Capítulo 3. Cercanía.
Capítulo 3.
Cercanía.
POV Alejandro.
Días después.
Metido en mi estudio, siento la necesidad de ir por algo de comer. El desarrollo de mi nuevo proyecto me tiene estresado; la ansiedad por la comida se ha vuelto más habitual. Por eso, me encuentro con Erika y Marta en diferentes ocasiones, y esta no es la excepción.
"Me quedé muy corta, tía, pagué el trimestre y no me alcanza para más".
"¿Ni con lo que te di?", pregunta Marta, preocupada.
"Ni con eso llego, tía. Aumentaron la cuota este trimestre. Las universidades aquí son muy caras. Si no fuera por este trabajo, porque vivimos y comemos aquí, no podría pagar mi carrera. Te juro que me esfuerzo, tía. Quiero lograr esto, por nosotras, por algo más. Ojalá tuviera una beca, pero no me la dan. Todos estos libros y guías... ya no tengo lápices, ni colores, ni tizas, y la mayoría de los programas son pagos. Solo me faltan tres trimestres. No quiero renunciar ahora".
"Y no lo harás. Calma. Voy a ver cómo te ayudo. Tranquila, saldremos de esto".
"Todo es tan difícil. Te prometo, tía, que voy a luchar para conseguirlo. Encontraré la manera y, cuando lo logre, te recompensaré por todo lo que haces por mí".
"No tienes que hacerlo. Eres como mi hija. Solo con que logres tus sueños me basta. No llores. La vida no ha sido justa contigo, pero sé que algo bueno te espera. Tú vas a ser grande, mi niña, lo sé. Vamos, a descansar. Mañana hablaré con los jefes, quizás podamos conseguir un adelanto. No te preocupes".
"¿Y tus medicinas para la tensión?".
"Voy a estar bien. Por un mes que no las tome, no me voy a morir".
"Lamento ponerte en esto, tía".
"No seas tonta. Yo seré la más feliz cuando te gradúes. La tía está orgullosa de ti".
Ambas se van abrazadas sin saber que las he estado escuchando.
Las horas pasan y me siento intranquilo. Las palabras de Erika no salen de mi mente. No puedo concentrarme. Pienso en las grandes diferencias de la vida: unos tienen los recursos y no los aprovechan, otros los desean y no los tienen. La vida es así de injusta. Esto me perturba, llevándome a hacer algo que jamás había hecho.
Camino a su habitación, asegurándome de que nadie me vea. Entro en silencio. Al confirmar que está dormida, camino por el cuarto. Duerme plácidamente, luciendo muy tierna. Ese hoyuelo en su barbilla me atrae. Se evidencian en sus labios los restos del brillo que la hace ver más hermosa.
Me muevo en pasos silenciosos, notando su laptop y una carpeta. Sus diseños son de otro nivel; no había visto algo así en mucho tiempo. Una técnica limpia, perfecta. Tiene talento. Sus calificaciones son excepcionales. Podría ser paisajista o diseñadora automotriz. Abarca todo. Además, los elementos computarizados que desarrolla... es un genio oculto en un traje de empleada doméstica.
Encuentro la lista de todo lo que necesita. Le tomo fotografías a todo: a su índice académico, a los diseños. Rápido y sin ser notado, salgo de la habitación con un plan en mente. Si ella necesita ayuda, yo se la voy a dar.
Día siguiente.
Al despertar, me siento a la mesa del comedor con Alison. Rápidamente, Erika aparece, luciendo un dulce brillo en sus labios que llama mi atención. Enfoco mi mirada en ella discretamente mientras se acerca para servirme café.
"¿Desea algo más, señor?", pregunta con su voz dulce y gestos amables.
"No, muchas gracias".
Ella intenta alejarse, pero Alison la detiene.
"Erika…", Alison la frena.
"¿Sí, mi señora?".
"Retírate el maquillaje". Sus palabras llaman mi atención y volteo a verla, serio.
"Disculpe, señora, no llevo maquillaje. Solo es un lápiz labial".
"Lo que sea. No quiero que manches nada con ese brillo".
Al ver la situación, intervengo de inmediato.
"Erika, conserva tu lápiz labial, por favor. Retírate".
Alison me mira desafiante, pero no se atreve a llevarme la contraria hasta que ve a Erika marcharse.
"¿Por qué demonios me contradices?".
"¿Desde cuándo usar o no maquillaje es una regla de esta casa? El personal de servicio solo está sujeto a llevar el vestuario reglamentario. Si quieren maquillarse o no, es su decisión. No entiendo por qué haces un drama por un lápiz labial".
"No entiendo por qué tú me contradices frente a ella".
"No te contradigo. Evito la injusticia. Sé que no te agrada, pero todo tiene un límite".
Sin palabras, me mira fríamente y suspira.
"Como digas".
Arroja la servilleta sobre la mesa y se va, creyendo que la voy a detener. Pero esta vez la dejo marchar. Continúo comiendo mi desayuno con tranquilidad.
Desde que llegaron, a Alison no le agrada Erika. Cuando la vio por primera vez, la etiquetó como aprovechada y de malas costumbres. Pero con el tiempo, Erika le ha demostrado que no es así, por lo que Alison busca maneras de fastidiarla. Solo porque la ve como una amenaza, aunque no me lo diga.
Al terminar de comer, salgo rápidamente. La noto en la cocina, preparándose para salir. En esta ocasión, lleva unos jeans ajustados y una camisa de manga larga marrón con zapatillas de igual color, cabello suelto y solo labial. Un vestir sencillo y modesto que, inevitablemente, resalta su figura. Ella está apuntando la lista para las compras, distraída, con el bolígrafo sobre sus labios de manera atractiva, mientras repasa lo que ha escrito mentalmente.
"Creo que ha sido todo, tía. Intentaré no demorarme. Iré por las cosas de la universidad y volveré".
"Muy bien, mi niña, no olvides, trata de llegar antes del mediodía".
"Lo haré, tía".
Se despide. Yo salgo y la noto venir con su pequeño bolso de lado. Al verme, se detiene de golpe, como si hubiera visto un fantasma. Yo la miro en silencio, analizándola mientras me coloco el abrigo.
"Permiso, señor…", Hace su habitual reverencia. "Que tenga usted buen día".
Intenta pasar a mi lado tratando de no enfocarme demasiado.
"Súbete a la parte trasera de mi auto", ordeno, indiferente, analizando que nadie nos vea.
"¿Qué dijo?", pregunta, desconcertada, siendo la primera vez que escucha una petición como esta.
"Súbete a la parte de atrás de mi auto", repito.
Ella me mira en silencio unos segundos, como si no lograra entender lo que le dije, pero aun así se mueve al garaje. Por un instante siento una adrenalina que no había sentido en mucho tiempo. Me muevo rápidamente al garaje y me subo a mi auto, donde la noto por el retrovisor, sentada de manera tímida e incómoda en el asiento trasero.
Nuestras miradas se unen por unos segundos. Puedo ver su confusión, su nerviosismo. Salgo conduciendo del garaje y rápidamente soy perseguido por los hombres de seguridad en otro auto. Conduzco fuera de la propiedad, hasta llegar a un semáforo donde me detengo y la miro nuevamente por el retrovisor. Ella corresponde a mi mirada. Ambos estamos en un trance de adrenalina inquietante. Ninguno de los dos dice nada hasta que ella rompe el silencio que nos separa.
"¿Puedo saber a dónde vamos?".











































































