Don primero.

El resto de mi turno pasó volando, y logré ganar un montón de propinas. Aún no había tenido la oportunidad de contarlas, pero juzgando por lo llenos que estaban mis vasos, era más que suficiente para llamar a esto un buen comienzo. Noté los ojos de Luciano sobre mí la mayor parte de la noche, lo que seguía tirando de mi atención hacia él. Pero supongo que todos los hombres aquí obviamente iban a mirar a la mujer vestida seductoramente bailando en un tubo de stripper. Su amigo Luca, sin embargo... Me seguía dando esas miradas excesivamente emocionadas que casi rompían la máscara que llevaba puesta algunas veces. Tenía ese tipo de sonrisa contagiosa que te hacía querer sonreír de vuelta.

De vuelta en el vestidor, les conté a las chicas sobre mi noche. Candy preguntó si necesitaba que me llevaran a casa, pero amablemente decliné, mintiendo descaradamente que tenía un transporte. No necesito que la gente se acerque. Tomo lo que necesito y nada más. Esa es la opción más segura para todos.

Cuando todas las chicas se habían ido, me deslicé en el área de vestuario para encontrar el atuendo que había dejado más temprano hoy. Me detuve cuando noté una sección de ropa que parecía de uso diario. Extraño. Era raro que un club proporcionara ropa normal para las chicas, pero no iba a cuestionar algo bueno. Agarré un par de jeans nuevos, una camiseta blanca y una sudadera con capucha negra. El aire de la madrugada me golpeó en el momento en que salí. La mayoría de las mujeres pensarían que es más seguro tomar las carreteras principales con farolas, pero yo sabía mejor. Caminos secundarios. Callejones. En la oscuridad de la noche, eran mis amigos. Me había acostumbrado a deslizarme en la noche profunda, sin ser vista. Mi forma de pensar era simple: si nadie sabe que estás ahí, ¿cómo podrían atraparte? Me tomó media hora regresar al hotel, a pesar de todos los desvíos.

Inmediatamente devoré las galletas que había guardado, luego comencé a contar mis propinas de la noche—casi dos mil dólares. Santo cielo. Nunca había ganado tanto en Thrive.

Mañana, comenzaría a buscar un apartamento barato, con suerte uno que aceptara efectivo. También necesitaría encontrar un gimnasio para probar cuán oxidada estaba en una pelea. Había mantenido mi resistencia a lo largo de los años. Me gustaba hacer ejercicio una vez al día, generalmente en parques públicos ya que eran gratuitos, pero si iba a volver al ring, necesitaría un saco—algo para recuperar la memoria muscular antes del lunes. Dos días de preparación tendrían que ser suficientes. Con mis planes resueltos, arrastré la colcha de la cama y hice un pequeño nido en el suelo. Siempre me sentía más segura ahí.

Me senté con mis hombres en la sección VIP durante la mayor parte de la noche. Había mucho que discutir: próximos envíos, acuerdos y movimientos. Una vez que terminamos con los negocios, me aseguré de preguntar por sus familias. La familia significaba todo para nosotros. Nos habíamos criado juntos, como hermanos. Nuestros padres nos habían tratado como hermanos, y ese vínculo nunca se desvaneció. Mientras hablábamos, mantenía un ojo en Violence. Traté de ser discreto al respecto. ¿Luca? No tanto. No estaba ocultando el hecho de que prácticamente estaba babeando por ella. Quería quedarme hasta que terminara su turno, para poder ofrecerme a llevarla de regreso a donde estuviera hospedada. Kevin no había podido obtener mucha información personal de ella más temprano mientras manejaba el papeleo. Cuando le pidió una dirección de casa, ella le dijo que aún no tenía una. Cuando le preguntó por el motel en el que se quedaría, dijo que no había hecho el check-in, pero prometió actualizarlo cuando lo hiciera.

Para ahora, debería haber hecho el check-in en algún lugar. Quería saber dónde era ese lugar. Quería verlo. Quería saber dónde podía encontrar a mi pequeño ángel. Una hora antes de que el club cerrara, Matteo recibió una llamada telefónica. Se disculpó y la tomó en mi oficina desde el salón VIP. Cuando regresó, la expresión en su rostro me dijo que la noche estaba a punto de alargarse.

—Jefe —dijo con gravedad—, acabamos de recibir noticias. Han visto a Angelo cerca del club de tu hermana.

—Bueno —dije, levantándome—, entonces supongo que será mejor que vayamos a echar un vistazo.

Angelo Salvatore. El número uno en nuestra lista de objetivos durante los últimos cinco años.

Puso a mi padre seis pies bajo tierra. Se suponía que iban a reunirse para discutir una posible alianza de comercio de armas, pero en cambio, el bastardo le puso una bala en la parte trasera de la cabeza antes de que siquiera lo viera venir. Ha estado escapando de nuestras manos desde entonces. Por mucho que quisiera asegurarme de que Violence llegara a casa sana y salva, tenía que ser Don primero. Terminando el último de nuestros tragos, hice una señal a mis hombres. Salimos, preparándonos para el viaje de ocho horas al club de mi hermana. Tal vez podría obtener más información sobre mi pequeño ángel mientras estuviera allí. Tomamos algunos coches, dejamos a un par de hombres con Tony para manejar las cosas mientras estuviéramos fuera.

Si pudiéramos obtener una pista real sobre Angelo, la seguiría como un sabueso. He dedicado mi vida a matarlo. Mis hombres también. No matas a un Don y te sales con la tuya.

Seguiría a ese hijo de puta hasta los infiernos si tuviera que hacerlo, solo para vengar lo que hizo. Era como una maldita cucaracha. Cada vez que obteníamos la más mínima pista, desaparecía. Pero un día... no lo haría.

Y cuando ese día llegara, estaría allí, esperando.