia de divulgación científica donde me tocaba participar; estaba indecisa entre un traje sastre con falda o un pantalón de vestir y una blusa contrastante, al final opté por el pantalón y la blusa y aquí iba de nuevo.

El auditorio estaba completamente lleno, se había programado una rueda de conferencias para estudiantes de educación media superior donde teníamos que hablar de las diferentes actividades que se llevaban a cabo en el instituto y así terminar con el miedo que sembró Chernobyl varias décadas atrás y acercar a los jóvenes a las ciencias nucleares, era mi turno de subir a la tarima y platicar de mi tema: radiofármacos.

Por más que intenté atraer la atención del público, no logré que hubiera mucha interacción entre nosotros, tanto fue esto que incluso al terminar la ponencia, un adolescente con jeans anchos y playera holgada preguntó que cuándo iban a ver cómo se hace una bomba atómica, fue una broma de mal gusto, pero ¿qué se le podía hacer? Solo sonreí como si me causará gracia el comentario pero en realidad se me había hecho detestable.

Todo ese circo fue impulsado por el presidente de la República quien era afín a las corrientes de izquierda y como era costumbre, apostaban por la energía nuclear, pero sigo dudando que haya tenido el suficiente conocimiento como para entender su funcionamiento.

— Bueno, si no hay nada más que decir, me retiro, los dejo con Raquel— comenté para finalizar mi conferencia.

Tomé mi bolso y bajé por las escaleras, inmediatamente me llegó un mensaje.

Mensaje de texto

“Richard: Excelente ponencia, todo estuvo bien explicado. Por cierto, luces espectacular.”

Sonreí al leer el texto, él era mi amigo de la preparatoria y aunque estuvimos separados por cinco años, la amistad se siguió cultivando aunque a la distancia, pero ahora que estaba cerca, no dudé en invitarlo a la ponencia y él me invitó a tomar un café al salir de mis labores.

— “Gracias. Nos vemos en el café “condesa” a las 5:00, como quedamos.”— respondí y él reaccionó con un emoticón de pulgar arriba.

Guardé mi teléfono y caminé hasta mi área de trabajo, me coloqué mi bata, mis guantes y mis lentes protectores para regresar a la rutina.

Entre buretas y viales de Tecnecio 99 recordé que Richard y yo cursamos la preparatoria con el sistema de bachillerato general, solo que no íbamos a la misma escuela, nos conocimos por medio de redes sociales. Él era amigo de uno de mis ex novios y simplemente me agregó a sus contactos. Me agradaban sus pláticas y crecimos juntos, luego nos tocó escoger una licenciatura, él escogió derecho y yo ingeniería química, éramos opuestos, pero llevábamos una amistad interesante, podíamos hablar de cualquier tema, incluso de nuestras relaciones, pero después, los caminos de la vida nos llevaron por otro lado y nos distanciamos aún más, él casi no publicaba nada en redes después de salir de la universidad solo una que otra foto de él haciendo caras extrañas y  muy esporádicamente me escribía por Messenger para saludar.

Pero dos semanas atrás me había pedido mi teléfono, y nos la pasamos escribiendo y llamando en varias ocasiones, no dudé en invitarlo a la “maravillosa” rueda de conferencias, me dijo que iría si aceptaba una invitación a tomar un café en una cafetería “la Condesa” la cual le gustaba mucho, aunque no logré verlo entre la multitud.

Mi turno terminó a las cuatro de la tarde, eran muy pocas las veces que lograba salir a mi hora, iba un tanto distraída mirando el teléfono y planificando la ruta cuando no me fijé y choqué con alguien.

— Lo siento— dije de inmediato sin siquiera mirar con quién había chocado— estaba distraída… yo…— levanté la mirada y era Leonel.

Él me miró con desprecio, como siempre y apartando la vista de mí solo se limitó a decir — Tenga más cuidado.

Dió un paso lateral y continuó con su camino. Era la primera vez que me hablaba, porque desde que terminamos, me aplicó la ley del hielo y ni siquiera se atrevía a darme los buenos días ni por equivocación. En realidad a mí no me importaba su actitud infantil pero él pensaba que entre más me ignorara yo iría corriendo tras él, pero no fue así; ciertamente esas actitudes ocasionaban ciertos conflictos en el trabajo.

Caminé confundida, no entendía exactamente qué era lo que me había sucedido porque me sentía emocionada, nerviosa, quizás ansiosa pero todas esas emociones me causaba el reencuentro con Richard, mi confidente, mi amigo. En seguida tomé el transporte del Instituto y me fui directamente a la cafetería donde quedamos, no sabía cómo lo iba a encontrar, no sabía si el duro mundo de las leyes lo había cambiado para bien o para mal.

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