Capítulo 2 Capítulo 2
Tan pronto como llegaron al duplex donde él vivía, este la arrincono contra la pared y la miró con unos ojos ardiendo de deseo.
Entonces bajo su rostro junto al de ella y sus labios se encontraron en un choque electrizante, un beso que encendió una chispa de deseo irrefrenable.
No fue un contacto suave ni tímido, sino una explosión de pasión desenfrenada, una danza frenética de lenguas que se buscaban y se entrelazaban con avidez. Era un beso exigente, que demandaba entrega total, una rendición incondicional al placer que prometía.
Las manos de Gael, antes contenidas, ahora recorrían el cuerpo de ella con una necesidad imperiosa, explorando cada curva, cada contorno, desde la delicada línea de su cuello hasta la sensualidad de sus caderas.
Sus dedos se deslizaron bajo la tela de su vestido, acariciando su piel con una suavidad que contrastaba con la intensidad del beso, creando una sinfonía de sensaciones que la hacían temblar.
Cada caricia era una promesa, una invitación a un mundo de éxtasis donde solo existían ellos dos, unidos por el fuego de su deseo.
Esa era la primera vez que, Eira se entregaba de esa manera. La primera vez que permitía que un hombre la conociera tan íntimamente.
Cada caricia de él, era una revelación, una nueva sensación que, la hacía estremecer y suspirar, anhelando mas y mas.
Si en algun momento sintió miedo e incertidumbre, estos se desvanecieron, siendo reemplazados por una necesidad voraz de más, de sentir sus manos, sus labios, su cuerpo, fundiéndose con el suyo en una danza de pasión desenfrenada.
En ese momento, solo existía el presente, la intensidad del deseo y la promesa de un placer inigualable.
Él la levanto en sus brazos sin parar de besarla, llevándola hasta su habitación.
Una vez allí, la dejo sobre la cama y comenzó a despejarse de su camisa, dejando su dorso al desnudo.
En sus ojos verdes, ahora oscurecidos por la dilatación de sus pupilas Gael vio un reflejo de su propia pasión.
La joven se sentó sobre la cama, y con sus manos tomo su cinturon jalandolo hacia ella y comenzando a acariar su pecho.
- Por favor. - suplicó.
- Espera preciosa. - le dijo el en tono divertido - La noche apenas comienza.
Y sin previo aviso, la echó sobre la cama nuevamente posicionandose encima de ella.
Con sus ágiles manos, busco la cremallera de su vestido y la bajo, deslizandolo para desnudarla y dejarla en ropa interior.
- Eres realmente hermosa. - susurro.
Y quitándole el brasier, dejo al descubierto sus senos.
Con una mano acarició uno de ellos, mientras se llevó el otro a la boca, succionandolo, dejando suaves mordiscos a su alrededor, haciendo que, ella se arqueara hacía él, exigiendo más y más.
Gael no fue consciente de sí, él se terminó de desnudar, o fue ella quien en su desesperación lo hizo. Pero de repente, ambos estaban completamente desnudos, sintiendo piel contra piel.
Sin poder contenerse mas, se posiciono en el centro de su feminidad, empujando su hombría dentro de ella.
Al principio una pequeña resistencia lo recibió, sorprendiéndolo. Pero con un fuerte empujón, la penetró profundamente haciéndola tensar por el dolor.
Durante unos instantes, se quedó inmóvil acariciándola, y susurrandole suaves palabras, hasta sentir que, se relajaba bajo su cuerpo.
Entonces, con movimientos firmes pero suaves, comenzó su vaivén, haciéndola acostumbrarse, y provocando olas de placer en su ser.
Juntos alcanzaron el clímax y se rindieron ante el orgasmo mas placentero que, hubieran sentido jamás.
Eira quedo totalmente exhausta y se rindió en sus brazos al sueño y el cansancio.
Gael, aunque deseaba mas de ella, comprendió que, esa era su primera vez y debía de tomárselo con calma.
En el futuro, habrían mas oportunidades de estar juntos, pensó.
En un inicio la revelación de su pureza lo golpeó como un rayo.
La mujer que, irradiaba sensualidad y confianza en sí misma, la que lo había seducido con una audacia deslumbrante, había resultado ser virgen.
Aquella verdad, inesperada y sorprendente, resonó en su interior, despertando una mezcla de asombro y una ternura desconocida.
Entonces, un sentimiento posesivo, intenso y primario, se apoderó de su corazón.
Ella le había entregado su primera vez, un regalo sagrado e invaluable en toda mujer.
Ahora, ella era suya, marcada por su tacto, unida a él por un lazo invisible pero irrompible.
La sola idea de que otro hombre la tocara, la besara y la poseyera de la misma forma en que, él lo había hecho esa noche, le resultaba insoportable.
Y un deseo feroz de protegerla, de mantenerla a su lado para siempre, se instaló en su alma.
Aquella joven hermosa y sensual era suya, y no permitiría que nadie más la reclamara.
Acariciando su cabello, se quedo dormido abrazándola.
Era la primera vez en años que, Gael podía dormir de manera profunda y plácida.

































