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La niña aplaude y brinca emocionada al vernos bailar juntos, y yo que estoy deseando que la tierra me trague. Este hombre hace que lo desee todo a él y no solo a sus manos tocando mis nalgas. Siento calor, mucho calor. Justo a tiempo la niña se mete en medio de los dos y nos toca separarnos.
En ese momento Axel me ve y yo me muerdo el labio, él sonríe y sale de la cocina con una sonrisa que promete mucho. Cuando la torta estuvo, la decoramos juntas, minutos después la llevé al comedor y entre los dos le cantamos el feliz cumpleaños a la niña. Ella muy encantada apagó las cuatro velitas que significaban sus cuatro años de vida.
A la hora de marcharse, la niña no se quería ir de mi casa. Le recordó a su padre que el día anterior le había dado permiso para que se quedara conmigo y ahora lo negaba.
Su padre preocupado y con tristeza me volteaba a ver, a mí me dolía el corazón al ver como la criatura lloraba por quedarse con su mamá. Finalmente no me aguanté las ganas de saber qué pasaba en esa familia. Así que, me acerqué a Axel y le pregunté que dónde estaba la mamá de la niña.
―Es una historia muy larga, por el momento solo le puedo decir que ella nos abandonó cuando la niña tenía dos meses de nacida.
Respondió el hombre, y a mí se me estrujó el corazón y se me rodaron las lágrimas, ¿qué clase de mujer abandona a su hija?
―Lo entiendo y lo lamento mucho, Axel. Déjeme felicitarlo porque ha criado a una niña muy obediente y educada.
―Gracias, Marleny, no es fácil, créame que no es fácil no tener a quién acudir en estos casos, pero gracias a Dios hemos logrado salir adelante juntos.
―Puede dejarme a la niña para que se quede conmigo esta noche. Mañana la viene a recoger temprano.
―Pero, ¿y si su novio o su esposo llega y encuentra mi hija aquí, no se molestará?
―Señor, yo no tengo esposo, ni mucho menos novio. Yo aquí vivo sola, no se preocupe que conmigo no le pasará nada a su hija, se lo prometo. Puede dejar a su guardaespaldas vigilando para que vea que no pasará nada.
—¿Puedo quedarme yo también? Prometo que dormiremos en la misma cama pero no se me pasará la mano.
Propuso, su tono era coqueto y su sonrisa me hacía babear, y no precisamente de la boca.
—¡Lárguese de mi casa!
Ordené con voz seria.
Levantó las manos en señal de rendición. Le consultó a su hija si en verdad se quería quedar conmigo y ella repitió que sí. Pero hay un detalle que no me está gustando, y es que, al parecer, padre e hija se han puesto de acuerdo en fastidiarme la vida, pues, ella le pidió que también se quedara.
―Verás, princesa, tú te quedarás, pero yo no puedo porque tengo que volver a casa a hacer un trabajo que tengo pendiente. Pórtate bien y no hagas molestar a tu mamá. Te amo preciosa.
―Te amo, papá.
Yo salgo a la puerta para despedir a Axel después de que él y su hija lo han hecho.
―Cuide bien de mi niña, Marleny. Ella nunca se ha separado de mí, por las noches.
―Descuide, Axel, ella queda en buenas manos.
—De eso no hay duda, aunque… —se muerde el labio— me gustaría probar qué tan buenas son sus manos, haciendo algunas cosas muy privadas.
Estuve a punto de cerrarle la puerta en su cara. Sé que lo dice con doble sentido.
―Buenas noches, para ustedes.
Me dice, se acerca y me da un beso en la mejilla, se da la vuelta y sale sin decir una palabra.
—¿Qué me está pasando con este hombre que con solo su presencia me vuelve loca? ¿Me estaré enamorando de él?
Le pregunto a mi corazón.
No, me regaño a mí misma. Tú juraste que no volverías a caer ante los hombres, recuerda que todos son iguales. Además, apenas lo conoces.
Al día siguiente…
Despierto por unos movimientos en mi cama, abro los ojos y veo que es la pequeña Eliana.
―Hola, cariño.
Saludo, medio adormitada. Y pienso en lo bello que debe ser tener un hijo y dormir junto a él.
―Hola, mamá.
Responde ella y se lanza a repartir besos por toda mi cara. Yo comienzo a hacerle cosquillas y ambas caemos de la cama riéndonos. De repente se escucha el timbre de la puerta principal.
―Vamos, pequeña princesa. Arriba, que alguien llama a la puerta y no sé quién pueda ser tan temprano.
Bajamos al primer piso para abrir la puerta, ambas aún en pijama. Bueno, la niña está usando una de mis blusas y le llega casi a los tobillos, se ve muy graciosa.
―¡Buenos días, princesas bellas!
¡No! este hombre está muy loco para presentarse a esta hora en mi casa. ―Pienso en mi interior.
―Buenos días, Axel ¿qué te trae por aquí tan temprano?
―Bueno, es que como no sabía a qué hora te ibas a trabajar, decidí venir temprano y traerle su ropa a la niña. Además, quiero invitarte a desayunar.
—Pero, ¿no podías preguntar por teléfono que a qué hora me iba a trabajar?―. Digo, poniendo los ojos en blanco.
En eso, la niña ve a su padre y se nos acerca. Lo saluda y este la toma en brazos. Joder, envidio a esa cachorra cuando lo besa o lo abraza.
Él me entregó la ropa de la niña. Le pedí que nos esperara en la sala mientras nos vestíamos.
―Por mí, encantado si te quedas con ese pijama sexy, preciosa.
Me dijo al oído y yo como tonta, siento mi entrepierna húmeda y palpitante.
















































