Marido Y Mujer
Serena.-
— E vi dichiaro marito e moglie (Y los declaro marido y mujer) Maxim puedes besar a la tua moglie (tu esposa).
Las palabras del obispo son la declaración de mi sentencia, la unión entre las familias Di Mauro y Kozlov.
El ruso acerca su rostro al mío, quiero alejarme, pero él no lo permite una mano sostiene mi cintura y con la otra me toma por la nuca, en un movimiento rápido planta sus labios sobre los míos.
Mi cuerpo vuelve a arder en el infierno, no le doy el acceso que me exige su lengua y se separa mirándome con ojos furiosos.
— Veo que no quieres descubrir la verdad –susurra en mi oído con provocación–. tendrás que estar más dispuesta, esta era una prueba y acabas de reprobarla.
(…)
Me encierro en mi habitación a llorar, desconsolada, siento como la presión me asfixia queriendo que termine de matarme de una vez. ¿Valdrá la pena saber la verdad?
Con eso Thiago no volverá, pero, el culpable no puede quedar impune, necesita justicia.
Afuera escucho ruido, cuando salgo del baño observo a la servidumbre poner dos maletas sobre mi cama.
— ¡¿Qué se suponen que hacen?! –ambas se quedan como estatuas–. ¡FUERA!
— Disculpe señora, pero don Lorenzo ordenó que hiciéramos sus maletas, para el viaje con su esposo.
— ¿Mi viaje?
Las dejo ahí y salgo furiosa, pero cuando llego al pasillo escucho voces, ambas que reconozco perfectamente, me asomo ligeramente y observo cuchicheos entre la esposa de mi padre y Maxim.
Empuño mis manos, siento como mis uñas se clavan sobre mi piel, pero la ira aminora el dolor. No alcanzo a escuchar lo que se dicen, pero es evidente que la descarada le coquetea.
Decido salir de mi escondite, quiero ver la expresión al verse descubiertos.
— ¡Vaya, pero miren a quien tenemos aquí! –mi madrastra se sobresalta alejándose de mi esposo y él ni siquiera se inmuta–. ¿Qué pensará mi padre si le cuento sobre esta charla en este lugar tan solitario? Porque los invitados están allí afuera y MI padre te debe estar buscando.
— Serena, solo le decía a Maxim que te cuide, ahora que vivirás en Rusia con él
— ¿Viviremos en Rusia? –la ira le da paso al desconcierto.
— No podemos quedarnos en Italia, tu padre lidera la Cosa Nostra y yo la Bratva, tengo que volver a encargarme de mis asuntos y tú como mi esposa debes acompañarme.
Mi shock fue aprovechado por la descarada de mi madrastra, que en un abrir y cerrar de ojos desapareció.
— Tengo peticiones –suelto como único escape, no puedo irme a vivir sola con este hombre sin tener respaldo.
— ¿Cuáles? –se cruza de brazos apoyándose sobre la pared.
Me sorprendo al verlo tan dispuesto a escucharme.
— Carla, tiene que venir conmigo, no tiene nada que hacer aquí y siempre hemos vivido juntas.
Entorna sus ojos mirándome fijamente.
— ¡Vasili! –de la nada otro ruso de cabello oscuro con una cola atada aparece con los brazos en su espalda, por instinto me pegué a la pared, porque ese sí que daba terror–. Busca a la dama de honor, dile que por órdenes mías empaque lo necesario, vendrá con nosotros.
El ruso me observa con un deje de confusión, pero con su expresión pétrea regresa y solo da un asentimiento.
— Hecho, ahora quiero saber que me darás a cambio.
— ¿Por qué no vas y se lo pides a la descarada de mi madrastra, porque de mí no tendrás nada?
Maxim.-
— Nuestras familias ahora están unidas Kozlov, espero que cumplas con tu parte del trato y cuides a mi hija.
Sonrío con ironía sin mirarlo, mientras el vodka pasa por mi garganta como una llama ardiendo.
— ¿Me pides que cuide a una hija que tú nunca cuidaste? ¿A la que hiciste a un lado? ¿A la que dejaste por debajo de tu hijo? ¿la hija que prefirió caminar sola en el altar?
Puedo notar como Lorenzo tensa su cuerpo, poniéndose la máscara del orgullo, quiere negarlo, pero las palabras y la actitud de Serena lo han herido.
Sentimientos, una debilidad que no puede permitirse el líder de una mafia lo tengo como experiencia, pero que para mí es una gran ventaja.
— Tienes mi palabra, la cuidaré, ahora debo terminar de ajustar los detalles de nuestra partida, estaremos en contacto, suegro –le extiendo mi mano, puedo notar la renuencia en su mirada, pero al final cede.
Entro a la casa buscándola, hace rato que desapareció de la recepción, pero mi camino es bloqueado por Irina.
— Supe que te vas hoy ¡Qué lástima! –pasa su dedo por mi pecho–. Podría darte una pequeña despedida.
— No, deberías comportarte así, eres la esposa del Capo di tutti capi, si no te quieres morir compórtate como una buena esposa.
Rueda sus ojos con fastidio.
— He sacrificado mucho Maxim, tengo que acostarme con ese viejo que ni si quiera coge bien.
— Te transfiero mucho dinero todos los meses para que cumplas, ahora soy un hombre casado y para lograr lo que queremos tenemos que cumplir nuestros roles a la perfección.
— Solo déjame una muestra de que me quieres a mí, tengo necesidades Maxim
— Pareces una perra en celo, si no vas a servir para este trabajo avísame y me busco a otra a la que le importe más el dinero.
Su expresión cambia, su rostro palidece, Irina no querrá volver al lugar de donde la saqué, estaría obligada a vivir en la miseria y no en esta bonita villa con servidumbre y durmiendo en una cama de verdad, con todos los lujos que le da el viejo Di Mauro.
— Eso pensé.
— Solo espero que no me estés rechazando por esa niñita estúpida, a mí no me verás la cara
Sin que lo espere, enrosco mi mano en su pequeño y delicado cuello y lo aprieto con fuerza.
— ¡¿Con quién crees que hablas?! A mí no me vas tratar como lo haces con el pusilánime de Lorenzo, recuerda que yo puedo borrarte de la faz de la tierra, ni el polvo quedará de ti ¿fui claro?
La suelto empujándola hacia la pared.
— No me provoques Irina, yo te di todo esto, en un pestañeo te lo puedo quitar, dime si entendiste.
Tosió tratando de recuperar el aliento, con dificultad asintió, su mirada reflejaba miedo, justo lo que esperaba.
— Si vuelves a amenazarme
— No… no lo haré –se frota el cuello y vuelve a su mirada seductora–. solo quise que supieras que te extraño.
— ¡Vaya, pero miren a quien tenemos aquí!
Me repongo ocultando mi enojo, Serena no puede saber que su madrastra y yo nos conocemos y menos que yo tengo algo que ver en que se haya convertido en la esposa de su padre, giro hacia ella con una inocencia perfectamente fingida, volviendo a mi papel.


























