Capítulo 1 Capítulo 1
Acostumbrada a siempre seguir las reglas, esa era la primera que, Eira Iturralde asistía a una disco y bebía al punto de emborracharse.
Pero en ese estado de embriaguez, seguir las reglas era lo que, menos le preocupaba en ese instante.
Bajo la influencia del alcohol, sus sentidos se liberaron de las cadenas de la razón, permitiéndole saborear cada instante con una intensidad desconocida, como si el mundo se revelara en su máxima expresión.
Un mundo que, le atrajo de manera irremediable y el cual anhelaba experimentar.
Dispuesta a disfrutar del momentl, Eira se levanta de su asiento y se dirige al centro de la disco, donde otros se encuentran bailando.
A pesar de su borrachera, se mueve con una gracia felina.
Cada paso y giro que, da acentúan sus curvas perfectas y su figura esbelta, capturando la atención de todos los hombres allí presentes.
Su piel blanca resplandece bajo la luz tenue, mientras su cabello castaño, lacio en la raíz y ondulado en las puntas, danza alrededor de su rostro de facciones delicadas y definidas, cayendo como casacada en su espalda.
Sus cejas enmarcan unos ojos verdes penetrantes, adornados con pestañas largas que intensifican su mirada, mientras sus labios rosados y carnosos parecen prometer secretos inconfesables e incitan a probarlos.
Pero es su baile lo que realmente hechiza.
Con cada movimiento es como si hiciera una invitación, una promesa de placer que despierta deseos profundos y carnales en quienes la observan, y él no era la excepción.
Su sensualidad es palpable, una fuerza magnética que atrae y seduce, convirtiendo el ambiente en un hervidero de fantasías y anhelos.
Esa mujer, en ese instante, es la encarnación de la tentación, una musa que inspira pasiones y fantasías prohibidas.
De pronto, como si fuera consciente de su mirada, los ojos de la joven se clavaron en los de él.Entonces, le dedico una sonrisa traviesa que, floreció en sus labios como una invitación silenciosa que prometía una noche llena de secretos, haciéndolo tragar grueso.
Y con una seguridad que, parecía emanar de cada poro de su piel, se deslizó hacia él, acortando la distancia con cada paso, haciendo una declaración audaz de sus intenciones.
- ¿Te incomodo? -susurró, con una voz tan suave como terciopelo que, parecía acariciar el aire entre ellos.
El aroma dulce de su perfume embriagó a Gael, quien, sobrio y consciente de su código de honor, sintió un conflicto interno.
- Estás… estás preciosa. – respondió con una cortesía estudiada, intentando mantener una distancia prudente. – Pero me preocupa que hayas bebido demasiado. No quiero que hagas algo de lo que te arrepientas mañana.
Ella soltó una risita cristalina y divertida, tomando su mano y entrelazando sus dedos con una delicadeza que desarmaba a cualquiera.
El simple contacto, provocó una corriente de deseo en todo su ser.
- No te preocupes, sé perfectamente lo que hago. – afirmó con su mirada fija en la de él, desafiante y seductora a la vez.
- ¿De verdad?
- Por supuesto. El alcohol no me transforma en alguien que no soy, simplemente me da el empujón que necesito para hacer lo que realmente quiero, lo que mi corazón me dicta.
Hizo una pausa, acercándose aún más, para quedar a escasos centímetros de su rostro, con su aliento cálido rozando su mejilla.
- Y ahora mismo, - continuó, en un tono de voz apenas audible – lo que quiero es estar contigo.
Sus palabras, estaban cargadas de una verdad innegable que, resonaron en el alma de Gael, desafiando su caballerosidad y encendiendo una llama de deseo que amenazaba con consumirlo por completo.
Durante toda su vida, había sido victima del constante coqueteo de las mujeres que, buscaban seducirlo y meterse a su cama.Sin embargo, nunca antes, una mujer que, se le ofreciera como lo estaba haciendo ella, le atrajo tanto como para despertar su interés siquiera.
La declaracion de ella, atrevida y descarada, flotaba en el aire, densa con una tensión palpable.
Gael sintió una corriente eléctrica recorrerlo, un torbellino de deseo y responsabilidad.
Sin soltar su mano, se levantó del asiento donde se encontraba y la guio suavemente entre la multitud, sacándola del bullicio de la disco.
Una vez fuera, bajo la luz tenue de la noche, se detuvo en cuanto su asistente se acerco.
- Señor.
- Disculpa un segundo. – murmuró.
Y dedicándole una mirada a este, alzó la voz lo justo para que su asistente lo escuchara.
- Necesito las llaves del auto, por favor. Esta noche yo conducire. Puedes volver a casa en un taxi. No te necesitaré mas por hoy.
- Entendido. – respondió este.
Y acto seguido, le dio las llaves y se alejo de allí.
Al volver su atención por completo a la mujer cuyas manos estaban entrelazadas con las suyas, notó una sombra de duda danzando en sus ojos verdosos y cristalinos.
- ¿Te arrepientes? – preguntó con suavidad, con un tono cargado de una sinceridad que buscaba disipar cualquier temor.
Eira lo observó fijamente, analizando cada rasgo de su rostro perfecto, la luz nocturna resaltando la profundidad insondable de sus ojos grises.
En ese instante, el mundo a su alrededor se desvaneció, dejando solo la intensa conexión que vibraba entre ellos.
- No. – respondió con un susurro, su voz temblorosa pero firme – No me arrepiento. – le aseguro.
Una sonrisa tenue curvó los labios de Gael.
- Entonces, vamos. – dijo, apretando suavemente su mano, listo para llevarla a un lugar más privado donde pudieran explorar la pasión que ardía entre los dos.

































