Capítulo treinta y cuatro

Eris

Solté Dragonsbane con un estruendo y corrí hacia él. Había vuelto a su forma humana y yacía de lado, dándome la espalda. Cuando vi su espalda, sentí náuseas.

—¿Gideon? —pregunté, colocando suavemente mi cabeza sobre su frente.

Él gimió pero no respondió. Comencé a cantar mi nana, mi mano...