Seducida por el Diablo
816 Weergaven · Lopend · Lola Orozco
—No tienes una mínima idea de lo que me haces sentir, Amaya... —gruñó Dante, empujándome contra su escritorio.
—¿A qué estás esperando, entonces? —susurré, inclinándome hacia él—. Enséñamelo.
Su erección, dura y caliente, se presionaba contra mi vientre. Se me escapó un gemido al sentir cómo me tomó por las caderas con rudeza y me sentó en la mesa. De un manotazo, lanzó al suelo todos los docume...
—¿A qué estás esperando, entonces? —susurré, inclinándome hacia él—. Enséñamelo.
Su erección, dura y caliente, se presionaba contra mi vientre. Se me escapó un gemido al sentir cómo me tomó por las caderas con rudeza y me sentó en la mesa. De un manotazo, lanzó al suelo todos los docume...























