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MARLENY
Voy saliendo de mi centro de trabajo cuando una niña de algunos tres años de edad se acerca a mí, llorando y se abraza a mis piernas. Yo, confundida, la tomo en brazos y le pregunto con paciencia que dónde está tu papá o su mamá. De inmediato se abraza a mi cuello y responde que no sabe dónde está, que se escapó de la tienda de helados y ahora no encuentra a su niñera.
Su tierna voz y su cara de miedo hacen que mi corazón se sienta chiquito, le pido que se tranquilice, que ya no llore más porque nos sentaremos a esperar por alguno de los suyos. Y así fue, al poco tiempo de estar afuera de la institución y con la niña dormida en mis piernas, aparece un señor preocupado, pero cuando ve a la niña su rostro demuestra alivio.
―¡Buenas tardes, señorita!
Me saluda.
Amablemente también le devuelvo el saludo.
―El padre de la niña es mi jefe y hemos andado como locos buscándola, ¿cómo es que la tiene usted?
Me interroga. Lo que se me hace extraño es que, más que preocupado lo noto feliz de que la niña esté en mis brazos.
―Señor, yo venía saliendo cuando me topé con este angelito que estaba desconsolada y pues, no supe qué hacer más que esperar a que apareciera alguien buscándola.
Expliqué.
―Permítame llamar a mi jefe para que él mismo la recoja.
El señor se retira a hacer la llamada y yo me quedo pensando ¿Y si ese hombre piensa que yo le quise robar a su hija y me quiere entregar a la policía?
En pocos minutos llega otro señor y el primero le hace una señal en dónde estamos, con paso apresurado él se acerca y yo al verle la cara tiemblo de miedo porque se ve que tiene una cara de pocos amigos.
Cuando llega hasta nosotras, toma a la niña en sus brazos y me da las gracias por cuidar de ella. En eso, la niña se despierta y desde entonces, comienza una nueva etapa en mi vida, una que jamás pensé que sucedería de esa forma. La niña me ha llamado mamá, ella alega que lo soy, aunque su padre con un poco de vergüenza la quiere alejar de mí; ella insiste en que soy su madre y se irá conmigo.
―No, cariño, yo no soy tu mamá— le aclaré. —Seguro tu padre te llevará con ella.
Pensé que con eso cerraría su berrinche, pero no, ella llora desesperada y continúa metida en su mundo.
―Pero papi, tú me dijiste que mi mami era muy hermosa y… ella es hermosa, así que ella es mi mamá.
El Señor, mal encarado, solo abraza a su hija y me voltea a ver con mirada triste. Mientras yo me quedo pensando que por qué no le aclara a la niña que yo no soy su madre.
Antes de que todo se saliera de control me despedí de ellos con la excusa de que mi transporte estaba a punto de dejarme botada. Sin embargo; el hombre se ha ofrecido a llevarme, claro que me negué al principio, ¿cómo cree este hombre que confiaré en un desconocido? Finalmente me convenció, dijo que solo era por agradecerme lo que había hecho con su hija, además, la chiquilla manipuladora insistía en que subiera al auto con ellos.
Comenzamos a caminar, la niña ahora va tomada de mi mano. Casi en un susurro le reprocho al hombre arrogante su mal comportamiento al no aclararle a su hija que yo no soy su madre. Él me ve con una mirada que no supe entender, me pide disculpas por el mal entendido y las molestias que la niña está causando. Me pidió un último favor, que aceptara una cena con ellos, ya que, era el cumpleaños de la niña y sería la primera vez que lo pasaría feliz en compañía de una mujer.
―Está bien, señor, les acompañaré. Pero créame que ahora yo igual estoy tan confundida como la niña. ―Lo digo con sinceridad.
—Te lo explicaré cuando la niña se descuide.
Prometió.
Ya dentro del auto, los tres nos sentamos en el asiento de atrás mientras nos dirigíamos a mi apartamento, tardamos veinte minutos aproximadamente en llegar. Entablé una conversación con la niña, le pregunté su nombre para empezar, yo estaba muy nerviosa, pues, su padre no me quitaba la mirada de encima, esa mirada que me hace estremecer, y no de miedo.
―Me llamo Eliana. Mi papá dice que hoy estoy cumpliendo cuatro años.
Expresó con alegría.
―Qué lindo nombre tienes, princesa. Y si hoy es tu cumpleaños, pues iremos a festejarlo.
Respondí, tontamente emocionada también.
―¡Yeah!, gracias, mamá.
Celebra nuevamente. Ella tiene una alegría que contagia.
Luego de esa pequeña plática con la niña, el hombre se dignó a preguntar por mi nombre. Yo sonreí, me sentía extraña porque a todo eso todavía no nos habíamos presentado, ¡Qué locura!
―Soy Marleny.
―Bien, mucho gusto, yo soy Axel Montoya, aunque ya hemos hablado, pero sin una presentación formal.
Lo dijo de una manera tan fría que sentí ganas de renunciar a lo que había aceptado.
El auto se estaciona frente a mi humilde apartamento. Les dije que si gustaban podían entrar o si se les hacía incómodo me podían esperar en el auto. Obviamente que la pequeña Eliana suplicó nuevamente para que su padre también me siguiera. ¡Siento que esa pequeña trama algo!
Entramos a mi apartamento y el señor Montoya se queda observando todo a su alrededor. Yo me siento nerviosa porque pienso que le ha dado asco estar en mi humilde morada. Después de unos segundos parece que él se relajó y finalmente tomó asiento. Les dije que saldría pronto, no más un baño rápido y volvía con ellos. Dicho eso corrí a mi habitación. Ese hombre inspira temor con solo verlo, pero tiene una voz tan seductora y un rostro tan bello que cualquiera se derrite con su belleza.
Me baño rápido y salgo envuelta en una toalla a buscar lo que me voy a poner, cuando ya tengo todo listo me dirijo a la cama, extiendo la ropa y cuando me inclino para colocarme las bragas, la puerta se abre y entra la pequeña Eliana corriendo y se abalanza sobre mí, haciendo que la toalla caiga al suelo.
En ese preciso momento, llega corriendo el señor Montoya buscando a su hija y se me queda viendo, yo trato de recoger la toalla con la niña en brazos, pero me es imposible. ¡No puede ser! ¿Qué más podría pasar luego de que un desconocido me viera completamente desnuda y no me quitara la mirada de encima?
















































