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Este día me levanté un poco tarde porque ayer me dormí hasta en horas de la madrugada, todo por estar pensando en ese hombre que conocí ayer. Yo que juré no volver a tener sentimientos por un hombre, y ahora se atraviesa en mi camino semejante obra de arte creada a la perfección por todos los dioses de la belleza que existen. ¿No es justo, verdad?
Me intriga saber qué pasa con la madre de la pequeña Eliana, su padre es muy raro, no dice nada de ella y al parecer la niña no la conoce. ¿Será que está muerta? ¡Ay no! Dios quiera que no, porque eso debe ser muy triste crecer sin su madre.
A las siete de la mañana me dirijo al instituto "Sagrado Corazón de Jesús", Allí trabajo de consejera y doy un par de clases a varios cursos también. Trabajo la jornada completa, mañana y tarde. Me estoy postulando para ser la directora general de esta institución educativa porque el director actual está a punto de jubilarse y me sugirió que concursara para poder tomar su lugar, él es muy bueno conmigo, me trata como a su propia hija.
Aunque dudo que me den ese cargo porque dentro de los aspirantes está la supuesta amante de uno de los diputados de este distrito y él se cree el mandamás. En ocasiones, el dinero y el poder puede más que la inteligencia y la preparación académica y personal.
Al finalizar con mi jornada laboral, me dirijo hacia la salida, espero que el señor Montoya ya esté allí. No me gustaría estar esperando a alguien que ni siquiera sé si llegará. Y en efecto, yo que salgo del portón y la pequeña Eliana corre hacia mí, gritando, ¡Mamá! ¡Mamá!
―Hola, preciosa. Qué bueno verte de nuevo.
Le digo, tomándola en brazos y besando sus mejillas coloradas y rellenitas.
―Vamos, allá está papi.
Me señala un auto diferente al de ayer y veo al señor Montoya recostado fuera de este.
―¡Buenas tardes, Axel!
Saludo con respeto. Aunque quisiera lanzarme sobre su boca y comérmelo a besos.
―Buenas tardes, Marleny. ¿Cómo fue tu día de trabajo?
―Excelente, como siempre diría yo.
Respondí, encogiéndome de hombros.
Axel le dice a su chofer que nos lleve a su casa. Al escucharlo, protesté de inmediato porque pensé que iríamos a mi departamento. Siento que realmente él me hace de menos y eso no me está gustando. Luego me explicó que lo hacía para que yo no gastara y además, conociera su lugar.
―¿O es que le da repulsión estar en mi casa? Ya que, por lo que veo, usted tiene un buen trabajo.
―¿Cómo puede pensar eso de mí, señorita? Es más, para que vea que no es así, vayamos a su hogar.
Parece que mi comentario lo hizo molestar. Pero yo sonreí victoriosa.
El chofer cambia de dirección y se dirige a mi apartamento. La niña dormía entre nuestras piernas, cuando despertó se alegró de saber que estaba en mi casa.
Ella salta emocionada. Cuando le pregunto si estaba lista para ayudarme con el pastel, de inmediato respondió que sí. Y así se lo hizo saber a su padre también.
―Sí, mi bebé ve a ayudarle a tu madre, yo me quedaré en la sala viendo un partido y terminando un trabajo pendiente.
La nena y yo comenzamos a hacer el pastel. Ella está subida en la barra del desayunador con un cuenco aparte agregando cada uno de los ingredientes que yo utilizo para la elaboración del pastel.
Estábamos jugando y riéndonos, la verdad, a mí me encantan los niños. Era mi sueño tener un hijo, pero con la persona adecuada, lastimosamente desde hace un tiempo perdí todas las esperanzas de ser mamá.
Gracias a Dios, tengo sobrinos y los amo como si fuesen míos. Estaba tan concentrada en un baile que estábamos haciendo mientras esperábamos a que la torta se cocinara. Yo no me había percatado de que Axel estaba recostado en la puerta de la cocina, observando lo que hacíamos, y con una sonrisa en su rostro. Mientras la niña era ajena a que su padre nos estaba observando, yo me detengo y apenada le digo que lo siento mucho, que solo quería que su hija se divirtiera.
―No se preocupe, Marleny. Yo vine a echar un vistazo porque escuchaba las risas de la niña y vaya que buena sorpresa me he llevado al ver a mi hija tan feliz. Sin temor a equivocarme, le confieso que este ha sido el día más feliz de su vida y eso se lo atribuyo a usted, señorita.
―Papá, acércate, bailemos con mamá, es muy divertido y mira, mamá tiene una sonrisa muy linda.
―Sí, hija, tu mami tiene una sonrisa muy linda y ella también es muy hermosa, ¿no crees?
―Sí, papá. Mi mamá es linda, mucho, mucho.
Axel se acerca a nosotras y extiende su mano para que yo la pueda tomar. En un abrir y cerrar de ojos, ya estábamos bailando los tres. Él coloca una mano en mi cintura, yo me estremezco al sentir como va bajando al comienzo de mis nalgas, deja su mano ahí y sigue bailando como si nada y yo… yo me estoy derritiendo.
















































