La Musa Del CEO

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Capítulo 4 Capítulo 4

El sol matutino, filtrándose con más fuerza por los ventanales del ático, trajo a Gael de vuelta a la realidad.

Los primeros rayos de luz lo encontraron en una cama revuelta y con la mente, por primera vez en mucho tiempo, en completa calma.

Una sensación de paz profunda lo envolvió, algo que no había experimentado desde hacía años. Su insomnio, su eterna batalla nocturna, había desaparecido la noche anterior dándole paso a un sueño placentero. Esa noche, la primera de muchas, había dormido de forma plácida, profunda.

Una sonrisa se dibujó en sus labios al recordar el porqué.

La imagen de aquella hermosa joven, su cabello castaño esparcido por la almohada, su piel resplandeciente bajo las sábanas, llenó su mente.

El deseo de verla de nuevo lo impulsó a girarse, y a estirar el brazo para abrazarla. Pero el tacto de las sábanas vacías lo detuvo.

El frío de la decepción lo golpeó de lleno.

Se incorporó de un salto, buscando cualquier señal de ella.

Y la encontró sobre la mesa de noche: un collar delicado y un pañuelo de seda que sin duda le pertenecían.

Un amargo sabor a frustración llenó su boca.

El lugar estaba completamente vacío a excepción de él.

Ella se había ido ya, sin siquiera despedirse.

Y él, rendido al sueño y la satisfacción de lo que, compartieron la noche anterior, ni siquiera había sentido su partida.

Tomó su teléfono y, sin dudar, marcó un número que, conocía bastante bien, el de su asistente personal.

- Señor. - la voz de su asistente, Daniel, resonó a través del altavoz.

- Daniel, necesito un favor. - la voz de Gael era un susurro grave, cargado de una urgencia inusual - Anoche estuve en la discoteca Paradise. Había una mujer, de cabello castaño, ojos verdes, de piel blanca... Era esbelta, de facciones delicadas. La misma con la cual, me marche. Quiero que averigües quién es. Necesito su nombre, su dirección, todo acerca de ella.

- Señor, ¿Es eso ético? - preguntó Daniel, vacilando por un segundo.

- No me importa si no lo es, Daniel. Haz lo que te digo. Ahora. - la voz de Gael no admitía réplica.

Tras decir aquello, la conversación terminó abruptamente.

Gael, con el teléfono aún en la mano, se levantó de la cama.

La imagen de ella, bailando en medio de la gente, regresó a él. Y la necesidad imperiosa de encontrarla era tan grande que ignoró la punzada de la frustración.

Su mente, habituada a los complejos algoritmos y las proyecciones de negocios, no sabía como reaccionar ante esta nueva hora solo tenía un objetivo: localizar a Eira.


Mientras tanto, en una cafetería cercana a la empresa, Eira sorbía un chocolate caliente con la mirada perdida en la ventana, un gesto muy poco habitual en ella quien, solía ser una joven atenta y concentrada.

Al frente, Sofía la observaba con el ceño fruncido, y su curiosidad iba en aumento con cada segundo que, pasaba.

- Vamos, Eira. Me estoy muriendo de la intriga. ¿Por qué llegaste tarde a tu primer día? Y no me digas que el tráfico, porque eso no me lo creo. - insistió Sofía, con una sonrisa pícara.

Eira soltó un suspiro resignada y dejó la taza sobre la mesa.

La verdad era tan insólita y vergonzosa que, dudaba de poder decirla en voz alta.

Sin embargo, armandose de valor, logró articular:

- Sofía... anoche... yo... me emborraché. - admitió, con un tono de voz apenas audible.

La boca de Sofía se abrió de golpe, formando una "O" perfecta.

- ¿Tú? ¿Eira Iturralde se emborrachó? ¿A ti, la chica que, siempre sigue las reglas, la que siempre tiene el control de su vida? ¡Increíble! ¿Y qué pasó?

- Perdí mi virginidad. - murmuró Eira, con las mejillas sonrosadas.

El asombro de Sofía se transformó en pura incredulidad.

- ¿Qué? ¿Con quién? - pregunto alzando un poco la voz y llamando la atención de otros - No me digas, ¿El chico de la pasantía? ¿Lo conocías? ¿Por eso te miraba de esa manera?

- No.  - respondió Eira, con un tono de voz inusualmente tranquilo - A Mateo jamás lo había visto antes de hoy. Con un desconocido. No sé ni su nombre. Y no creo que lo vuelva a ver nunca más.

- ¡Eira! ¡No puedo creerlo! - exclamó Sofía, bajando la voz al notar algunas miradas curiosas

- ¿Cómo era? Cuéntamelo todo. ¿Era lindo? ¿Feo? ¿Era un... Adonis griego?

Eira se rió suavemente, y por primera vez en toda la mañana, una chispa de picardía brilló en sus ojos al ofensas en el apuesto hombre que, la hizo suya con tanta pasión y devoción.

- Más que lindo. Era... guapísimo. Tenía el cabello negro y unos ojos grises que te quitaban el aliento con solo mirarte. Te juro, Sofi, que su mirada era tan profunda que, sentí como si pudiera ver a través de mi alma. Y sus manos... - suspiró haciendo una pausa, recordando el toque firme y a la vez suave de ese hombre.

Un escalofrío de deseo le recorrió la piel.

- ¿Sus manos? - insistió Sofía, con la voz llena de anticipación.

- Eran fuertes. Y su cuerpo... tenía unos hombros muy anchos. Cuando me levantó, se sentía como si estuviera en los brazos de un dios.

- ¿Y qué pasó? ¿Qué te dijo? ¿Se quedó contigo por la mañana? ¿O escapó como todos?

- Si. Se quedo conmigo toda la noche. Pero no me esperé a que despertara. De hecho la que, se escabullo fui yo. Cuando me desperté, él estaba durmiendo. Tenía un sueño tan profundo que me sentí mal al dejarlo, pero... tenía que llegar a mi pasantía.

- Ay, Eira, ¿cómo pudiste dejarlo así? Quizás era el amor de tu vida y ahora no lo sabes. - dijo Sofía, dramática.

- No lo sé. Fue todo... tan intenso y rápido. Pero fue cosa de una noche. Mi mente ahora está en NexusTech. Era lo que mi corazón me dictaba en ese instante, ¿sabes? - murmuró Eira, sintiéndose un poco avergonzada. - Además, no creo que haya un "después". Los hombres no toman en serio a una mujer que, se acuesta con ellos la primera noche y menos sin conocerlos.

Sofía se quedó pensativa, observando a su amiga, que parecía a la vez arrepentida y extrañamente liberada.

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