Capítulo 5
Mientras Noelle se acomodaba en la lujosa limusina, podía sentir la mirada penetrante de Carol Blackwood estudiándola con la precisión de un halcón examinando a su presa. Noelle se sentía como si estuviera en juicio, mientras su humilde camisa y jeans parecían fuera de lugar en el elegante y pulido interior del vehículo.
—Así que...— comenzó Carol, su voz suave pero con un matiz de desdén. —Eres tú quien ha capturado el corazón de mi hijo.
Noelle ofreció una sonrisa educada, aunque sus nervios estaban a flor de piel. —Señora Blackwood, es un placer conocerla. Adrian ha hablado muy bien de usted.
Carol arqueó una ceja, sus labios curvándose en una sonrisa tensa y sin humor. —¿De verdad? Dudo que te haya contado mucho. Adrian y yo no solemos hablar de... asuntos triviales.
El comentario fue sutil pero suficiente para hacer que las mejillas de Noelle se ruborizaran. Aun así, mantuvo la compostura. —Adrian valora a la familia. Ha mencionado cuánto la respeta.
Carol soltó una pequeña risa, aunque carecía de calidez. —¿De verdad? Qué dulce de su parte. Pero no puedo evitar preguntarme... ¿qué es exactamente lo que aportas, señorita McGrath?
Noelle parpadeó, tomada por sorpresa. —Yo—no estoy segura de entender la pregunta.
La sonrisa de Carol se hizo más afilada, su mirada se volvió fría mientras observaba a Noelle. —Claro que no entiendes. Mi hijo es un hombre de talento extraordinario, riqueza y posición. Y tú...— Sus ojos recorrieron la modesta vestimenta de Noelle con un leve desdén. —Eres dueña de una florería, ¿es correcto?
Noelle asintió vacilante, su estómago retorciéndose en nudos. —Sí, tengo una pequeña florería. Es algo que siempre me ha apasionado.
La expresión de Carol se endureció aún más, su tono cortante. —Qué pintoresco— dijo con un desdén apenas disimulado. —Dime, señorita McGrath, ¿cuánto sabes realmente sobre mi hijo?
La pregunta tomó a Noelle por sorpresa. ¿Cuánto? Conocía sus manías, sus hábitos, cómo le gustaba el café, cómo se veía su sonrisa a la luz de la mañana. Pensaba que lo sabía todo sobre él. Pero antes de poder reunir una respuesta, la voz de Carol cortó sus pensamientos.
—No sabes nada sobre él— espetó Carol, sus palabras como una bofetada. —Aparte del hecho de que es un actor mundialmente famoso con una madre rica, ¿qué más podrías saber?
Los labios de Noelle se entreabrieron para responder, pero Carol no le dio la oportunidad.
—Mi hijo debió haberte dicho que trabajó incansablemente para llegar a donde está hoy, que construyó su carrera desde cero, que está agradecido por todo lo que has hecho por él. —Carol soltó una risa amarga, sus ojos oscureciéndose. —Qué cuento de hadas. La verdad es mucho más complicada, señorita McGrath. Y dudo que te guste.
Noelle tragó saliva, su corazón latiendo con fuerza. —No entiendo— murmuró, su voz apenas un susurro.
Carol se inclinó, su voz bajando a un susurro peligroso. —Mi hijo se convirtió en una estrella para perseguir a la mujer que realmente ama. Tú no eres a quien él ama, pobre chica.
Noelle se quedó helada, su respiración atrapada en la garganta.
Antes de que pudiera responder, el coche comenzó a desacelerar y las palabras de Carol resonaron en el tenso silencio. La puerta se deslizó, revelando las grandes ventanas de un restaurante cercano y lo primero que vio fue a Adrian sentado frente a una deslumbrante mujer rubia.
Bianca Monroe.
La reconoció al instante por las innumerables portadas de revistas y entrevistas. Y antes de que pudiera procesar la escena, Bianca se inclinó, tirando de Adrian por el cuello para besarlo.
La respiración de Noelle se entrecortó mientras miraba, su pecho se apretaba con un dolor que no había anticipado.
La mirada afilada de Carol se dirigió a Noelle y una sonrisa cruel se dibujó en sus labios al notar la expresión atónita de la mujer más joven.
—Mira por ti misma —dijo, sonando más triunfante que nunca—. Ese es el mundo al que pertenece mi hijo. No una floristería pintoresca o tus ingenuas nociones de amor. Nunca fuiste parte del plan, señorita McGrath. Y nunca lo serás.
La garganta de Noelle se sentía seca. Su corazón se hundió mientras sus ojos permanecían fijos en la escena a través de la ventana del restaurante. Adrian no se apartó del beso audaz de Bianca. No parecía sorprendido ni enojado. Parecía... tranquilo, como si esto fuera algo a lo que estaba acostumbrado.
La traición la golpeó como una ola que se estrella, robándole el aliento. Sus dedos temblaron mientras alcanzaba la manija de la puerta, necesitando escapar de la tensión sofocante en el coche, pero la fría voz de Carol la detuvo.
—Deberías dejarlo ahora —dijo Carol, con un tono mortalmente serio—. Sálvate del desamor. Bianca es quien realmente pertenece a su mundo, y en el fondo, lo sabes.
Noelle se volvió para enfrentarla. Su expresión era indescifrable aunque su pecho sentía que podría explotar del dolor.
—No te creo —dijo en voz baja, aunque la incertidumbre en su voz la traicionaba—. Adrian me ama.
Carol se burló y se inclinó hacia ella.
—Entonces, ¿por qué está ahí sentado con ella, luciendo perfectamente a gusto, como si nada hubiera cambiado? Piensa en eso, señorita McGrath. No eres la primera mujer que cree que puede conquistar su corazón.
La visión de Noelle se nubló mientras las lágrimas amenazaban con brotar, pero las parpadeó y salió del coche hacia la acera. El sonido de la ciudad zumbaba a su alrededor, pero todo en lo que podía concentrarse era en la imagen de Adrian y Bianca que parecían tan cercanos e íntimos, como si ella no existiera.
La voz de Carol la llamó desde atrás.
—Me lo agradecerás algún día por mostrarte la verdad. Aléjate ahora. Te ahorrarás un mundo de dolor.
Noelle no se dio la vuelta. Cerró la puerta del coche con manos temblorosas mientras luchaba contra la tormenta de emociones que amenazaban con consumirla. Se quedó allí por un momento, mirando la acera, obligándose a mantenerse tranquila.
El dolor en su pecho era insoportable, como un peso pesado presionando sobre ella. Pero se negó a desmoronarse en medio de la calle. En su lugar, tomó una respiración profunda, enderezó la espalda y comenzó a alejarse del restaurante, de Adrian y de todo lo que de repente se sentía tan incierto.
Y aún así, la imagen de Bianca besando a Adrian se repetía una y otra vez en su mente como un recordatorio cruel. Su estómago se revolvía, y sus manos se cerraban en puños a sus costados.
Pensaba que lo conocía—al hombre que la hacía reír, que la abrazaba cuando lloraba, que le prometió para siempre. Pero ahora, la duda se filtraba en cada rincón de su corazón. ¿Realmente conocía al hombre con el que estaba a punto de casarse?
Aún así, una pequeña voz en su interior se negaba a ceder ante la desesperación. Adrian siempre había sido honesto con ella—o eso pensaba. Si tenía secretos, si había cosas que no le había contado, ¿no merecía escucharlas de él?
Los pasos de Noelle se ralentizaron mientras doblaba una esquina.
'Necesito saber la verdad,' pensó. 'Puedo aceptar cualquier cosa siempre y cuando me ame y sea honesto conmigo.'















































































































































