ANIVERSARIO
Liz
El reloj marcaba las nueve de la noche de un viernes de agosto, la habitación era roja con luces tenues, la cama era “king size” y sobre ella había sábanas blancas, a los lados un par de burós y condones, algo común en un hotel; era tal cual como la había solicitado en recepción.
Leonel pasaba sus manos por mi cuerpo y estaba justo detrás de mí. Algo susurraba a mi oído pero solo alcancé a escuchar lo último que dijo.
—... Te necesito— susurró y me dio un beso en el cuello.
Su cuerpo fornido envolvió el mío y su miembro ya estaba listo para la acción. Sentía su calidez mientras sus manos dibujaban mi silueta. Poco a poco fue despojándome de mi falda negra entallada y sus manos tocaban mis piernas. Nuestros ojos se encontraron y pude ver lujuria en ellos, estaba excitado. Era un moreno de treinta y cuatro años, muy guapo, de cara cuadrada, recién afeitado, su cuerpo estaba muy bien definido y olía a “sauvage Dior”. Sin duda me gustaba, despertaba mis más bajos instintos.
— Abre las piernas— ordenó con una sonrisa malévola.
Correspondí a ella y me acerqué a su oído.
— No…
Él se quedó extrañado, pero yo estaba jugando. Me alejé un poco y pude ver su expresión de desconcierto. Sin dejar de mirarlo comencé a desabrochar mi blusa blanca y él pudo apreciar mi conjunto de encaje color negro que traía puesto para esa ocasión.
Nuevamente sonrió y su mirada era pícara. Caminó hasta mí como una bestia hambrienta acechando a su presa. De inmediato me tomó con ambos brazos y me dejó caer en la cama, él estaba encima mío, no tardó en despojarme de toda mi ropa y al darse cuenta de que estaba mojada no tuvo piedad.
— Ahh— gemí al sentirlo dentro de mí, llenaba cada espacio de mi ser.
— Me encanta escuchar eso, hermosa mía— dijo con voz baja en mi oído y mordió suavemente mi oreja.
Aunque ya estaba excitada sabía cómo excitarme más. Entonces empezó el vaivén con un ritmo estable que me fascinaba y me hacía mojar más, era como un baile lleno de placer que me orillaba a gemir mientras que sus ojos avellana me miraban con total atención, nuestra respiración era agitada. Cerré los ojos para disfrutar más de las sensaciones que me causaba el moreno, hasta que finalmente nuestros fluidos se mezclaron y alcanzamos el tan anhelado clímax.
Él se separó de mí y me dió un beso en la mejilla, fue entonces que abrí los ojos para encontrarme con su rostro varonil y una sonrisa de entera satisfacción.
— Feliz aniversario— dijo de repente.
Y un balde de agua fría recorrió mi cuerpo, lo había olvidado.
— Feliz aniversario— respondí intentando fingir que lo había recordado pero él lo notó, pude darme cuenta de que su expresión cambiaba a ser algo más sombría, una mezcla entre decepción y enojo.
— Lo olvidaste ¿No es así Lizbeth?
Respiré profundo y me tragué mi orgullo.
— Lo siento— dije llevando mi vista hacia otro lado.
Él se sentó en la cama, estaba a mi lado.
— No puedo creer que lo olvidarás. Te lo recordé hace unos días, la semana pasada y la anterior…
— Entiendo tu molestia, pero no soy buena recordando las fechas— interrumpí el discurso intentando ponerle fin.
Él se cruzó de brazos y esbozó una sonrisa sarcástica.
— Llevo dos años conociéndote y sé que solo olvidas lo que no te importa.
Respiré profundo intentando disipar la molestia que se generaba en mí y no entendía por qué le daba tanta importancia a un estúpido aniversario. Me senté y recargué mi peso en la cabecera capitonada mientras cubría mi cuerpo con la sábana.
— Vamos, Leo. Lo estamos pasando bien ¿Puedes pasar este detalle por alto y ya?— pregunté pero no logré ocultar mi molestia del todo.
— Sí puedo pasarlo por alto, Liz— dijo más tranquilo— pero me gustaría que recuerdes estas fechas que son especiales para nosotros, aún más cuando estemos casados.
Y esa palabra… esa maldita palabra resonó en mi mente: “casados”.
Mi cabeza se movió de lado a lado reflejando mi rechazo a esa idea.
— Aún no lo he pensado— dije de repente evitando mirarlo, quería escapar de esa situación tan incómoda así como cuando me planteó la idea de casarnos un par de meses atrás.
— De acuerdo— dijo molesto mientras asentía con la cabeza. Unos segundos después bajó de la cama y se dirigió al baño.
Por un mínimo momento suspiré y miré al techo, eso se me estaba saliendo de las manos y yo tenía la culpa por haber permitido que la relación llegara a tanto.
De inmediato tomé mi ropa y me vestí, revisé mi aspecto en el espejo y até mi cabello en un chongo cuando escuché la puerta del baño abrirse.
— ¿A dónde vas?— preguntó Leonel sorprendido.
— A casa.
— ¡¿Así es como lo solucionas, huyendo?!— preguntó furioso.
— Creo que esto no funciona, Leonel. Tenemos metas distintas y yo no voy a truncar tus sueños de formar una familia. — Él se enfurecía más con cada palabra que decía, pero debía acabar— Terminamos.
— ¡Lárgate, maldita zorra!— gritó molesto. Si había algo que él más odiaba era precisamente perder.
Tomé mi bolso y salí de la habitación con paso firme y sin mirar atrás mientras se escuchaban sollozos varoniles en la suite 412. Ya era tiempo de frenar, de dejar todo atrás y con suerte, no volverme a enamorar.
Advertencia:
La presente historia toca temas sensibles como contenido sexual explícito, manipulación, lenguaje fuerte o vulgar, algunas escenas de violencia, temas tabú como diferencia de edades entre parejas y el BDSM , por lo que se recomienda discreción. Esta novela no pretende hacer apología de estilos de vida autodestructivos, solo se toman estos temas como narrativa y se recomienda tomar esta historia como ficción. Cualquier parecido con la realidad, es mera coincidencia.
































